Pampa, llanura y desierto: El paisaje en La Cautiva y el Martín Fierro
Enviado por Helena • 27 de Marzo de 2018 • 3.357 Palabras (14 Páginas) • 666 Visitas
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brisa de la mañana
recién la hierba lozana
acariciaba y la flor;
y, en el oriente nublosos,
la luz apenas rayando
iba el campo matizando
de claroscuro verdor.”
La hierba, la flor y el verdor no son elementos que generalmente asociamos con el desierto. Y por si este ejemplo no resulta suficiente, veamos cómo después, en el mismo canto, se menciona la hierba y el prado para luego, en la siguiente estrofa nombrar desierto a lo antes descrito:
“ Viose la hierba teñida
de sangre hedionda, y sembrado
de cadáveres el prado
donde resonó el festín
(...)”
“(...)
pero ellos triste estaban,
porque ni vivo ni muerto
halló Brian en el desierto,
su valor y lealtad.”
Aclarado ya este punto, pasamos entonces a las descripciones del desierto. Estas, como antes ya dijimos, son tan logradas que superan a la de los personajes. Pero, ¿podríamos decir que el paisaje representa un personaje más dentro de La Cautiva?. Para intentar responder esta pregunta, observemos algunas de las principales funciones que cumple el paisaje en la cautiva.
A lo largo de la obra, el desierto sirve para la ambientación de acción que se narra. Se lo describe para dar lugar después a la presentación del indio:
“Era la tarde, y la hora
en que el sol la cresta dora
de los Andes. El desierto
inconmensurable, abierto
y misterioso a sus pies
se extiende, triste el semblante
solitario y taciturno
como el mar, cuando un instante
el crepúsculo nocturno,
pone rienda a la altivez.”
(Canto I)
Presenciamos, al mismo tiempo una prosopopeya. El desierto se nos presenta, también con sus sentimientos.
Sirve además, para la progresión de los acontecimientos. desde las primeras estrofas del Canto I ya se nos presenta al indio, pero de manera tan fugaz que parece ser parte del paisaje. Sin embargo, a medida que la tarde avanza y sobreviene la noche, el desierto se va cubriendo de su oscuridad y de el salvajismo de los indios que llegan en grandes malones a interrumpir la quietud que hasta entonces reinaba. Entonces el desierto se vuelve más sombrío, y todo se inunda de un sentimiento de alerta:
“El crepúsculo, entretanto,
con su claroscuro manto,
veló la tierra; una faja,
negra como una mortaja,
el occidente cubrió
mientras la noche bajando
lenta venía, la calma
que contempla el alma
con el silencio reinó.
Entonces, como el ruido,
que suele hacer el tronido
cuando retumba lejano,
se oyó en el tranquilo llano
sordo y confuso clamor;
se perdió... y luego violento,
como baladro espantoso
de turba inmensa; en el viento
se dilató sonoroso,
dando a los brutos pavor.”
(...)
“¿Quién es?¿Qué insensata turba
con su alarido perturba,
las calladas soledades
de Dios, do las tempestades
sólo se oyen resonar?
¿Qué humana planta orgullosa
se atreve a hollar el desierto
cuando todo en él reposa?
¿Quién viene seguro puerto
en sus yermos a buscar?”
(Canto I)
El paisaje sabe también reflejar el sentimiento de los personajes. Acompaña su estado anímico, como compadeciéndose de ellos. Así sucede, por ejemplo, en el momento en que Brian muere:
(...)
“Pero al punto desfallece,
ella atónita, enmudece,
ni halla voz su sentimiento;
en tan solemne momento
flaquea su corazón.
El sol pálido declina;
en la cercana colina
triscan las gamas y ciervos,
y de caranchos y cuervos,
grazna la impura legión,
de cadáveres avara,
cual si la muerte presagiara.
Así la caterva estulta,
Vil al heroísmo insulta,
Que triunfante veneró.
María tiembla. Él alzando
la vista al cielo y tomando
con su manos casi heladas,
las de su amiga, adoradas.
a su pecho las llevó.”
(Canto
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