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Andrea está sola

Enviado por   •  8 de Octubre de 2018  •  5.951 Palabras (24 Páginas)  •  327 Visitas

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“Me acuerdo de vos, recostada en el estante de la heladera, derramándote en la boca una botella de suave vino tinto, con la cabeza reposando al lado de la lechuga y del queso rallado. Comiste arroz blanco con sal. Esa sal de mierda que usas siempre y yo no soporto. Era Pascua. Jesucristo tiene cuerpo de pescado and the book is on the table. Y de nuevo eras vos. Sola. All by yourself, don’t wanna be. Con esa cara de perra sin dueño. Nadie más te soportaba, sólo yo. Yo te vi. Yo sé más de vos que tu propia sombra. Te acostaste en la cama que era de tu mamá y cuando te despertaste estabas más emborrachada que antes. En penumbra, te vi dar una vuelta de 360 grados y si vos hubieras abierto un poco más tu boca, yo podría haber visto colgado un pedazo de la comida de ayer presa en tu canino. Me acuerdo de vos escribiendo cosas o fingiendo que las escribías. En realidad, yo siempre dude que de tu cabeza saliera algo más que tu hálito de basura o mi esperma. Me fui distanciando de vos cada vez más y te regalé una hipermetropía y astigmatismo. Te cuento, mis ojos no son marrones perlados y mucho menos parecidos a tus dientes y las propagandas engañosas de crema dental. ¡Andáte a la mierda y déjame en paz! No te voy a dar mi apellido para que te sientas mejor. Deberías agradecerme por estar con vos! Goodbye, my lover.”

Doblo el papel con cuidado y casi, pero casi, pude verte escribiendo eso apoyado en el auto del vecino. Nunca fuiste muy bueno con las palabras como yo e incluso comprendo que intentes hacer una literatura poética, pero tus errores, tus errores gramaticales me mataron cariño. Así, no podría más estar con vos. Y creo que fue ahí donde nos dejamos. Qué mal olor. ¡Maldito! ¡Sos un miserable! Mientras leía tu carta se quemaron los porotos y ¡el agua para mi café se evaporó! ¿Sabés cuánto sale un paquete de porotos? No hay problema. Voy a preparar un té de hibiscos con jengibre y miel. Mi salud en primer lugar.

ESCENA 4 – Entra en mi casa, entra en mi vida

¿Sabés? A mí me gusta tu cuerpo. No se parece al mío y no padece como el mío. Me gusta ese pelo cerca de tu muñeca. Exactamente ese. ¿Lo ves? Ese pelo sos vos, es parte de vos. Arranco ese pelo. (Él me mira raro) Ahora no más. No me intereso más por vos, porque no tenés más lo que me interesa y yo podría interesarme por vos si tuvieras lo que es interesante para mí, pero no hay nada de interesante en vos, entonces no me intereso y me quedo así, sin interés. Pero me alegro, porque ese no es nuestro caso. Me intereso por todo lo que es tuyo y la única cosa que podría cambiar en vos sería ponerme a tu lado o arriba… o en cuatro, a mí también me gusta. Me gusta la manera en la que me contás cosas de tu vida como si yo fuera tu diario. Me gusta saber lo que comiste por la mañana, si tu papá está mejor de salud, y la pasión que tenés por tus hijas y sobrinos y también me gusta saber si te reconciliaste con tu ex mujer. Pobre, me siento contenta porque confiás en mí. Yo sé que no tengo una buena memoria. Yo lo sé. Podés no creerme. Yo podría continuar llevándote en mis senos como un niño que no quita la boca de la teta de su mamá. Yo podría soportarte hasta los cuatro años si así lo quisieras. ¡Yo dejaría que tu boca hiciera heridas en las aureolas de mis senos con los espinos de tu lengua! Me gusta cuando te quedás conmigo.

Quiero tenerte en mis brazos, ponerte al revés, quiero ver tu carne deshacerse en mis manos, quiero tomar tu sangre junto a mis dos gotitas de limón para adelgazar. Quiero roer tus uñas antes de que termine por roer los pies de la mesa. Quiero chupar tus venas como un dulce. ¡tomá mis ojos con cerveza! Fingí que soy los colores de tu pasado y dejáme atravesarte trasvestida de producto de limpieza. Quiero refregar tu cara en mi cuerpo como trapo. Limpiáme, ponéme lavandina y usáme de nuevo, en tu cuerpo. Desnudo.

(Entre mis manos tengo un repasador, siento una luz divina iluminar mi rostro, escucho un teclado sonar. Quiero cantar. Vos entrás. Estás con un hombre, me mira, ponés una de tus manos en el bolsillo, desviás tu mirada. Te vas. Me quedo estática. Parada. Mi mundo giraba y vos estabas en él. Sos mi punto fijo. Volvés. Me pedís un vaso de agua. Puedo sentir tu voz pasando por los agujeros de mi cuerpo y acariciando mi oreja. No te contesto. Vos insistís. Yo digo: Sí. Me mirás. Yo te miro. El chabón a tu lado me insulta. Me mirás. Yo te miro. Vos te reís. Vos te reís para mí. Ustedes se van... Volverás. Yo sé que volverás. No solamente porque tu cheque está sin fondos, sino porque yo puedo reconocer cuando algo está conectado. Y nuestras almas ¡Ah! nuestras almas son muy antiguas amigo, se cruzaron mucho antes de que vos pusieras tus pies acá. Reposo mi mano entre mis tetas. Agarro un tacho de sal marina y pongo un poco abajo de mi lengua.

ESCENA 5 – A la carta

Hola. ¿Qué hacés acá? (Él levanta su mirada, mueve los pies y me patea la pierna. Gira su cara y bebe un poquito de su café con cinco cucharadas de azúcar) Yo te dije de no poner tanta azúcar en tu café, con la edad que tenés no te va hacer bien y te dará diabetes. Estoy hablando con vos. (Él revolea los ojos como los muertos hacen en su cajón, dice cualquiera y amasa una servilleta. Silencio entre nosotros. Ruidos de tenedor y bocas que rumian mi paciencia. En cámara lenta, él se apoya en la punta de la mesa, corre su silla, pide permiso, me agarra del brazo y me lleva afuera del lugar. La señora que comía un postre me mira y deja caer una gota de helado por el canto de su boca. El camarero se desvía de nosotros y deja caer un tacho de sal, un señor baja su periódico en la página de deportes y se pone sus anteojos, un niño para de llorar y me sonríe; yo sonrío de vuelta, la cajera pone el cambio en su bolsillo, un chico sale del baño sin lavarse las manos, yo escucho Nina Simone por los parlantes) No soy de pelear con nadie, soy una persona que ve las cosas y sabe que todo tiene su por qué. Soy muy comprensiva y tierna, creo que nuestro crecimiento como seres humanos pasa por las conexiones con los otros. Pero mi brazo dolía y eso él no lo comprendía.

Una camarera abre la puerta del lugar. Yo lo mando a la mierda. Él tira de mi brazo.

“Quien nunca fue a la mierda no sabe como es pasar calor esperando el colectivo que nunca llega, junto con la paciencia que nunca llega y vos que tampoco nunca llegás. ¿Por qué no llegabas?” ¿A dónde querés llegar?

“Irse a la mierda es como tomar un poquito de gaseosa con un ¡AHHHH! de placer de alguien que está jodiéndose por dentro, pero ¿sabés el hielo que se mezcla

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