SER SANTOS HOY

...

descubre en las realidades terrenas un ámbito de realización personal querido por Dios. Su presencia y compromiso en medio del mundo según el designio divino configuran tanto su identidad personal como su propia realización y felicidad. Esta presencia se traduce en acción transformadora por medio del amor, acción que brota de un compromiso profundo con el Señor y que se manifiesta en el silencio de las actividades ordinarias de cada día.

Ser santo hoy, es seguir siendo una persona normal y corriente,

que siente la insatisfacción que produce una visión del mundo,

donde los hombres aceptan como necesidad el tener mucho dinero; también es sentir la preocupación del desempleo y solidarizarse con quienes lo sufren para paliar su necesidad y trabajar para que los responsables tengan una mentalidad menos lucrativa y más social; es ofrecer nuestra amistad

a quien se encuentra solo, ser capaz de temblar cuando descubrimos

la incomunicación que nuestro mundo masificado nos transmite y contagia a través de sus aparatos. Ser santo es no aceptar la violencia a la que nos lleva la competencia, el odio que despierta en nosotros la separación de los hombres con barreras económicas, sociales, religiosas, raciales, nacionales. Ser santo es buscar la superación de todas las situaciones negativas que producen sufrimiento en los hombres.

Ser santo es ser imagen del Cristo vivo en donde estamos, sirviendo a los demás, buscando estar en sintonía con Él y su mensaje.

Pensar en todo esto parece una ilusión difícil de alcanzar, pero el mismo Juan Pablo II nos habla y enseña como llegar a la santidad en nuestro tiempo. El nos pide estar atentos al Anuncio de la Palabra que viene de Dios, atención que nos llevará a la Escucha de esa Palabra que implica meditar, reflexionar y buscar lo esencial en ella, la cual sumada la Gracia que el mismo Dios nos da a través de su Espíritu nos llevará a descubrir los errores propios y comunitarios que indefectiblemente nos lleva al reconocimiento de la culpa y por tanto a la Penitencia, la cual nos prepara y purifica para llegar limpios a la Eucaristía a través de la oración y la acción para crear un mundo interior mejor que irá trasladándose al exterior y así vivir plenamente la santidad en este mundo cada vez más individualista.

Si nos detuviéramos a reflexionar y a descubrir con certeza la santidad a la cual fuimos llamados, y decidiéramos vivir la santidad como camino ineludible para todo aquel que desde su libertad busca ser fiel a su propia humanidad, el mundo sería mejor.

Por tanto no podemos pensar que la santidad es un milagro hecho solo por Dios, nosotros debemos disponer nuestra vida y nuestro corazón para que Dios realice el milagro en nosotros.

Seamos santos como lo es nuestro Padre Celestial.

Bibliografía

 La Biblia. Versión Latinoamericana

 Concilio Vaticano II. Lumen Gentium.11