ORIGEN Y DESARROLLO HISTÓRICO DEL CONCEPTO DE CICLO GEOLÓGICO
Enviado por Antonio • 4 de Enero de 2019 • 3.904 Palabras (16 Páginas) • 431 Visitas
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La antigüedad griega.
Para los primeros pensadores griegos la naturaleza soportaba una situación de equilibrio en la que se producía la renovación permanente de la materia. Los cuatro elementos (tierra, aire, agua y fuego) se interconvertían mutuamente, de tal forma que se alcanzaba una compensación entre todos ellos. En esta renovación/compensación, en relación con el mito del eterno retorno, se encuentra explícitamente el ciclo de la materia y del tiempo. A partir de los documentos de los Presocráticos (Cordero et al., 1985; Eggers Lan y Juliá, 1978; Kirk et al., 1957; Poratti et al., 1988), aunque en su gran mayoría no se trata de escritos propios sino de testimonios aportados por otros autores clásicos, podemos conocer los primeros planteamientos físicos de donde arranca nuestra cultura científica. En la Escuela de Mileto, con Tales (ca. 630/625 - 545 a.C.), Anaximandro (ca. 610/609 - 545 a.C.) y Anaxímenes (585 - 525 a.C.) como figuras más destacadas, se dieron los primeros intentos racionales para explicar el mundo, iniciándose así lo que hoy día llamamos ciencia. Para los milesios, el mundo poseía una profunda unidad intrínseca basada en las transformaciones mutuas, las cuales se daban siempre, alternativamente, por los principios contrarios de condensación y rarefacción. Este mundo en permanente transformación poseía además dos características importantes: su continuidad, ya que las diferentes partes del mundo no eran otra cosa que metamorfosis de lo mismo, y su atemporalidad, puesto que en la idea del eterno retorno toda transformación es siempre reversible. A partir de sus principios cósmicos básicos tenía lugar la generación y la destrucción de infinitos mundos, según la disposición del tiempo, en una especie de movimiento eterno y cíclico, en un círculo monótono que no cesaba de girar. Pitágoras de Samos (ca. 580 - 500 a.C.), que había recibido instrucción caldea y tenía un profundo conocimiento del zoroastrismo, también realizó algunas interesantes aportaciones. Según el testimonio de Ovidio (Metamorfosis, Lib. XV), que es la fuente más importante del pensamiento pitagórico en este sentido, observamos ya los rudimentos de lo que iba a constituir la idea de ciclo geológico: la tierra es un planeta esférico en el que se suceden diferentes mundos porque nada muere, todo varía y cambia de forma, donde los valles son socavados e inundados por el agua, y terrenos pantanosos son desecados y transformados en llanuras fértiles, y viceversa. Dentro de la Escuela Eleática, entre los siglos VI - III a.C., vemos ideas análogas. Jenófanes (ca. 580 - 470 a.C.) sostenía que todo sale de la tierra y a la tierra vuelve de nuevo (véase la semejanza con Génesis, 3, 19), y realizó algunas observaciones sobre el ciclo del agua: “El gran mar es generador de nubes, vientos y ríos”. Parménides (ca. 540 -? a.C.) Consideraba que el mundo era eterno, y, a diferencia de Parménides, creía en la mutabilidad de la materia expresada en la conocida frase: “Todo fluye, nada permanece”. Para Kirk (et al. 284 - 286), la mutabilidad heraclítea3 de la materia implicaba cambios imperceptibles, y por lo tanto, existían cosas evidentemente estables para los sentidos. Asimismo, Diógenes de Apolonia abogaba por la periodicidad del tiempo y la materia: “en cada ciclo mundos infinitos [se generan y perecen] en lo infinito”, estableciendo una relación entre las crecidas de los ríos y el ciclo del agua: “el sol revierte en él [el Nilo] las humedades que evapora de la tierra”. ”El agua es arrebatada del mar por el sol, y es entonces precipitada en el Nilo”. También los atomistas Leucipo y Demócrito (en ambos casos, ca.C.). Simultáneamente a estos últimos filósofos, surgen nuevas ideas y preocupaciones, más centradas en la ética, la lógica y la metafísica, aunque también con importantes aportaciones, especialmente por parte de Aristóteles (384 - 322 a.C.), por ejemplo, era partidario de las naturalezas permanentes, y Platón. No sólo es único, sino que es imposible que se formen varios, además de que es eterno, por ser indestructible e ingenerable”. En la Física expone su idea cíclica del tiempo: todo lo que posee un movimiento natural está sujeto a generación y destrucción, ya que tiene “un fin y un comienzo como si fuera un ciclo, pues se piensa que el tiempo mismo es un círculo”. En sus Meteorológicos. Las ideas aristotélicas, como veremos, tendrán una gran influencia en la cultura islámica y consecuentemente en la Alta Edad Media y en el Renacimiento. Cerraremos el helenismo con la visión que tenía Epicuro (341 - 270 a.C.). Esta idea nos conduce, una vez más e ineluctablemente, al Eclesiastés (1, 9 - 11).
La Roma clásica
La cultura latina va a ser una prolongación de buena parte de las ideas griegas. Lucrecio (ca. 98 - 55 a.C.) ya deja entrever también el ciclo geológico en su obra De la naturaleza de las cosas, exponiéndose con claridad el ciclo de decadencia y restauración planetaria: la tierra se gasta y se repara de continuo. Por su parte, Ovidio (43 a.C.) en las Metamorfosis, siguiendo a Pitágoras, establecía una renovación eterna del mundo, aunque sostenía la permanencia del todo: “Nada conserva su apariencia, y la naturaleza, renovadora del mundo, rehace unas figuras a partir de otras; y en el universo entero, creedme, nada perece, sino que cambia y renueva su aspecto”. Esta alternancia se repite también en las Cuestiones Naturales de Séneca (3 a.C.). El retorno de todos los elementos es alternativo: todo lo que muere para uno, pasa a convertirse en otro; la naturaleza equilibra sus elementos como si estuviesen colocados en una balanza, para que el mundo no se descomponga al perturbarse la igualdad de sus partes. En su monumental Historia Natural (77 d.C.), vuelve a plantear un equilibrio en la alternancia entre el mundo acuático y el terrestre: “Nacen también de otra manera tierras, y descúbrense repentinamente en algunos mares, como haciendo Naturaleza de sí misma justicia e igualdad, y dando en unos cabos la tierra que en otros tragó e inundó con su abertura”.
El Medievo
Se suele afirmar que la Edad Media carece de originalidad en cuanto al pensamiento científico, y muy concretamente en el campo de las ciencias de la naturaleza. Para poder analizar el porqué de esto hay que enmarcar la cultura medieval en el nacimiento y desarrollo de la Escolástica cristiana (también musulmana y judía), de la cual se derivaría un imperativo teológico fundamental : mayor preocupación por los temas religiosos que por las ciencias profanas, entre ellas las naturales y la filosofía, de las que se decía había que guardarse puesto que se apartaban de la
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