Como es la gran Diversidad sexual
Enviado por karlo • 12 de Noviembre de 2018 • 2.910 Palabras (12 Páginas) • 482 Visitas
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La supremacía de un grupo social se manifiesta en dos modos, como dominio y como dirección intelectual y moral. Un grupo social es dominante de los grupos adversarios que tiende a liquidar o a someter hasta con la fuerza armada y es dirigente de grupos afines y aliados. Un grupo social puede y debe ser dirigente desde antes de conquistar el poder gubernamental (ésta es una de las condiciones principales para la conquista del poder); después, cuando ejercita el poder se vuelve dominante pero debe continuar siendo dirigente.
La hegemonía desde el punto de vista discursivo= Formación social que es la referencia empírica, se construye una formación hegemónica, que es producción simbólica o imaginaria. Esto quiere decir: la formación social posee elementos variables, contingentes (no necesarios) y procesuales. Pero la formación hegemónica va estableciendo fronteras, limites fijos que pretenden estabilidad.
El objetivo de la formación hegemónica es que toda la sociedad asuma y acepte esas fronteras; incluso, apuntar a que la mayoría responda y asuma "el orden" para sus prácticas: ser burgués.
Esta formación hegemónica se organiza en el campo social a través de pares binarios tienen una fuerte función ideológica, contribuyendo a estructurar las percepciones sobre el mundo.
Los significados naturalizados responden a los intereses dominantes y a sus procesos. Los dominados asumen actitudes conformistas, aceptan como naturales aquellos significados y los asumen como propios
La hegemonía trabaja precisamente cuando los chicos incorporan este tipo de representaciones, las internalizan, las hacen propias y no pueden vivir experiencias de aprendizaje (colaboran con la condena natural) La dominación en términos de hegemonía no actúa por la fuerza sino a través del consenso, de la legitimidad y del conformismo.
Los sectores populares pueden ser conformistas con las ideas y representaciones que proliferan sobre ellos, aunque ellas vengan de los dominadores con el fin de sostener su dominio.
En Argentina es frecuente que la cobertura periodística de problemas relacionados con desigualdad de clase y diferencias por edad, etnias, géneros, identidades de géneros y orientaciones y prácticas sexuales no normativas, sostenga discursos discriminatorios que ayudan a legitimar ideologías represivas vinculadas con xenofobia, racismo, sexismo, homofobia, lesbofobia, travestofobia y transfobia.
Sabemos que virtualmente la totalidad del "problema social" entre nacionalidad e inmigración se sostiene sobre premisas xenófobas no explicitadas. Así funciona, también, la risa en los chistes xenófobos, racistas, homofóbicos, lesbofóbicos, transfóbicos, travestofóbicos y sexistas. Al basarse en principios aparentemente "naturales", la risa no sólo niega la condición ideológica de los prejuicios sino que refuerza la diferencia y reproduce las relaciones de desigualdad de clase y nacionalidad. A su vez, su eficacia en la producción de acuerdos y consensos respecto del valor y la marginación, depende de la existencia del racismo y de la homofobia, el sexismo, la lesbofobia, la transfobia y la travestofobia como sentidos sociales compartidos. Por eso la risa habilita acciones y convoca a la violencia sobre esos grupos en la medida en que aún las bromas más extendidas cumplen la función de recordarnos que la persecución está siempre disponible en el marco de conflictos sociales y políticos. Las imágenes y los discursos de los medios de comunicación se basan, en gran medida, en la exposición de historias individuales que exhiben las diferencias de razas, nacionalidades, géneros u orientaciones y prácticas sexuales no normativas como “pintoresquismo” o “nota de color”. Esto es un modo de descalificarlas y, simultáneamente, de eliminar la reflexión sobre las condiciones de pobreza, marginalidad y exclusión que implican.
De este modo, la exclusión y la criminalización se producen por estereotipos que se logran a partir de oposiciones que distribuyen tanto valores como rasgos estigmatizantes: la exclusión es representada como consecuencia del mal desempeño o falta de adecuación de los sujetos, la sexualidad como enfermedad, la persecución como defensa ante la anomia y el descontrol de los grupos.
La heterosexualidad es "natural" por el orden reproductivo, pero hay que tener claro que la reproducción no lo es todo y este prejuicio viene a partir de la religión judeocristiana que predica a el placer como algo malo y que las relaciones sexuales en el matrimonio deben limitarse únicamente a la reproducción o como formación de una familia que tiene mayor importancia que cualquier otro arreglo íntimo. Esta creencia ha sido llevada a cabo desde hace mucho tiempo y se cree que las relaciones sexuales fuera del matrimonio, sin fines reproductivos, de parejas no heterosexuales, o de no pareja, es considerada una perversidad, anormal, enferma, o simplemente, moralmente inferior.
En la actualidad se sabe, que no es válido ni científicamente ético o moral hablar de un supuesto orden "natural" , ya que lo "natural" hablando de conducta humana no existe, a menos de que se hable de un sentido en donde todo existe y por lo tanto todo humano es natural.
Este término de lo "natural" es represivo y estigmatiza ciertas prácticas, que derivan de la "normalización" de las personas. Pero si insistimos en pensar que la sexualidad es a partir de un orden "natural" entonces hay que hacerlo con un sentido de libertad y de que todo lo que existe, vale, teniendo en cuenta que hay también prácticas sexuales, indignas, abusivas o forzadas, pero para no salirnos de lo que podría ser una manifestación negativa, las recientes transformaciones de esta, entran en un marco de los derechos sexuales y reproductivos.
Estos derechos sexuales tratan de la procreación y niegan la reproducción como una situación obligada de las relaciones sexuales y esto gracias a los avances de la tecnología en los anticonceptivos.
La organización familiar se define como una unidad de producción y reproducción social basada en una división sexual del trabajo. Esta división sexual del trabajo fue cambiando. Antes, en la mayoría de los casos, “el hombre” era el responsable de la manutención y cuidado del grupo familiar, trabajando fuera del hogar, cumplía el rol de proveedor y “la mujer” se ocupaba de la crianza, el cuidado de los hijos/as (alimentación e higiene) y la contención afectiva.[1]
La orientación sexual debe ser dada desde casa en donde las familias deben reforzar la confianza en sus hijos y no dar por inmediata
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