Bachillerato General Oficial Matutino “Profe.: Cándido Reyes Alegre “
Enviado por Stella • 18 de Abril de 2018 • 1.531 Palabras (7 Páginas) • 428 Visitas
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La proliferación de tratados de derechos humanos son parte del mismo proceso, que tratan de descargar del peso de la vida ética o de la ansiedad o, en términos de Heidegger, la “falta de hogar” de la humanidad postmoderna. El derecho internacional de los derechos humanos promete plasmar todo esto en el papel y presentárnoslo como un triunfo: el cuadro final de la humanidad se dibujará finalmente y todos serán libres de seguir su esencia tal y como la definen los gobiernos mundiales y las tecnologías de disgregación y congregación de la humanidad.
La emancipación y la autorrealización; la dominación y la opresión fueron los dos males que atacó. La lucha contra la tiranía y la dictadura es todavía una prioridad en muchas partes del mundo. Pero en las sociedades postmodernas occidentales la realización personal y la autosuficiencia se han convertido en una aspiración central del yo y de la cortesía. En una sociedad en la que cada deseo es un derecho potencial, está prohibido prohibir. La autorrealización es un proceso de perfeccionamiento del yo, de cuidado poético, que sólo puede llevarse a cabo en las relaciones con los otros y dentro de la comunidad. Los demás, los grupos y el derecho, son aspectos de nuestra identidad, los soportes y límites de nuestra radical apertura al mundo. Ser es ser junto a otros. Los derechos humanos son conscientes de la radical intersubjetividad de la identidad humana, insertan al otro y al derecho en la construcción del yo. La tradición de lo que se me enfoca como ORTEDAD explica la manera en que los derechos toman parte en la lucha por el reconocimiento y el psicoanálisis añade que el reconocimiento pasa a través del deseo de Otro, como orden simbólico o como otra persona. El deseo de integridad hace saber que el yo está tan necesitado del otro como a la inversa.
La reivindicación de un derecho implica dos demandas respecto al otro: una concerniente a la personalidad o status del que reivindica (a ser dejado solo, a no sufrir daños en su integridad, a ser tratado con igualdad) y, segundo, una demanda, mucho más amplia, a que se reconozca su integridad en sus características específicas. Al pedir reconocimiento y protección al otro, pedimos también al Gran Otro, al orden simbólico, representado por el derecho, que reconozca nuestra identidad a través del otro. Cuando una persona de color reclama que la negativa a considerar su solicitud de empleo implica una negación de su derecho a no ser discriminado, está haciendo a la vez dos reclamaciones distintas aunque relacionadas entre sí: por un lado, la más concreta al puesto de trabajo, pero también una más amplia a su identidad racial. Por eso todo derecho lleva aparejado el deseo de ser reconocido y amado como una persona en su totalidad; Pero la pretensión de identidad y el deseo de reconocimiento del otro fracasa de muchos modos, incluso cuando en apariencia se reconoce el derecho y se legaliza el deseo. El sujeto de derechos intenta sin cesar encontrar en el deseo del otro lo que colmará su vacío y le convertirá en un ser completo. Pero el deseo nunca puede ser alcanzado en su totalidad, lo cual lleva a una espiral incesante de búsqueda de pretensiones cada vez mayor. En este sentido, la promesa de autorrealización es la imposible demanda de ser reconocido por los demás como completo, una especie de “derecho a ser amado”.
Los intelectuales y líderes nacionalistas de estas nacionalidades interiores representan la propia nación como una comunidad natural, configurada por una serie de rasgos (lengua, cultura, tradición, etcétera) objetivos e inmutables a lo largo de la historia, en el seno de un Estado que se considera, por el contrario, como institución meramente artificial. De modo reiterado, sin embargo, el análisis de estos nacionalismos ha revelado hasta qué extremo constituyen el producto de un esfuerzo político de organización e ideología, constituyéndose muchas de sus características identificativas en el curso mismo de la movilización. El conflicto nacional debocá así no mera manifestación externa de una realidad étnico–cultural dada con carácter previo, sino directamente constitutivo de la propia nacionalidad o como lo llamamos en algunas partes de las clases “El exterminio de una raza”.
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