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El conocimiento de Política pedagógica

Enviado por   •  29 de Noviembre de 2018  •  1.484 Palabras (6 Páginas)  •  257 Visitas

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funciona también otra lógica política. Esta historia se cuenta desde y a través de una voz: la mía propia. Y, sin embargo, mi papel en el seno del grupo resulta prácticamente invisible en mi relato. ¿A quién represento? ¿He explotado al grupo por razones «académicas»? ¿Acaso el mero hecho de presentar una relación pública de un grupo que ha sido tan importante en mi propio desarrollo, así como en el desarrollo de muchos de los participantes durante tantos años, hace algo más que convertir estas experiencias en mercancías para ser vendidas? El “profesor”, asumiendo acaso inconscientemente el rol de miembro de una «intelectualidad desclasada y libre», pone su nombre en un capítulo basado en las experiencias de una comunidad. La comunidad se ofrece a la venta en ese mercado donde el capital cultural y el estatus de las personas representan la moneda de cambio: el mundo de las publicaciones e investigaciones educativas. Todos los beneficios derivados de la exposición y la venta al público de esta mercancía se juntan en mi bolsillo. Cuando presenté un borrador de este capítulo en el seminario de los viernes, hubo una intensa discusión. ¿Había entendido «bien» la historia? ¿A quién había marginado en las categorizaciones de la diferencia señaladas por mí? ¿No hubiera sido mejor poner el acento sobre las similitudes, incluido el hecho de que allí todo el mundo había venido a estudiar conmigo y que esto era el vínculo más importante? ¿No he menospreciado los momentos positivos clave, las auténticas razones por las que el seminario de los viernes merece que se hable de él en primer lugar, la gran importancia de la función desempeñada por el seminario en el fomento de la constante maduración política y educativa de todos sus miembros? La gente accede al grupo parcialmente formada por sus experiencias políticas y educativas pasadas y experimenta una significativa reconstrucción producida por la política y la pedagogía interna de un grupo que está en constante formación y, sin embargo, siempre disponible para cuestionarse y profundizar. ¿No se han radicalizado las feministas por los temas raciales en el grupo? ¿No se han transformado quienes tenían una orientación de clase tan profunda gracias a los impulsos feministas que tanto pesan en el seminario? ¿No es todo esto lo que da al seminario buena parte de su sentido? Surgieron otras preguntas y otros temas igualmente políticos que también debían plantearse. Al abordar la descripción de una manera no centrada en mi mismo, ¿he presentado un retrato adecuado? y, finalmente, un capítulo como éste, ¿no se debería elaborar colectivamente? La discusión fue intensa, pero nunca rencorosa, nunca hubo falta de confianza o de estima. (Pero debo insistir: se trataba de mi voz, mi construcción.) Se estuvo de acuerdo en que yo presentaría la «historia»: corregida, aumentada, desarrollada. Está claro que una «historia completa» (objetivo que, como sabemos, es inalcanzable) debería ser colectiva. Debería permitir que hablaran las voces de todos los participantes del seminario de los viernes, pasados y presentes, que deconstruyeran y reconstruyeran sus historias individuales y colectivas, que fueran autores de sus propias biografías. (Ahora bien, ¿no debería versar toda educación justamente sobre esto? ¿No es esto lo que los programas educativos descritos en el capítulo 2 empiezan a realizar, a saber, una nueva política del conocimiento oficial?) Así pues, lo que empezó siendo un simple objetivo, explicar la experiencia de construir y reconstruir un espacio donde personas progresistas pudieran reunirse para apoyarse y sentirse apoyados unos a otros ya no es algo tan simple, después de todo. El seminario tiene una política, y la tienen también estas explicaciones. Y al explicarlo y luchar con las relaciones de poder implicadas, debían surgir, y surgieron, nuevas preguntas políticas. El hecho de mantener con vida el grupo de los viernes, tal como se repitió varias veces durante nuestra discusión, es un hecho político en y por sí mismo. Las cuestiones políticas que aquí he planteado han surgido de esta experiencia colectiva, demostrando una vez más a esta «voz» individual lo mucho que debe a aquella colectividad. Pero, una vez más, el conocimiento es de por sí un proyecto colectivo por el que se da un nombre al mundo, respetando el pluralismo de las voces que nombran. Los análisis y relatos de este libro me han ayudado a dar un nombre a algunas partes del mundo. ¿Qué historias, qué nombres, qué luchas desearía usted añadir para hacer posible una educación más democrática? La derecha tal vez no quiera escucharlas, pero hay mucha gente en el mundo

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