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Sobre Maternidad

Enviado por   •  29 de Diciembre de 2017  •  2.888 Palabras (12 Páginas)  •  394 Visitas

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2.3.- Blue Dress

En el muelle de Dondegan, al noroeste de Inglaterra se escuchan aún, para el que le gusta escuchar, los embates de guerras navales pasadas, ocurridas siglos atrás, a través de las olas. Ramalazos del látigo de la tiranía de la expansión económica, gritos de dolor inefables, angustias insondables son arrastradas una a una, día a día hasta ese muelle. Así hoy ya no duelan, así hoy solo sean leves susurros transportados por el agua y el viento, existen y son la prueba de los espíritus de allende. En tu vestidura de melancolía, Blue Dress, escucho aún esos ramalazos. Y son la prueba fidedigna de los fantasmas de los trece días, prueban que hay un horizonte distinto ahora, todo él por descubrir… prueban que existes en el presente. ¡Déjalos ir! ¡¿Qué traen de nuevo?¡ Nada, solo de siempre, desolación. No busques una respuesta que ya se te fue dada hace años. La no respuesta, también es una respuesta, no la esperes más, no la busques más. Descansa.

Estas palabras que acabo de escribir no son para ti, escritora, son para mí mismo.

2.4.- Sangre

En Sangre veo vida y muerte y onanismo. Parafraseando la concepción que tiene Silvio sobre La Vida, todo no es final, nada es definitivo o conclusivo. La potencia de la posibilidad es lo que permite la evolución. No hay mucho por decir tampoco en Sangre, escrito autoconclusivo, didáctico.

2.5.- Querida Audrey

Cuento no policiaco, con un final que me dejó pasmado. Aventurera, resumida la vida de puede ser cualquiera en una época que escapa a mis conocimientos. Debe ser, seguramente, un época más antigua que la década de los noventa. Las cifras nimias del dinero lo pueden comprobar, además de la desmedida suma de dinero por la recompensa, cantidad que no hace los méritos suficientes para una fugitiva buscada por la ley. Hoy en día puedo decirte que es en el cuento donde mejor quisiera verte, donde tienes mucho que entregar, además de que es el género que más me atrae. Sin embargo, sabiendo aún eso, de tu talento para el cuento, en estos escritos te he visto mejor en los poemas, cosa que no quisiera que fuera así, pero así lo es. Puedes, lo sé, puedes dar mucho más que Querida Audrey. Si en verdad es una carta dirigida a un ser que no ha nacido aún, o que ya habita entre los vivos o los muertos, una suerte de testamento, una remembranza de hazañas inconclusas o inexistentes, una historia de vida… puedes y debes hacer mucho más. Hubiera sido un final mejor, más memorable, un cuento policiaco.

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∞.- Infinito

Una vez apagada la luz, el señor Hadler temía una nueva incursión del demonio en la aldea. Como supervisor de la comarca y esposo abnegado y padre de dos pequeños tenía la obligación de mostrar al menos un poco del poco valor que se extinguía más y más entre los habitantes de Tranduin, asentamiento con no más de 50 inviernos en la región tropical del nuevo semicontinente. Aztatoth, EL Maligno, el azote del norte, no dejaría dormir la tranquila paz que primara en los iniciales e infantes años de la aldea.

Más allá de la luz del sol, más allá de la leyenda del Fénix que dormía en esa estrella, luego de la caída de la luna en fragmentos nuclearizados sobre el índico, ningún satélite podría transmitir el nacimiento de la nueva ilustración de la raza humana. Sin la luna, ningún otro componente podría circunnavegar el espacio atmosférico terrestre y la humanidad, con la reducción casi total de sus individuos, no tendría otro amanecer que el de la rutina diaria del trabajo en el campo, la readaptación de la cultura del pastoreo, la campiña, el molino, el mito. De entre las pocas decenas de habitantes de Tranduin, la más hermosa y delicada flor sería reclamada por el mal. Iru. Nada sobresalía de particular en ella al mirarla de lejos, una campesina más de entre las otras muchachitas de la región sería el primer veredicto de aquel que por vez primera se topara con ella. Pero no tardaría esa persona en comprender que Iru era especial. Una mujer sencilla, de gustos y gestos simples, cautivaría la atracción de cualquiera. Tenía, como decía Ururu, la partera ciega que la recibió, la última luz del fénix, ser que salvará en el futuro a la tierra y a sus pueblos. La verdad era que sus ojos parecieran dos fragmentos de la luna precipitados hace milenios sobre la tierra. Tenía un color de piel tan basto, tan único, que parecía infinito. Cabellos color purpura hasta más allá de su cintura, única entre las mujeres de la aldea, la más hermosa de este olvidado país del norte. Y no solo era su físico sino su espíritu lo que más hacia reverenciar la sola existencia de esta humana. Nunca nadie había emanado de sí mismo tanta pureza como ella, nada ni nadie podría representar la paz y la tranquilidad, de la que tanto se carecía, como lo hacía ella. Y Hadler, más que el jefe de la aldea, era su padre encargado de por vida, al ver caer en una cruenta batalla al verdadero padre de la niña, tiempo atrás, contra el mal del norte. Y sabía muy bien que contra todo el árbol de Iru, se debía proteger, al menos en lo que pudiera, a la mujer que tarde o temprano aciago destino devendría. Así fuera con hachas, con los dos viejos fusiles de litio y argón que sobrevivián al óxido del mar del norte y que eran las mejores armas de la aldea, con perros y hasta con las uñas, Iru tenía que ser liberada de Aztatoh. Esa noche nada sirvió contra el vampiro maldito, el rey brujo de la inmortalidad.

Arrasada, como era de predecir, la aldea vio alejarse por los aires a la mujer más hermosa entre las manos de este mal. Se tenía certeza que por fin el mal acabaría con el sufrimiento terrenal, el que otorgado por las inclementes lluvias, el hambre y las enfermedades, y engendraría otro mal aún peor, la desolación y desesperanza de que nada ya tendría sentido, de que ya no había nada bueno sobre el mundo, nada por lo que luchar, nada por lo que vivir.

Iru, en los aposentos del maligno, esperaba la daga que acabara con el linaje de aquella única familia que pensaba y actuaba diferente al resto de las personas conocidas. Se sabía víctima del mal por ella ser heredera del bien antiguo, del último vestigio de los palacios del fénix. Esperaba la llama que calcinara su vida y con ella la desinteresada armonía de convivencia con los demás. Esperaba los incisivos que succionaran su energía vital y fuera despojada de toda fuerza para ser conducida, finalmente, al paseo de la muerte. Esperaba la sepultura en uno de los inimaginables horrores murmurados

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