República Bolivariana de Venezuela Ministerio del Poder Popular para la Educación
Enviado por Stella • 28 de Junio de 2018 • 8.094 Palabras (33 Páginas) • 434 Visitas
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Capítulo 16: El medico se fue en la tarde acompañado del padre de Efraín por si habría algún peligro .Después María le dijo que no le volvería a ocasionar mas problemas por un viaje peligroso que tendría que hacer para visitar al doctor. Después los padres hablaron con Efraín sobre el tema de su nueva partida a Europa. Al despertar estaba haciendo una mañana muy fría y destemplada.
Capítulo 17: Pasaron diez días y Efraín seguía pensando en el favor que le pidió su padre y también lo de María con la propuesta de matrimonio de Carlos, así que Efraín busco muchos pretextos para alejarse de casa. Una mañana la madre de Efraín se sentó en su cama y le dijo que no debería seguir viviendo así con el favor que le pidió su padre.
Capítulo 18: Emma le pregunto a donde iba tan temprano ; él le respondió que se iba a ver a Emigdio , el cual se quejaba de su inconstancia , después Emma se fue con María a recoger flores en el jardín para reemplazar las que estaban en el florero María le entrego las flores pero se le notaba el nerviosismo. Alzó los ojos para verme con la más arrobadora expresión que pueden producir una mujer.
Capítulo 19: Ya iba llegando a la casa del padre de Emigdio cuanto casi se atasca en un lodazal pegajoso. La casa era grande y vieja, estaba rodeada de cocoteros y mangos. Efraín se enredó con algunos obstáculos pero llegaron 2 negros para ayudarlo. Después pudo llegar y se sentaron en, el comedor para almorzar. Luego se fueron a un rio a tomar un baño.
Capítulo 20: Llego a la casa y la mama y Emma los recibieron en el comedor luego los llamaron al comedor. Al rato llego José arriando mulas, después se fue al cuarto para preparar la escopeta, mientras vio a M aria trayéndole el café. Luego empezaron a mirarse con disimulo y le dijo a María que mañana se iría de casería con José.
Capítulo 21: A la mañana siguiente tomo el camino hacia la montaña acompañado de Juan Ángel y de Mayo el perro. Luego empezaron a hablar sobre el plan de ataque. Pasado el puente del río, encontramos a José y a su sobrino Braulio que venía ya a buscarme. De camino nos encontramos un tigre iba a matar a Braulio cuando el señor (señalándome) le dio este balazo.
Capítulo 22: La insistencia de los montañeses me hizo permanecer con ello hasta las cuatro de la tarde hora en que me puse en camino con Braulio que se empeñó en acompañarme. Cerca ya de mi casa me despedí del valiente cazador y nos separamos hasta la siguiente oportunidad. Mientras colgaba el saco de caza y la escopeta percibí en el comedor un desacostumbrado ruido de voces.
Capítulo 23: En el comedor los asientos estaban distribuidos de la siguiente forma: Mi padre en la presidencia de la mesa; a su izquierda, mamá; a la derecha, Don Jerónimo sin interrumpir su pesada historia por linderos con Don Ignacio; frente a frente María y Emma; después lo niños.
Capítulo 24: Al levantarse en las primeras horas del día siguiente fui en busca de los aires de nuestro jardín. Al cruzar frente a una ventana oí que hablaban, interrumpiéndose para reír, mi hermana y María. Eran voces especialmente la de esta algo parecido al murmullo de las palomas al despertar entre los naranjos del huerto. También Don Jerónimo y su hijo hablaban en el corredor de sus cuartos.
Capítulo 25: Advertida mi madre de nuestro proyecto de caza para el día siguiente dispuso que a primera hora se nos sirviera el almuerzo a Carlos, a Braulio y a mí. Como es natural nosotros hablamos de la partida y decía Carlos: Braulio me garantiza que la carga de mi escopeta está perfectamente graduada pero insiste que el arma no es tan buena como la tuya aunque sea de la misma fábrica.
Capítulo 26: Por el momento Carlos no me había hecho ninguna confidencia sobre los motivos que en mala hora le trajeron a mi casa y no queriéndome verme en peligro de que me hablara de ellos me encamine al aposento de mi madre. María se hallaba en el costurero sentada en una silla, Sobre la alfombra avíese quedado dormido Juan rodeado de sus juguetes, ella contemplando los juguetes del niño.
Capítulo 27: Aquella tarde...Por el aspecto preocupado de Carlos adivine que llegaba el momento de afinar los oídos en velada escucha de su dialogo con María. Y así capte de ella estas frases: Habría sido mejor que usted hablara con ellos solamente... Estimo en cuanto vale el honor que usted... Comprenda que esta negativa...
Capítulo 28: Sobre la once de la mañana terminada mi trabajo en la oficina de papá me había puesto de codos en el balcón y contemplaba la obra de la naturaleza. Sobre el negro y tortuoso camino de lomas divise a Transito y a su padre quien llegaba a cumplir compromiso con María.
Capítulo 29: La llegada de los correos y la visita de los señores de M... habían aglomerado quehaceres en el escritorio de mi padre. Trabajamos todo el día siguiente, casi sin interrupción; pero en los momentos que nos reunimos con la familia en el comedor, las sonrisas de María me hacían dulces promesas para la hora del descanso: a ellas les era dable hacerme leve hasta el más penoso trabajo.
Capítulo 30: Una noche mi padre recostado en un catre seguía dictándome luego de bastantes horas de trabajo. Hasta que el sueño y la fatiga le vencieron. Entonces disminuí la luz del cuarto cerré ventanas y puertas y aguarde a que despertara paseándome por el corredor que daba al escritorio.
Capítulo 31: Algunas cuadras antes de llegar la puerta del patio a nuestra derecha y sobre una de las grandes piedras que dominaba el valle. Estaba en pie María, Emma la animaba para que bajase. Nos acercábamos, la cabellera de María suelta en largos y lucientes rizos.
Capítulo 32: En la mañana siguiente tuve que hacer un esfuerzo para que mi padre no comprendiese lo penoso que me era acompañarlo en su visita a las haciendas de abajo. El, como lo hacía siempre que iba a emprender viaje, por corto que fuese, intervenía en el arreglo de todo, aunque no era necesario, y repetía sus órdenes más que de costumbre.
Capítulo 33: Apagase la tarde al día siguiente, cuando mi padre y yo subíamos la verde y tendida falda para llegar a la casa de la sierra. Las yeguadas que pastaban en la vereda y sus orillas nos daban paso resoplando asustadas, y los pellares se levantaban de las márgenes de los torrentes para amenazarnos con su canto y revuelos.
Capítulo 34: Nos reunimos a ella, y las dos anduvieron asidas de las manos lo que nos faltaba para llegar al corredor. Sentíase dominado por un pavor indefinible; tenía miedo de algo, aunque no me era posible adivinar de qué; pero cumpliendo la advertencia de mi padre,
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