El primer paso.

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Ahora empieza otra etapa de mi vida; la etapa en la que me acerco, sin haber estado alejado del todo, a Dios. Si desafortunadamente somos tan ateos que solo nos acordamos que Dios existe cuando tocamos fondo. Y realmente allí era donde me encontraba, hable con él en buenos términos, luego con rabia, suplique, y finalmente pedí sabiduría para saber que hacer conmigo, y en un último orate y desesperado intento le di un ultimátum: “o haces algo con mi vida, o lo hago yo, necesito una señal” no me siento orgulloso de haberlo dicho, de haberlo pensado pero talvez así tenía que ser; tres días después una avioneta entro por el segundo piso de la casa en donde llevaba once años “viviendo” en el tercer piso, perdí casi todo lo material; los electrodomésticos y muebles que tanto me enorgullecían, la ropa, pero Salí ileso entonces realmente no perdí. Se salvó lo más importante: LA VIDA, la encontré en una de esas oportunidades que me dieron para hurgar entre los escombros a ver que salvaba; ahí fue donde pude verme desde afuera y notar que estuve hibernando durante alrededor de once años, no me enorgullece hacer referencia a este tema; pero es necesario para poder comprender en la situación tan absurda y mediocre en la que me encontraba, si realmente me encontraba sumergido descansando en el colchón más cómodo que puede encontrar el ser humano: “el colchón de la mediocridad”.

Es ahora cuando realmente tomo las riendas de mi existencia y me encamino en un proyecto de vida. Se me siguen presentando herramientas para poner un rumbo a la labor por cumplir,