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Aquella siesta, en una pintoresca ciudad llamada Alta Gracia, Ana y su nieto Javier, de 13 años, mientras tomaban limonada, por el insoportable calor, charlaban en el patio de la humilde casa, debajo de un enorme algarrobo.

Enviado por   •  26 de Abril de 2018  •  986 Palabras (4 Páginas)  •  346 Visitas

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Cuando por fin se decidió a hablar e iba a contarles que ya no quedaban casi espacios naturales preservados en el lugar y que él era de otro tiempo donde todo había cambiado, sintió que a lo lejos una voz lo llamaba.

Miró hacia todas partes y trató de encontrar el origen del llamado, entonces reconoció la voz de Ana y comenzó a correr en busca de su abuela para contarle lo que estaba sucediendo.

En ese momento, Javier se cayó de la hamaca y arrugó el diario que tenía en sus manos, mientras Ana le decía, que ya era hora de irse a su casa.

“Abuela, si ese lugar era importante como me contaste hay que proteger lo queda de naturaleza”, dijo el joven, mientras se levantaba del piso y pensaba en el sueño, a lo que su abuela respondió: “Ya no estés pensando en eso, la vida es así, las cosas no son iguales y la gente está preocupada por otros temas hijo”.

Javier se quedó pensativo, recordando lo que sucedió en su sueño: ¿Sería que los espíritus de los antiguos pobladores de la tierra, temen que lo poco que queda de entorno natural necesario para la vida humana fuera destruído y por eso se comunicaron con él a través de un sueño?¿Su imaginación llegaba a tanto?¿Estaría volviéndose loco?. Miles de preguntas invadían su mente.

De nuevo Ana le recordó que se hacía tarde, que debía irse a su casa, antes del anochecer y con un gesto cariñoso acaricio la cabeza de su nieto despidiéndolo y le dijo: “Javier, el mundo cambió tanto desde que nací y cada día va cambiando más y más, no te preocupes tanto, eres un niño, disfruta tu juventud”

Entonces muy seguro respondió: “abuela, soy un adolescente y yo más que nadie sé que el mundo va cambiando rápido, pero seguimos necesitando del agua, del aire, del bosque, y de toda la naturaleza para seguir viviendo igual que hace cientos de años atrás, eso no cambió para el ser humano, aunque el ser humano si cambió, realmente estoy preocupado por ésto, sé que la vida y naturaleza están en peligro y que entre tantos cambios para tener un futuro mejor, es el presente el que debe cambiar”. Se despidió y se fue a su casa mientras Ana pensativa lo miraba alejarse y se replanteaba dentro de su mente, lo que su nieto le había dicho y lo que ella pensaba con respecto a la vida.

Ese día sin saber, Javier comenzó el cambio.

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