Gobernabilidad cuestionada

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Lo decía J.C. Mariátegui..”En el Perú, el aristócrata y el burgués blancos, desprecian lo popular, lo nacional. Se sienten ante todo, blancos.” A pesar del fenotipo nítidamente nacional se sienten extranjeros o simplemente gringos. Alienados en extremo y desde el advenimiento de la república, ahora es peor. Los países ricos practican el neocolonialismo, no necesitan exportar sus propios técnicos por cuanto es fácil captar técnicos nativos, enajenarlos un poco más, hacerlos sentirse gringos y listos, ya tienen servidumbre a manos llenas para explotar y oprimir a sus compatriotas, sin el menor reparo. Algunos fueron llevados a universidades de prestigio en EEUU, el caso Toledo en Stanford es patente y ejemplo palpable.

La competitividad en el país se debe entender según nuestros políticos, como la afirmación de la economía social de mercado. Es decir, el libre mercado a ultranza, aunque tibiamente se dice que el Estado debe ser un ente regulador, pero se queda en el tintero. De qué regulación se trata si se firman convenios y tratados en clara agresión al productor y empresariado nacionales; se fomenta la inversión privada pero sin indicar en qué rubros y en qué magnitud y con qué normas de orden. El sector privado ha invadido la educación nacional con infraestructura de baja calidad las más de las veces y con sueldos miserables y contenidos curriculares con nombre de competencias pero sin talleres en donde se pueda recrear el conocimiento. Qué otra cosa puede significar las obras por impuestos a favor de las empresas privadas, las que resultan sobrevaluadas y de dudosa calidad, y que al final el Estado termina comprometido ya no en el mantenimiento sino prácticamente en la reconstrucción de las obras hechas con dinero de todos los peruanos. El Estado lucha contra el monopolio se dice, sin embargo, allí están los ejemplos en nuestras narices: la empresa monopólica de los medios de comunicación El Comercio de la familia Miró Quesada, la cervecería Backus, leche Gloria de los Rodríguez Banda, los chilenos en el comercio al menudeo, los puertos de todo tipo, las empresas de energía eléctrica, entre otros. Hasta la fecha no hemos visto de manera decisiva luchar por la biodiversidad, INDECOPI no lo hace como entidad del Estado, la oficina de defensa del consumidor está más que rezagada.

Se ha propalado siempre de impulsar un Estado eficiente, transparente y descentralizado; y que erradicará la utilización proselitista del Estado y la formación de clientelas. Por cierto, tales promesas nunca se cumplieron y han continuado como excusa para intervenir el país con más inversión privada arguyendo que el Estado es un pésimo administrador o impulsor del desarrollo nacional, cuando esto no es verdad. Lo que sucede es que los gobernantes de turno utilizaron las entidades del Estado o paraestatales como “cajas chicas” o bancos de puestos de trabajo para pagar favores políticas de campaña electoral.

En estas condiciones, tenemos la clase política desprestigiada por si algo les importara porque conseguido el objetivo de llevar al gobierno y esquilmar sus recursos no tienen el menor remordimiento por las condiciones en que queda el país. Jamás les preocupó la integración nacional o la clase popular; nunca indicarán qué hacer con el país excepto entregarlo a la voracidad de los capitales que no les importa el planeta o la vida sino para aquellos momentos de disfrute personal y tal vez familiar. Siempre hubo una estrecha relación entre la empresa privada y la autoridad política de turno; esto lo vemos a cada momento cuando el Gobierno central cede a cada embate del capital extranjero en el país, casos en la gran minería (proyectos Conga, Tía María). Con ingrata y amarga decepción se apoya a cada instante un aliento nacionalista, como lo sostuviera y alentara Basadre[4]: Si queremos desarrollo nacional debemos pensar en el país como una nación única, solidaria y fraterna.

Cajamarca, julio de 2015.

Dr.Cs. Segundo Bueno Ordóñez

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