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Hay una gran diferencia entre las adolescentes neoyorquinas de hoy y sus homólogas en los primeros años del siglo XIX

Enviado por   •  20 de Enero de 2018  •  3.981 Palabras (16 Páginas)  •  433 Visitas

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Poco tiempo después fui a la escena del crimen con el forense Holzhauer y el Dr. O'Hanlon. Llevamos el paquete a la comisaría local, donde se abrió y se descubrió que contenía el cuerpo parcialmente quemado de una mujer joven. Un trozo de cuerda de un centímetro y medio todavía estaba anudado alrededor del cuello. La mayor parte de los brazos y las piernas se habían quemado. La cabeza estaba echada hacia atrás y la lengua de la chica estaba apretada entre los dientes, lo que nos indicó su horrible agonía de muerte. El examen médico posterior demostró que la víctima había sido violada, y el hollín en los tubos bronquiales nos dio la certeza de que todavía estaba viva cuando fue prendida con fuego. Los antebrazos y los huesos de las piernas por encima de las rodillas se habían roto, evidentemente, para que el cuerpo entrara en la caldera de fuego donde había sido quemada. La cuerda alrededor del cuello mantuvieron en su lugar algunas de las perlas de color turquesa de un collar roto. La víctima fue identificada como Ruth Wheeler.

Cuando visitamos nuevamente el departamento de Wolter y extrajimos la placa recién pintada de debajo de la repisa de la chimenea, nos dimos cuenta dolorosamente dónde había muerto Ruth Wheeler. La chimenea era un pequeño contenedor de hierro, de ochenta centímetros de ancho, casi un metro de altura y menos de setenta centímetros de profundidad. El cuerpo maniatado de la joven cabía lo justo con los huesos rotos. Los agentes de policía que habían realizado las pesquisas anteriores, nunca se habían molestado en revisar detrás de la placa recién pintada. Cuando se tamizaron las cenizas de la chimenea, los agentes recuperaron un alfiler, una pieza sin quemar de una camisa blanca, y porciones de huesos humanos. La estufa de la cocina, que tampoco había sido revisada, todavía contenía trozos de piel de Ruth y sus zapatos. Era bastante fácil reconstruir el crimen. Ruth debió haber sido atrapada y atacada poco después de haber llegado al departamento. Después de violarla e intentar asfixiarla, el asesino utilizó sus grandes manos para hacer encajar el cuerpo de la joven en la chimenea, y al atar el cuerpo con alambre, le quebró los brazos y las piernas. Luego le derramó queroseno e incendió el cuerpo sobre un lecho de carbón. La chica, con pocas fuerzas por la asfixia sufrida, había estado viva todo este tiempo. Fue un asesinato increíblemente brutal e insensible.

Más tarde, cuando Wolter descubrió que el cuerpo no se había consumido por completo _es mucho más difícil de lo que la gente cree hacer desaparecer un cuerpo por completo simplemente quemándolo_ envolvió lo que quedaba en bolsas y lo colocó en la escalera de incendios. El cuerpo estuvo allí cuando la señora Wheeler, Perla y el joven oficial hicieron su búsqueda ineficaz la noche del asesinato. Incluso todavía estaba allí al día siguiente, cuando la policía volvió a hacer la requisa. Afortunadamente, la policía está mejor capacitada hoy y no pasan por alto las chimeneas, estufas y salidas de emergencia.

La policía y el fiscal sintieron que tenían un fuerte caso contra Albert Wolter con estas pruebas circunstanciales, pero como ya sabían de experiencias pasadas que los jurados se resisten a condenar sólo con pruebas circunstanciales, decidieron presionar al joven de dieciocho años de edad para que confesara. Wolter insistió con calma que era inocente y rápidamente echó la culpa a una tercera persona. Los investigadores estamos familiarizados con estas historias donde siempre es un extraño misterioso o un amigo el culpable. Sin embargo, debido a que contienen una nota de plausibilidad, la policía debe comprobar este tipo de historias a fondo, ya que a menudo son eficaces con los jurados.

En su declaración Wolter inculpó a un amigo llamado Frank Abner, mientras que insistía en que nunca había visto a Ruth Wheeler. De acuerdo con Wolter, Abner era un mesero alemán a quien había conocido en Coney Island. No sabía donde vivía Abner. Según su versión de la historia, él y Abner habían planeado iniciar una escuela de negocios donde se dedicarían a enseñar taquigrafía y alemán. Los dos habían enviado cartas a un número de escuelas de comercio para solicitar graduados. Su idea era enseñar a las jovencitas recién graduadas el oficio de la taquigrafía. El día del asesinato, Wolter había prestado su apartamento a Abner, y no sabía lo que había sucedido durante su ausencia.

Aunque la policía no creyó la historia de Wolter sobre Abner, sabían que si la defensa tenía aunque sea un solo testigo, Wolter nunca sería condenado. Los detectives comenzaron una larga y minuciosa búsqueda del misterioso amigo. Algunos visitaron agencias donde se maneja el empleo de meseros. Otros preguntaron a cientos de meseros alemanes si sabían o habían oído hablar de un tal Frank Abner. Se sondearon todos los restaurantes de Coney Island. La descripción de Frank Abner, proporcionada por Wolter, se publicó en todos los periódicos. La policía no pudo localizar un solo mesero alemán con ese nombre, o uno que coincidiera con la descripción proporcionada por Wolter.

Mientras tanto otra evidencia circunstancial adicional aparecía. Un comprador identificado como Wolter había adquirido un cepillo y una pequeña lata de pintura negra en el día del asesinato. Wolter admitió la compra, pero negó haber pintado la placa de la chimenea y sugirió que Abner lo debía haber hecho. La oficina del forense también estaba trabajando en su propia versión del caso. Se le había pedido reconstruir el cuerpo mutilado de los diversos fragmentos carbonizados que habían sido encontrados al Dr. George Huntington, profesor de anatomía del Colegio de Médicos y Cirujanos.

La seguridad inquebrantable del joven sospechoso se rompió una sola vez antes del juicio cuando Katchen Muller, la chica que había estado en el departamento con él, le envió una nota. Si bien, y siguiendo las políticas de privacidad, se la habían llevado al joven sin abrir, cuando este la leyó sufrió un ligero desmayo. La nota estaba escrita en alemán, y la policía rápidamente la tradujo. En la nota se leía lo siguiente:

“Mi querido Al:

Como has sido bueno conmigo, te ruego que confieses la verdad. Encontraron una bolsa en la salida de incendios, y por lo que me dicen que creo que es, estoy convencida que eres el culpable. Te ruego que confieses la verdad. Agradezco la amabilidad que siempre tuviste conmigo, pero creo que tienes que confesar. No importa lo que pase, siempre te amaré.

Katie.”

La policía rápidamente interrogó de nuevo a Wolter, pero él siguió insistiendo en que era inocente

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