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CARACTERISTICAS DEL NIÑO DEFICIENTE MENTAL..

Enviado por   •  4 de Mayo de 2018  •  2.493 Palabras (10 Páginas)  •  260 Visitas

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Cuando un niño tiene deficiencia mental y física, los miembros de aquella familia tienen que ser “optimistas” y “realistas” al mismo tiempo. Deberían adoptar un programa de rehabilitación que persiga unas metas alcanzables. Un deficiente mental grave puede aprender a realizar muchas tareas. Si esa familia desea descubrir métodos adecuados de enseñanza y de ayudas técnicas que permitan al deficiente mental participar en experiencias de juego y cuidar de sí mismo (comer sin ayuda de nadie…), necesitaran una gran dosis de comprensión, de paciencia.

DIFICULTAD DE CONCENTRACIÓN.

El cerebro de un niño distraído es incapaz de reprimir el estímulo más irrelevante y reacciona a todo lo que le rodea: al crujido de un mueble, al broche de su madre, a los movimientos del canario… su madre debería trabajar con él diariamente, durante cortos espacios de tiempo, en un ambiente libre de todo otro estimulo. Solamente así será capaz de desarrollar su capacidad de concentración.

Sería ideal que el niño se sentara en una esquina del cuarto de trabajo, lejos de la ventana o de cualquier otra distracción; que no hubiese cortinas o fundas de colores chillones. Conviene eliminar todos los ruidos del entorno. El tecleo de una máquina de escribir, una radio encendida, el tic-tac del reloj… le distraerían.

La madre deberá evitar cualquier tipo de joya llamativa capaz de distraer al niño. Cuando ella trabaje con su hijo debe introducir una sola actividad cada vez y retirar de la mesa todo lo que sea necesario en aquel momento. Antes de pasar a una nueva actividad, despejara su área de trabajo y retirar todos los objetos que se encuentren en sus inmediaciones.

CRISIS CONVULSIVAS.

Existen diversos tipos de trastornos convulsivos. Van desde la perdida momentánea del conocimiento hasta el ataque epiléptico. Este se caracteriza por los movimientos convulsivos de todo el cuerpo y la subsiguiente perdida del conocimiento. Algunos deficientes mentales son epilépticos, pero esto no quiere decir que todos ellos sean deficientes mentales. Muchos epilépticos tienen inteligencia “normal” o superior a la “normal”, pero, debido a lesiones focales de su cerebro, son más propensos a las convulsiones que otras personas.

Todavía en nuestros días los trastornos convulsivos llevan consigo una gran dosis de estigma social. La familia de un epiléptico necesitara ayuda para superar el temor al ataque en sí y lo que la gente opina de él.

La medicina es capaz de controlar la mayoría de los trastornos convulsivos. Sin embargo, se requiere algún tiempo para establecer el tratamiento que suprima los ataques epilépticos o, al menos, los reduzca al mínimo. Cuando se somete al niño a un tratamiento médico hay que supervisarlo continuamente, hay que observar muy de cerca si se dan síntomas de efectos secundarios nocivos o se advierte cualquier otro detalle que aconseje cambiar la dosis. De ordinario, el medico mantiene el tratamiento en un nivel que evite los ataques sin producir inestabilidad o somnolencia. Dado que el cuerpo de un niño en crecimiento cambia de capacidad para reaccionar a la medicación, se requiere una reevaluación periódica de la dosis.

Cuando se ha producido el ataque nada puede hacerse para detenerlo; es posible, en cambio, tomar medidas durante el ataque para que el niño no se lesione. Se aconseja colocar entre sus dientes un depresor acolchado de la lengua u otro objeto similar; así se evita que el paciente se muerda la lengua. Además, las inmediaciones del lugar donde se encuentra el niño deben estar limpias de cualquier obstáculo. Se aconseja colocar al niño de costado, si es posible.

La tensión emocional, la fatiga excesiva o la inactividad pueden precipitar las convulsiones. Los padres cuidaran, pues, de ofrecer al niño seguridad emocional. Para ello, fomentaran los sentimientos de confianza en sí mismo. Deberán planificar su régimen de vida de manera que se equilibren el ejercicio y el descanso adecuado. Despejaran el entorno del niño de cualquier riesgo que pueda producir daños durante la crisis.

Para el pequeño, la aceptación y comprensión de su familia es tan importante como la medicación preventiva. Se recibe el apoyo de los suyos, será capaz de hacer una vida relativamente normal.

PROBLEMAS EMOCIONALES.

Un deficiente mental, frustrado continuamente por su incapacidad para hacer frente a su entorno, puede desarrollar problemas emocionales agudos. Por consiguiente, es de vital importancia que sus padres le ayuden a realizar sus posibilidades y a amoldarse a sus limitaciones.

Caigamos en la cuenta de las frustraciones diarias que sufre la persona que padece parálisis cerebral. Se siente impulsado a investigar su entorno y a dominar nuevas técnicas, pero se encuentra bloqueado por sus limitaciones físicas: se deficiente coordinación muscular le priva de medios para expresarse creativamente; sus dificultades de locución menoscaban su capacidad para manifestar adecuadamente sus necesidades; su aspecto físico, carente de atractivo, le impide entablar relaciones sociales. Si las personas que le rodean ven únicamente su cuerpo y su funcionamiento extraño, si no le aceptan como persona, su necesidad de afecto quedara insatisfecha. No conseguirá la seguridad interior que necesita para hacer frente a todas sus frustraciones.

El niño construye la imagen de sí mismo partiendo de las actitudes que observa en los demás hacia él. Por consiguiente, el grado de desequilibrio emocional que experimente no vendrá determinado por el número o intensidad de sus problemas, sino por la actitud que los otros adopten frente a él. Si exigimos al niño más de lo que puede dar, este se sentirá frustrado y trastornado. Si le animamos a aprender actividades que caen dentro de sus posibilidades limitadas, ganara en confianza, en seguridad y en satisfacción.

El deficiente mental que carece de impedimentos físicos siente, a menudo, una frustración excesiva, fruto de sus fracasos repetidos. Como su aspecto físico es normal, la gente no advierte su deficiencia mental y espera de él más de lo que puede dar.

También el niño con deficiencia mental mínima puede ser presa de la frustración y de la tristeza. Como su debilidad mental es leve, tal vez no sea detectada hasta que comienza a tener problemas de aprendizaje en la escuela. Entonces resulta difícil a los padres aceptar la realidad. No es sencillo para ellos admitir que su hijo es deficiente cuando, durante siete u ocho años, le han tenido por normal. Pero el niño se amoldara a la situación

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