Corazon de piedra

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“Shylock: ¡Caramba, caramba, caramba! Un diamante perdido que en Fráncfort me costó dos mil ducados… Nunca cayo la maldición sobre nosotros como ahora, nunca la sentí con más fuerza que ahora. Dos mil ducados en ese diamante fuera de otras joyas preciosas. Preferiría ver a mi hija muerta a mis pies con los aros de diamante en sus orejas, verlas en su féretro, pero ahí también los ducados…

¡Así que no hay noticias! ¡Y todo lo que he perdido en la búsqueda! ¡Perdida sobre perdida! El ladrón se fugó con tanto y otro tanto para encontrar al ladrón y sin resultado, sin venganza. No hay otras desgracias que las que caen sobre mis hombros, no hay otros lamentos que los que yo exhalo, no hay más lagrimas que las que yo derramo.” (El mercader de Venecia, 60)

No se puede dejar de lado el sentimiento de Shylock, quien esta agobiado de todos los dichos y acciones racistas que tienen en contra de él puesto que es judío.

Además, cabe de mencionar que Antonio, dentro de la obra se rectifica que lo ha basureado antes y durante la trama de ésta. Ante esto, a modo de conclusión, Shylock fue preso de sus constantes sentimientos de ira, ya que, cuando se le presentó la oportunidad de hacer un préstamo hacia Antonio, solo atinó a resolver el contrato de una manera cruel. El judío pecó de impreciso al momento de establecer el contrato y finalmente cayó por su propio error.

“Por lo tanto, prepárate a cortar carne. No derrames sangre; no cortes más ni menos que una libra; pues si cortaras más o menos de una libra exacta, aunque no fuese más que la vigésima parte de un simple gramo, si la balanza se moviera el grosor de un cabello, morirás y todos tus bienes serán confiscados.” (El mercader de Venecia, 86)

Paul Etcheverry Bocaz.