Elisa Forti: modelo para admirar y seguir

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Le pregunté por Gianni. Murió hace ya varios años. Si, como papá, le dije. Antes que él, creo. Nos habíamos separado, pero nos veíamos seguido. Nos llevábamos mejor así. No nos peleábamos tanto. Cuando me lo presentaron me dijeron: Mirá que es bravo!! Y ya lo creo que lo era. Pero yo también. Me acuerdo cuando lo arrestaron por querer salvar al mayor del servicio militar. Era la época de la dictadura. Como cualquier padre, supongo, pidió que lo metieran a él. Y no a Nello, nuestro hijo. Yo soy grande me dijo, te imaginas lo que le pueden hacer a él en Devoto? Así que yo lo iba a ver todos los días, alguna vez con Adriana, la menor que tenía cinco años. Y no paraba de llorar. Estuvo 7 meses. Algo de toda esa historia resonó en mi memoria. Papá hablando de su amigo en cana. Y de Elisa que lo visitaba. La vida es eso, me dijo. Una sorpresa. Y hay que salir adelante. Como en las carreras. Te caes pero no te quedas en el piso. Te levantas porque hay que seguir. Y siempre hay alguien que te ayuda.

Hacés dieta? Le pregunté intrigada. Siempre me gustaron las frutas y verduras y alterno pollo, carne y huevo. Voy al centro de kinesiología de Adriana mi hija a darle una mano con la contabilidad y de paso hago unos ejercicios de equilibrio ahí y después voy a la pileta. Los domingos descanso: voy al club y juego al tenis. En el tenis a diferencia del vóley que jugaba yo antes, solo necesitas dos. Es más fácil de organizar. Y una vez por mes corro una carrera. La que elige mi equipo. A esta altura, yo caminaba muda, disfrutando cada paso.

A veces me siento mal, dijo en un momento, porque no voy al hospital a dar una mano. Pero si tu vida es un ejemplo. Me salió del alma. Tu testimonio es sanador Elisa. Sí, eso me dicen. Y me pidieron que hable en varios lugares. En la tele, en unas escuelas. Y yo digo, qué puedo decir? Corro porque me gusta, me hace bien. Me dio confianza. Empecé a los 72. Todos lo pueden hacer. Si me hubiera quedado en casa mirando el techo o la novela, no estaría así. Cuando le conté del Alzheimer de mamá se le llenaron los ojos de lágrimas. Y a mí se me estrujó un poquito el alma. Quién sabe cuándo se separaron los caminos de estas dos amigas. Ambas de la misma edad casi y viviendo realidades tan distintas.

Fue una hora de caminata. Toda una vida en 60 minutos. Inolvidable. Cuando Alejandro nos alcanzó con la moto en la esquina de Roca y Libertador, donde vive Elisa, mi corazón y el de ella eran uno. Me alegraste el domingo dijo. Era sábado ya se. Pero esa fue la única confusión. El resto (y qué resto) de una lucidez absoluta. Y cuánta sabiduría en esa mujer de no más de metro y medio!!! Nos sacamos una foto. Me pidió que anotara mi teléfono en un celular de los chiquitos, como ella. Solo lo uso para llamar, me aclaró. No me gusta eso de la compu. Lo mejor es la voz humana! Pero qué alegría que me diste che! Le voy a contar a los chicos: no lo van a poder creer.

La que no lo puede creer soy yo. Casi, por fiaca y por frío me pierdo a esta mujer. A este modelo de salud y tesón que confirma con cada arruga de su rostro tostado por el sol y la vida que los límites se los pone uno. Salvo claro que la salud física o mental te juegue una mala pasada. Desearía compartir este encuentro y esta foto con mamá. Sé que se sorprendería y alegraría al saber de su amiga tana de nuevo. Lo voy a intentar. Le voy a mostrar un video que encontré ayer de una entrevista que le hicieron. Quién dice que al escuchar su acento y ver sus ojos azules le venga algún recuerdo fugaz de asados y risas compartidas. Ya la escucho riéndose, Uy pero hace mucho!!! Por mi parte, espero no olvidarme de este encuentro que presiento algo o alguien orquestó desde algún lado. Mucho para aprender! Gracias Elisa! Y gracias quien haya sido que nos cruzó por el camino!