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Enfermedades CHAGAS DENGUE FIEBRE AMARILLA LEISHMANIASIS

Enviado por   •  19 de Febrero de 2018  •  2.313 Palabras (10 Páginas)  •  545 Visitas

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Aproximadamente el 15% de los enfermos desarrolla la fase tóxica, en la que la mayoría de los órganos fallan. Esta fase se caracteriza por la reaparición de los síntomas: fiebre, ictericia (tinte amarillo de piel y mucosas), dolor abdominal, vómitos, hemorragias nasales, conjuntivales y gástricas. La presencia de la albúmina en la sangre (albuminuria) indica que los riñones comienzan a fallar, hasta que se produce un fracaso renal completo con la no emisión de orina (anuria). Esto provoca la muerte en unos diez o catorce días en la mitad de los pacientes que entran en esta fase. El resto se recupera sin secuelas.

Los reservorios de la fiebre amarilla son, en las zonas urbanas para la FAU el hombre, mientras que en las zonas selváticas, son los monos y tal vez otros marsupiales y los mosquitos selváticos.

La vacunación es la medida más eficaz contra el contagio, por lo que la OMS la recomienda para cualquier viaje fuera de áreas urbanas en países situados en zonas de América Central y del Sur y parte del Africa Subsahariana. Una dosis proporciona inmunidad durante diez años a partir del décimo día de administración. Provoca efectos adversos, como dolor local, dolores musculares o dolores de cabeza y también puede aparecer fiebre. Está contraindicada durante el embarazo, en las personas alérgicas al huevo, en inmunodeprimidos y en niños menores de nueve meses. Otras medidas de prevención son evitar la picadura de los mosquitos y controlar su reproducción.

No existe un tratamiento específico. Se deben de controlar los síntomas y mantener las funciones de los órganos vitales cuando comiencen a fallar, así como los volúmenes de líquidos y la concentración de electrolitos corporales.

LEISHMANIASIS

La leishmaniasis es una enfermedad infecciosa provocada por un parásito denominado leishmania chagasi (en América), el vector implicado es el Lutzomyia longipalpis.

Su fuente de infección son los animales, afectando a roedores, perros y diversos mamíferos salvajes. En muchas regiones del continente africano la enfermedad es endémica en perros y carnívoros salvajes. Los hombres pueden contagiarse de la enfermedad si reciben picaduras de una mosca de la arena que haya picado anteriormente a un mamífero infectado. La enfermedad también puede transmitirse de madres a hijos y a través de transfusiones de sangre o agujas infectadas.

Existen distintas formas de la enfermedad, siendo la leishmaniasis cutánea la variante más frecuente. Sus síntomas son úlceras en la piel de la cara, los brazos y las piernas, que pueden dejar cicatrices permanentes. Las formas cutáneas pueden presentarse como leishmaniasis cutánea localizada, o difusa, siendo esta última, no registrada en la Argentina hasta hoy. Las lesiones pueden ser únicas o múltiples. En las formas localizadas la lesión se caracteriza como una úlcera de bordes elevados, en general indolora, de fondo granuloso que puede o no tener un exudado en su fondo. Pueden cicatrizar espontáneamente en el término de semanas o meses, o persistir durante un año o más. La Leishmaniasis mucosa es la variante re-emergente, surge meses o años después de las lesiones de piel; es la manifestación más grave porque produce daños en los tejidos que desfiguran y mutilan la cara. Afecta principalmente las cavidades nasales, luego la faringe, laringe y la cavidad bucal. Los pacientes no tratados usualmente fallecen por sobreinfección de vías respiratorias. La leishmaniasis visceral es la forma más grave de la enfermedad, siendo mortal casi en la totalidad de los casos si el enfermo no recibe el tratamiento adecuado. Los síntomas de esta variante incluyen fiebre de larga duración, pigmentación de la piel, pérdida de peso, anemia, y debilidad progresiva. El periodo de incubación varía entre 10 días a 24 meses El diagnóstico se hace por cultivo del parásito en material de biopsia o aspirado, o por demostración de los amastigotes intracelulares en frotis teñidos de material de médula ósea, bazo, hígado, ganglios linfáticos o sangre.

Ningún fármaco ni vacuna se ha mostrado eficaz en la prevención de la enfermedad, por lo que es necesario utilizar otras medidas preventivas. Es importante evitar estar al aire libre en las horas de máxima actividad de la mosca de la arena, es decir, entre el anochecer y el amanecer. Si se sale al exterior en estas horas, habrá que intentar cubrir la mayor parte del cuerpo con ropa. En las zonas descubiertas se deben aplicar repelentes con N,N- dietilmetiltoluamida. También es recomendable el aislamiento de la cama con mosquiteras tupidas impregnados de permetrina.

Como tratamiento se utilizan los antimoniales pentavalentes, como el estibogluconato sódico o el antimoniato de meglumina, administrándose por vía intravenosa o intramuscular en dosis única diaria. Están contraindicados en personas que padezcan una insuficiencia renal, hepática o cardiaca ni en aquellas afectadas por una tuberculosis. Otros medicamentos utilizados son la anfotericina B, la pentamidina y el ketoconazol.

PALUDISMO

Es la enfermedad parasitaria más importante de todo el mundo, con morbilidad y mortalidad altas; produce entre 1 y 3 millones de muertes cada año. A pesar de los esfuerzos para erradicarla, en muchas áreas tropicales se ha reactivado.

El paludismo es causado por un parásito denominado Plasmodium que se transmite a través de la picaduras infectantes de hembras del género Anopheles. En el organismo humano, los parásitos se multiplican en el hígado y después infectan los glóbulos rojos.

Puede presentarse en cuatro formas clínicas en el ser humano, indiferenciables por los síntomas sin estudios de laboratorio. Las características de la fiebre y el cuadro de los primeros días pueden ser muy variado y comenzar con una sensación de incomodidad, cefalea ocasional, náuseas, vómitos, astenia, fatiga, anorexia. El ataque agudo de paludismo se caracteriza por un conjunto de paroxismos febriles que comprenden períodos sucesivos de frío, calor, sudor y fiebre. La duración del ataque primario varía desde 1 semana hasta 1 mes o más. Las recaídas después de períodos sin parasitemia son frecuentes y pueden surgir a intervalos regulares incluso por años. Los ciclos febriles dependen de la especie de parásito involucrado. Si no se trata, el paludismo puede poner en peligro la vida del paciente en poco tiempo, pues altera el aporte de sangre a órganos vitales.

El ser humano es el único reservorio conocido, el periodo de incubación, depende del parásito infectante, para el P. Vivax y el P. ovale de 8 á 14 días entre la picadura y la aparición de

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