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LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN LA INTERVENCION SOCIAL

Enviado por   •  28 de Noviembre de 2018  •  3.105 Palabras (13 Páginas)  •  326 Visitas

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Aquellas condiciones normativas son impuestas subrepticiamente por quienes se ven favorecidos por el no reconocimiento de la mujer, en este caso. Butler utilizará el concepto de performatividad para concretar el modo en el que opera socialmente el género. La identidad de género sería, entonces, un hacer más que una esencia; esto significa un actuar fuera de las configuraciones binarias de la sociedad, y ya no a través de la performatividad del género para la generación de la norma. Estas normas se solidifican en medio de la repetición de la misma en el hacer y en el discurso; el hacer el género no fundamente el discurso, sino que el discurso fundamente el hacer. La teoría de Butler es más elaborada y abarca las cuestiones de género en el ámbito trans y queer; sin embargo es importante resaltar la importancia que tiene esta filosofa en los avances sobre género y en detrimento de la antigua frase “la biología es el destino”. Estos avances sobre la concepción del género tienen carácter global, tanto así que Butler (2006) cita un documento oficial de una conferencia de la ONU en 1995 en Pekín, causado por la motivación de unos grupos conservadores de reemplazar la palabra género por sexo; lo citado es:

El significado de la palabra «género» ha evolucionado como término diferenciado de la palabra «sexo» para expresar la realidad de la construcción social de los roles de los hombres y las mujeres y de su estatus, así como también su variabilidad. En el contexto actual, el término «género» reconoce los múltiples roles que las mujeres cumplen a lo largo de sus ciclos vitales, la diversidad de nuestras necesidades, nuestras preocupaciones, habilidades, experiencias vitales y aspiraciones.. (p.258)

Es así que en cuestiones teóricas estamos en el fin de la diferencia sexual, pero todavía en proceso de llevarlo a la práctica; el proceso de atravesar la otredad sin lastimarla puede ser difícil. Sobre este proceso Butler (2006. p.263) afirma: “Tal como yo la entiendo, la diferencia sexual es el lugar donde se plantea y se replantea la pregunta de la relación entre lo biológico y lo cultural, donde debe y puede plantearse, pero donde, hablando rigurosamente, no se puede contestar.”

Todo lo expresado constituye una de los argumentos más sólidos en contra de la estigmatización de la mujer para los roles que le son asignados. Trataremos otros puntos que refuercen la idea de la irracionalidad de este estigma. Considerando que la Antropología tiene como objetivo investigar y analizar las similitudes y diferencias de las culturas, y separar lo que puede considerarse universalmente humano y lo que es construido socialmente, tomaremos algunas referencias importantes. El género puede considerarse entre lo que se construye como identidad sexuada. Margaret Mead es una de las mayores teóricas sobre el tema, quien en 1934, escribe Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas en la cual compara a los pueblos de Arapesh, Mundugumor y Tchambuli de Nueva Guinea. Lo que podríamos denominar como “femenino” en Arapesh se conjuga en un solo género y se diluye lo que denominamos occidentalmente como “masculino”; es así que tanto hombres y mujeres se muestran apacibles y cariñosos entre todos, con un sentido de solidaridad grande. Ellos no se muestran disputando quien es el que produce el deseo sexual sino que son “espontáneamente sexuales”; además que las funciones de la mujer no son impuestas sino que todos tienen la iniciativa de hacer lo que les agrade con la única obligatoriedad de cuidar a los niños. (Mead 1955.p.107) Caso contrario entre los mundugumur en los cuales identificó un solo patrón de género, que en mirada occidental, sería considerado masculino. Hay una competencia entre las casas del pueblo; el sexo es violento y desenfrenado; la competencia es atroz; las mujeres escogen a sus maridos; el desdén de las madres por la maternidad hace que las niñas crezcan tan agresivas como los varones (Mead 1955.p.108, 109) En Tchambuli los comportamientos de género son inversos a cómo el occidente ve lo masculino y femenino; las mujeres son las encargadas de las mayores labores económicas; las mujeres tienden a ser dominantes y reclaman un trato de respeto máximo por los hombres. Estos ejemplos, muy bien estudiados por Mead, dan cuenta que en una sociedad desligada de cualquier visión occidentalizada, puede surgir diferentes maneras de considerar a lo que es “ser mujer”.

Por otro lado, aunque las feministas aboguen por un sistema socio-político de matriarcado en alguna parte de la historia de la humanidad, Harris (1986, 503: 504) sostiene que el patriarcado es el sistema que ha imperado; la predominancia del hombre se vería desde las sociedades primigenias con la cazadora-recolectora. A partir de estudios como los mencionados y de otros antropólogos como Ortner y Maccormack, se ha vislumbrado el término de antropología feminista y, luego, el feminismo crea otro llamado eco-feminismo. Este último término puede parecer una exageración para, incluso, muchas mujeres, pero es rescatable poner en relieve que el desarrollo de la capacidad de la mujer para destacar en el mundo en general, ha sido limitado por grilletes tan sólidos que cuesta aún zafarse de ellos. Tal como dice Beauvoir (1949): “Es la única defensa de la muer contra la esclavitud doméstica en que se la mantiene: la opresión social que sufre es consecuencia de su opresión económica.” (p.55)

Hemos visto la construcción de mujer desde tiempos antiguos, mayormente, como algo inferior en capacidades. En la sociedad latinoamericana la injerencia de la mujer en la intervención social ha ido en aumentos tomando los fundamentos conceptuales arriba mencionados. Sin embargo, se puede ver, verbigracia, que ningún país de la región llega al 50% en la intervención política por parte de mujeres; esto ha sido una constante y más en nuestro país, que recién para 1956 en el gobierno de Odría le fue otorgado el voto electoral a la mujer. La lucha de la mujer ha sido ralentizada en Latinoamérica en comparación con otros lugares del orbe (europa nórdica, por ejemplo). Ese intento de reconocimiento como lo piensa Hegel está en función de quien lo realiza y no en menoscabo de quien lo solicita. Es así que vemos en nuestro país los grandes avances en lo que respecta al tema. En tal sentido, Zapata (2016) en el texto del Tribunal Constitucional señala:

Entre los principales avances identificados y reportados está el acceso a información oficial desagregada por sexo proporcionada por el Instituto Nacional de Estadística e Informática, labor en la que cada vez más están participando las entidades estatales. Los datos cuantitativos son evidencias concretas de la situación de las brechas de género y el impacto

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