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El nuevo mundo y el viejo, según John H. Elliott.

Enviado por   •  26 de Marzo de 2018  •  4.738 Palabras (19 Páginas)  •  520 Visitas

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Problemas y Argumentos

En realidad este trabajo contiene abundantes ideas originales y bien pensadas del autor que podrían desarrollarse más ampliamente por cualquiera de sus lectores aficionados a historiar. La riqueza de fuentes y bibliografía provoca una sensación de saberse ignorante a la vez que fascinado, por conocer una nueva veta de recursos a explorar sobre el tema. Así que, no es seguro que en mi deficiente expertitud alcance a identificar cuáles han de ser los problemas y argumentos más sobresalientes o idóneos para la crítica, sin embargo, aquí van los que he considerado mejores en mis posibilidades.

La problematización está fincada en el entendimiento teórico que debieron haber logrado desarrollar los europeos sobre el nuevo mundo descubierto, sus causas y consecuencias, de modo temprano y con una mentalidad adecuada. Sin embargo, se tardaron en asimilar todo lo que aquello abarcaba en significados y cambios mentales y prácticos.

Algunos de los argumentos apuntan a explicar un horizonte intelectual europeo “aturdido” por la sorpresiva revelación del nuevo continente; a lo que se añaden obstáculos “formidables” que tuvieron que sortear, señalados como: de tiempo y de espacio; de herencia; de entorno; de lenguaje. Éstos exigieron, necesariamente, la intervención de todos los niveles intelectuales posibles a fin de ser superados, en cuatro etapas: observación, descripción, difusión de la información, y comprensión de la misma.

El deseo de superar los obstáculos, sin embargo, se limitaba en sus orígenes por el tipo de personas con que se alimentaban las etapas dichas: soldados, eclesiásticos, comerciantes y funcionarios con sendas visiones y restricciones. Más preocupados por sujetar y adquirir que por el conocimiento. Sus ideas prefabricadas y sus prejuicios heredados les impidieron la observación y la descripción adecuadas.

Elliott realiza en toda su obra un contraste entre la historiografía de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX, pero no sin resaltar que se trata de historiografía europea, es decir, la visión que van incorporando los historiadores europeos en sus obras sobre la discutida temática. Para el autor, los siglos que anteceden al XX sustentan sus argumentos desde un enfoque de superioridad de la cultura europea y de sus múltiples prejuicios heredados, sin embargo, en el XX aquello se influencia por una conciencia de una “Europa culpable”. Así, que los ejes articuladores de los siglos anteriores variarán a estos otros, en perspectiva de consecuencias: sociales, demográficas y sociológicas.

Una de las ideas fundamentales es el análisis sobre Europa. En un contexto de autodefinición, se advierte como creadora de América, a lo que se le asigna un elemento narcisista, pero a la vez se le atribuye dentro de un destino confluido que hace de Europa y América dos mundos inseparables.

Se aprecia al autor como a un visitante a una huerta frutal, quien busca cortar los frutos más a su alcance entre un árbol y otro. Toca, entre muchos otros aspectos, la parte académica que origina el estudio del impacto americano en Europa desde dos iniciativas, a finales del s. XVIII: la del Abbé Raynal y la de la Academia Francesa, ambas mediante convocatorias a escribir sobre el asunto; la segunda más apegada a la investigación histórica, por lo menos en política, comercio y costumbres.

Resalta la creciente atención de los intelectuales del mundo hispánico sobre los textos de cronistas, misioneros y funcionarios de la hazaña americana. Ello genera un más amplio contexto de estudio: el de la información y de las ideas.

Distingue consecuencias del tipo intelectual y del orden político. Respecto a lo primero, señala las dudas emergentes en cuanto a prejuicios sobre geografía, teología, historia y naturaleza del hombre. Para lo segundo, comenta sobre las repercusiones en los cambios de la balanza de poderes, en las mutuas relaciones de estados europeos.

No duda en dimensionar y contrastar las ideas, propósitos y actitudes de los actores principales en el descubrimiento y conquista del nuevo mundo con aquello de los actores intelectuales que influencian la mentalidad de las gentes. Sobre el personaje toral del acontecimiento, por ejemplo, se queja de que “La reputación histórica de Colón es una cuestión que todavía no ha recibido toda la atención que merece […] Salvo una o dos excepciones, mostraron [los europeos] poco interés por su personalidad y por su vida”. Aun así, entre el olvido y el desprecio en que se sitúa a Colón, Elliott hace hablar a la historiografía para ubicarle entre los transformadores de la historia humana.

Es de notar la repetida alusión que el autor se permite con el término “prejuicios”, como un elemento permanente en la mentalidad del europeo al enfrentar las diversas problemáticas. Los señala en los debates sobre la naturaleza del hombre y de la sociedad; en el proceso para obtener una cuidadosa perspectiva histórica sobre la contribución del Nuevo Mundo al desarrollo económico y cultural de Europa; como una de las causas que elaboraron el bagaje mental de los europeos de comienzos de la Edad Moderna en sus viajes a través del mundo; como elementos derrumbados, dentro de la mentalidad europea, sobre la geografía, la teología, la historia y la naturaleza del hombre; como obstáculos para entender tanto al islam como la realidad de la existencia de América y su gradual aparición como una entidad de derecho propio; lo mismo para comprender la enorme diferencia existente entre la imagen y la realidad, refiriéndose a América.

Otro término recurrente en la exposición de problemas y argumentos de Elliott es el de “conciencia” aplicado de modo especifico al europeo. De manera general supone dicha conciencia como problema principal en la mentalidad europea en los cuatro temas que desarrolla, y con excelente perspicacia esgrime argumentos que soportan su aseveración. Uno de ellos, el primero, lo externa sugiriendo los dos ejes primordiales para la exacta comprensión del descubrimiento y conquista de aquello que tampoco llegaban a entender; así lo plasma en tres líneas: “Pero ni siquiera las conversiones de infieles fueron suficientes para asegurar un puesto firme a Colón en la conciencia europea, ni a Cortés, ni incluso al Nuevo Mundo”.

Un segundo argumento lo respalda en los intelectuales y sus esfuerzos por acomodar dicha conciencia en una nueva realidad, escribiendo: “la síntesis de Acosta era la culminación de un siglo de esfuerzo, en el curso del cual estaban siendo asimilados lenta y dolorosamente en la conciencia europea tres diferentes aspectos del mundo americano”: América

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