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EL INFLUYENTE

Enviado por   •  23 de Marzo de 2018  •  908 Palabras (4 Páginas)  •  278 Visitas

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De ahí que el influyente se vuelve familiar por su fingido o afectuoso trato. De ahí que está siempre dispuesto a servir de contacto entre quienes necesitan determinados favores. A veces, a cambio de información o de la ayuda para pasar un expediente de una oficina a otra, le solicitan que los presente en casas de negocios que venden artículos para el hogar, logrando de esa manera, a través del influyente, determinados descuentos y plazos de pago en instituciones bancarias.

Hemos conocido influyentes que llegaban a los diarios para pedir, a su manera, que se incluyera en la sección “Sociales” el acontecimiento familiar de un funcionario con intención de halagarlo.

Pero todo eso tiene su recompensa: lograr mover el mundo perezoso de la burocracia. El influyente está dotado de buen olfato; es persistente. Se acerca a los archivos en donde han quedado dormidos –así se habla en su jerga- los expedientes y logra, siempre con obsequios, que un amanuense vuelva a poner en trámite el que busca y hasta suele conseguir que esté entre los primeros que debe firmar un ministro.

Cuánto es el trabajo y cuánta la tensión del influyente.

Ha llegado en algunos casos a calcular, con maestría consumada, el tiempo de fatiga de un jefe de repartición. Cuando más agobiado está y urgido por sus compromisos, más es su insistencia. Especialmente hacia las horas más activas del atardecer, cuando debe dirigirse a recepciones, le insinúa al secretario –a ese ser incapaz de guardar secretos cuando se trata de percibir recompensas- que le agregue el suyo a los asuntos urgentes que deberá firmar, sin prestarle mayor atención, antes de retirarse. De esa manera ha encontrado, con ojo rápido, la oportunidad para solucionar un asunto demorado desde hacía mucho tiempo.

Grande debe ser, al final de la jornada, el cansancio del influyente, y triste y solitaria su confrontación ante el espejo cuando encuentra a un funcionario probo, decidido y fracasa con su comedida gestión. Pero, seguramente, reaccionará, y se dirá a sí mismo: ánimo, por uno honrado hay diez venales que ceden, con flaqueza, ante la influencia de la mano abierta y generosa.

El influyente, lo sabemos, abunda entre los hispanoamericanos, pero también entre los sajones. Estos últimos no lo consideran desdeñable, sino útil. El “lobby”, esa idea surgida precisamente en ese lugar de un hotel cercano a los ministerios, ayuda a los desprevenidos ciudadanos ante los parlamentarios, pero adelantándose al debate de una ley.

Abogados especialistas en economía y de asuntos internacionales hacen que los escuchen, los oigan y los asesoren. Nadie los condena, pues se trata, precisamente, de asesoramiento.

Entre nosotros, el influyente es un personaje conocido.

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