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Proyecto Tren

Enviado por   •  8 de Octubre de 2018  •  2.018 Palabras (9 Páginas)  •  213 Visitas

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En el amor nunca me fue bien. Siempre hice lo necesario para estropear las cosas. Método uno, el que nunca falla, lo apode método uno pero no existe un dos por su carácter infalible: Ser impuntual... Si el hombre sigue esperando en el lugar de cita pactado recurrir a la historia fantástica y a la verborragia (En un costado que simula un café o bar. Se sienta y habla con la silla vacía simulando que allí esta su cita)

_ ¡Perdón! Me demore porque alguien se tiro a las vías del tren cuando venía para acá. Como era una persona gorda el tren descarrilo. Me asome por la ventanilla y el hombre seguía con vida debajo del tren. Me pidió amablemente que le alcance un poco de agua porque decía que tenía sed y justo tenía una botella de agua en el bolso. No me costó embocar el chorro de agua en su inmensa boca. Era tan gordo que el tren no lo pudo aplastar y en vez de esto se produjo el efecto contrario. La explicación es cuestión de física pura: si la rueda interior reduce su precarga vertical a cero (es decir, pierde el contacto con el carril), el coche o eje afectado volcará hacia el exterior de la curva, arrastrando al resto del tren y sacándolo de la vía. La ley de Newton…

(A público) Los hombres huyan despavoridos. Se puede decir que hui al amor y es un mal generacional. Mi abuela tuvo dos maridos el primero la engaño y el segundo era alcohólico. Se separó a los 40 tantos años y se juró no volver a intentarlo jamás y así fue… Mi Madre heredo ese miedo y nunca amo.

Encare algunas pocas relaciones. Recuerdo este poema que un chico me escribió.

Ininterrumpidamente

su rostro envuelve sueños

en mi despierta bienvenida

al sol como a los pájaros y bichos

del loco jardín que la perturba

y sonrío cuando las nubes invaden

la tierra con aguaceros necesarios

tan necesarios como el tiempo

que espero volver a ver

su cuerpo huérfano de vestidos veraniegos.

Una vez soñé que alquilaba una casa porque no podía tener una propia y era madre de dos adolescentes que me odiaban por mis adicciones, que vivíamos cerca de un mar bravo lleno de tiburones que les mordían las espaldas a los niños distraídos que se bañaban en esas playas. Otro de los sueños era en una sala de partos donde estaba por dar a luz y a mi alrededor habían enfermeras vestidas de un blanco apabullante pelando manzanas y colocando las cascaras en mi vagina. Mientras esto sucedía yo les consultaba sobre su proceder porque no aguantaba más, estaba a punto de parir y me envolvía el torbellino de la desesperación. Pero ellas con toda serenidad me observaban y escuchaban sin emitir opinión y seguían repitiendo su acción con una calma que me llevaba al borde del desquicio y en ese preciso momento despertaba.

Esa mañana me desperté una hora antes de lo debido. Me vestí rápidamente como siempre y como tenía tiempo de sobra me prepare el desayuno y prendí la radio, me quedo resonando una frase del día del locutor: “Es el viaje y no el arribo el que importa”. Atravesé la ciudad tranquilamente, no había transeúntes molestos, ni tráfico, esquive la baldosa levantada de la vereda donde siempre tropiezo. Llegando a la estación diviso que todos los trenes estaban en sus respectivos andenes con las puertas abiertas como esperándome. Era ese día tan esperado, mi suerte estaba cambiando. Asombrada por aquella situación corro hasta la cabina del maquinista para consultarle por el horario de salida. Amablemente aquel que siempre se negaba a frenar la marcha me responde que todas las unidades salen en cinco minutos, entonces recuerdo que no saque el boleto. Desesperada busco en mi bolso la SUBE. Esperando no encontrarla como sucedía siempre me sorprendo al encontrarla rápidamente pero en el movimiento brusco se me cae de la mano hacia las vías (La tira conscientemente a las vías y todo el resto de acciones no suceden sin querer como ella relata por el contrario las hace a propósito de manera evidente). El maquinista al ver la situación me obsequia un boleto que tenía en su bolsillo. Pero una vez que lo agarro una correntada de viento me lo vuela y se va lejos; con una sonrisa me ofrece subirme de todas maneras pero yo no puedo aceptar tal favor, mi rectitud me impide aceptar esto, ¿si no pago el boleto como contribuyo al pago del salario de este trabajador? ¿Si los ciudadanos no pagan boleto con qué dinero se mantiene la infraestructura ferroviaria? Mi moral me impide subirme. Perdiendo la paciencia el maquinista sale de la cabina y trata de convencerme para subirme pero como me resisto una y otra vez comenzamos a forcejear. De un empujón me sube y comienzo a gritar desaforadamente como si estuviera en una montaña rusa a lo que me advierte que el tren estaba quieto. Luego de implorarle que pare y suplicarle por bajar todo se sucede en flashes, los gritos pidiendo una ambulancia, desmayarme en el piso y morir de un infarto cuando el tren emprendía la marcha.

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