EQUIDAD DE GÉNERO EN EL TRABAJO AGRÍCOLA EN MÉXICO
Enviado por Christopher • 6 de Diciembre de 2017 • 2.780 Palabras (12 Páginas) • 475 Visitas
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Los datos indican que está aumentando en todo el mundo el número de hogares encabezados por mujeres debido a la migración interna y externa, a los conflictos civiles, las enfermedades y a la dislocación de las estructuras tradicionales de la familia. Independientemente de la presencia o ausencia del cónyuge masculino en el hogar, casi en todas las sociedades corresponde a las mujeres la elaboración y preparación de los alimentos, el suministro y obtención de atención médica y de vestido para los hijos.
De esta manera, en los últimos decenios la responsabilidad cada vez mayor de las mujeres en la reproducción y mantenimiento de la familia casi en todos los países de bajos ingresos se traduce en una estrategia de subsistencia más bien compleja, que plantea muchas exigencias. Esta estrategia diversificada de subsistencia es una respuesta a una serie de fenómenos internos y externos que con frecuencia repercuten en las familias rurales, por ejemplo:
- Mayor emigración de los hombres, que deja a las mujeres como únicas responsables de la familia;
- Mayor vulnerabilidad ante las fuerzas del mercado mundial conforme se vuelve menos económico producir los alimentos tradicionales, disminuyen los ingresos rurales, la agricultura comercial requiere más insumos y la agroindustria domina los recursos productivos;
- Crisis locales y regionales, como los conflictos civiles y el SIDA, que dejan a las mujeres a cargo de los huérfanos dependientes.
La seguridad alimentaria y el bienestar de la familia son, por lo tanto, importantes razones para proteger o incrementar el acceso y el control de las mujeres sobre la tierra y otros recursos productivos. Diversos estudios demuestran que cuando los recursos están a cargo de las mujeres, es más probable que se destinen a incrementar el consumo de alimentos, la protección y el bienestar general de la familia, así como a reducir la malnutrición de los niños[5]. De esta manera, la evaluación cabal de las repercusiones de la liberalización del comercio en la seguridad alimentaria, el estado de nutrición y el acceso a los insumos agrícolas y a otros factores de la producción, desde una perspectiva de género, es una medida muy importante y decisiva en la elaboración de todo programa o política destinados, en última instancia, a mejorar la seguridad alimentaria o a combatir la pobreza.
Oportunidades económicas en la agricultura para las mujeres
El incremento de la participación de las mujeres en las actividades de elaboración y manufactura para exportación tiende a asociarse al proceso en marcha de liberalización del comercio y las inversiones, así como a la expansión de las actividades de las empresas transnacionales en las economías en desarrollo.
Estas nuevas oportunidades de empleo, con todo, no siempre mejoran las condiciones de vida de las mujeres y sus familias. Por lo general, el incremento en la demanda de mano de obra femenina no suele asociarse a salarios más elevados.
Es muy común que a una mayor flexibilidad del mercado de trabajo correspondan el pago de salarios bajos, falta de protección social y malas condiciones de contratación, como la elaboración de contratos de plazo muy corto con escasas prestaciones, largos horarios de trabajo y falta de derechos de sindicalización, todo lo cual exacerba la explotación del trabajo femenino y de menores.
La intensificación del comercio agrícola promueve la comercialización de la producción agrícola en pequeña escala. Esta integración tiende a introducir un gran cambio en los medios de subsistencia rurales, que suele incluir la diversificación de los ingresos del hogar, el desempeño de trabajo asalariado en actividades no agrícolas y la emigración.
Las limitaciones que afrontan las mujeres para tener acceso a los recursos productivos (tierras, crédito, insumos, transporte, servicios de extensión, almacenamiento, asistencia técnica, oportunidades en el mercado y tecnología) les impiden adoptar nuevas técnicas o incrementar sus economías de escala. Su productividad y su capacidad de pasar a la producción de cultivos más rentables están muy limitadas. Por ello, las mujeres por lo general están peor ubicadas que los hombres para protegerse de los efectos negativos y aprovechar los posibles beneficios de la liberalización del comercio.
Conforme se concentran y globalizan más las operaciones del mercado, los pequeños productores, en particular las mujeres, quedan cada vez más excluidos. Los pequeños productores de los países en desarrollo abandonan con más frecuencia o venden sus parcelas, lo que da lugar a la concentración de tierras y a la expansión de la producción de cultivos comerciales.
En el seno de los hogares, la asignación de recursos presenta un sesgo de género a través del cual las mujeres a menudo son las que menos control tienen de los beneficios. La mayoría de las productoras suele tener pequeñas parcelas, mientras que las explotaciones medianas y grandes por lo general pertenecen a los hombres que, en consecuencia, están en mejores condiciones para capitalizar la expansión de los productos agrícolas comerciales. Cuando las mujeres participan en la agricultura comercial, los hombres de la familia suelen controlar las ganancias de las ventas que ellas producen.
Las desigualdades de género que existen pueden ser un obstáculo al desempeño positivo del sector exportador en las economías agrícolas donde predominan los pequeños productores. De esta manera, si los países agrícolas desean beneficiarse de la liberalización del comercio agrícola, e incrementar la producción y la productividad agrícola, sería necesario subsanar las limitaciones actuales, como el acceso de las mujeres al crédito y fertilizantes.
Las mujeres, que constituyen la mayoría de los pequeños productores y de subsistencia, reciben muy pocos beneficios de la posible apertura de nuevas oportunidades para la agricultura.
La mayor parte de oportunidades de trabajo para las mujeres, se caracterizan por sus bajos salarios, falta de protección social y malas condiciones de contratación. De esta manera, la contribución de las mujeres a los ingresos de la familia puede disminuir en realidad, lo que debilita su capacidad de negociación en el seno de la familia.
Las mujeres participan muy poco en la toma de decisiones en el sector agrícola, y en las políticas agrícolas no suelen incorporar sus intereses ni los factores de género asociados a la agricultura y el desarrollo rural. La falta de una perspectiva de género en la política agrícola interna que también pasa
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