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LA TRADICIÓN CRÍTICA COMO EPISTEMOLOGÍA

Enviado por   •  26 de Diciembre de 2018  •  1.816 Palabras (8 Páginas)  •  229 Visitas

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o la teología defienden; pero acaba negando también que la actividad práctica de conocimiento asumida por el sujeto conduzca a conocimiento alguno. Su negación de la validez objetiva de las verdades metafísicas culmina con la negación de la validez de cualquier tipo de verdad. Es en este punto donde interviene la crítica de la razón de Kant.

Kant comenzó por afirmar que es un hecho que tenemos un conocimiento válido. Y sólo después preguntó: ¿cómo es esto posible? Así como la respuesta de Kant puede no ser plenamente aceptable, su modo de formular la pregunta tuvo revolucionaria importancia.

Esta pregunta kantiana tendrá como objetivo resituar el tema para hacer coherente tanto la actividad productora de conocimiento por parte del sujeto como la posibilidad y validez del conocimiento así obtenido, sin necesidad de las concesiones o los callejones sin salida de la filosofía que le precede. Para mostrar lo anterior, y aun sin pretender entrar con más detalle en el análisis de la compleja producción de Kant, vamos a limitarnos a dos puntos: la polémica sobre la teodicea y el problema de la ciencia newtoniana. Respecto al primer punto.

Leibniz había tratado de dar solución a la vieja polémica de la razón teológica sobre la existencia del mal en el mundo. Si Dios ha creado el mundo eligiéndolo entre todos los posibles en razón de su perfección, ¿por qué motivo siguen persistiendo en el mundo tantos defectos, tantos desórdenes? Acerca de esto Leibniz propuso en 1710 una solución a esta antinomia que, en línea con el resto de su filosofía, se basa en dos puntos esencialmente: la necesidad de la imperfección de la naturaleza humana, para que así podamos diferenciarnos de Dios; la suposición de que el mal se provoca no por el influjo de un principio adverso, sino en virtud de los límites de la receptividad de las criaturas.

En definitiva, nuestro mundo es el mejor de los posibles, y sus imperfecciones son las mínimas para evitar que algo creado por Dios sea igual a El.

En efecto, en un texto de 1763 El único fundamento legítimo de una demostración de la existencia de Dios pone sus argumentos al lado de la acusación como un anuncio de su teoría de las antinomias. Para Kant su opinión, de que el mundo está lleno de contradicciones inevitables que incriminaban al creador y que este podría ahora ser declarado inocente sólo si se pudiera demostrar que El no es responsable de la maldad, que no es El quien dirige el mundo, sino otro, en este caso el hombre. La esencia del idealismo fue demostrar esta hipótesis con unos planteamientos nuevos. Como resultado, el tema de la teodicea no fue discutido en la filosofía posterior de Kant, Fichte y Schelling; y no lo fue porque se le había encontrado una solución radical: el reconocimiento de la autonomía del hombre respecto a Dios en su forma más extrema.

Ese fue el punto en el cual nace la nueva filosofía de la historia, el punto en el cual la humanidad se convirtió en sujeto de las acusaciones previamente levantadas contra Dios. Si el hombre es un ser autónomo y completamente responsable, no puede escapar a la conclusión de que él es el autor de todos los crímenes; debe enfrentarse al cargo de que él ha hecho un mundo histórico, en el cual la experiencia de la maldad la experiencia del antagonismo y la contradicción permanece. Pero también esta solución tiene una ventaja: liberar a los hombres de su dependencia de las fuerzas ciegas y ofrecerles el papel de maestros de su mundo y de su propio desarrollo.

Otro punto tiene que ver con el método o, más concretamente, con el papel del sujeto en el proceso de conocimiento. Recordemos la afirmación de Parsons sobre el hecho de que para Kant partimos de un conocimiento válido. Este partir de niega el punto de partida de E. Cassirer de que ningún sistema filosófico necesita menos que el de la filosofía crítica remontarse, para explicarlo, a las condiciones de su nacimiento que, la idea metodológica central y fundamental de esta teoría no posee, pues, en cuanto a su contenido esencial, una historia. Ya vimos cómo la filosofía crítica se sitúa como culminación y alternativa al resto de las filosofías que la preceden.

Con esto decir que todos nuestros actos y los de los otros seres son necesarios; sólo la inteligencia y el ser libre es una actividad autónoma pura que sólo puede determinarse por sí misma. Sin esta originaria inmanente espontaneidad no conoceríamos nada.

La cuestiones para Kant ver si la posibilidad de todo conocimiento a priori, como un conocimiento consistente por sí, necesita o no ser extraído de los objetos. La respuesta de Kant es doble: ni depende de esos objetos ni de ninguna voluntad divina que los haya puesto desde fuera a nuestra propia conciencia. Decir que un ser superior se ha encargado de depositar sabiamente en nosotros estos conceptos y principios equivale a echar por tierra toda la filosofía. Es necesario investigar en la naturaleza misma de los conocimientos cómo es posible una conexión y una articulación cuando sólo se da uno de los términos de la relación.

Por tanto, Kant distingue entre el supuesto positivista de que el conocimiento avanza a través de la simple comparación de las percepciones, con lo que no está de acuerdo, y la creación activa de un pensamiento de relación. La culminación de la filosofía ilustrada se constituye así como crítica a la pasividad receptiva y la ausencia de sujeto en el proceso de constitución del conocimiento.

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