Trabajo
Enviado por tolero • 9 de Enero de 2019 • 1.775 Palabras (8 Páginas) • 325 Visitas
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Sintió una gota de sudor resbalarle por la nuca y se preguntó si su madre habría encendido la vieja chimenea de la casa. El corazón le retumbaba en el pecho a una velocidad impresionante, los pulmones comenzaron a dolerle por su respiración tan agitada. Se sentía mareado, terriblemente asustado y de alguna manera débil, aunque no lograba descubrir de dónde venía esa sensación. Se sujetó a su cama con fuerza, aferrándose a la realidad. Sintió como se hundía el mar caótico de sus pensamientos irreales. ¿Eso que sonó fue una bomba o una puerta? Ya no sabía ni dónde estaba, si en su habitación o en el exterior.
-Inhala, aguanta… exhala. Inhala, aguanta… exhala- dijo una voz que no era la suya, pero en la que no tardó en concentrarse.
Cerró los ojos e inhaló con fuerza, manteniendo a sus pesadillas atrapadas en una jaula. Sostuvo la respiración por algunos segundos y luego la soltó, como la voz le ordenaba. Inhaló y exhalo varias veces, aun con los ojos cerrados. Sintió como su corazón se desaceleraba y el miedo que lo tenía apresado comenzaba a esfumarse. Cuando abrió los ojos se encontró frente a frente con Ysrael, su mejor amigo, a quien no había oído llegar, o quizás sí. Había estado tan ocupado intentando mantenerse cuerdo que el mundo a su alrededor se había esfumado.
-Alexander, ¿ya estás calmado, hermano?- Ysrael escrutó el rostro de Alexander en busca de alguna señal que le revelara si aún no se había recuperado del todo. Los ojos de Ysrael estaban llenos de una inmensa preocupación por su amigo. Él tenía miedo de que Alexander no fuese considerado apto para el ejército debido a sus ataques.
En los años de amistad que ellos tenían, Ysrael había estado presente en muchos ataques de ansiedad y pánico de Alexander. La mayoría pasaba luego de algunas respiraciones profundas y no eran demasiados graves; pero también estaban los ataques donde debían mantenerlo sedado por días hasta que recuperara la cordura. No había tenido ataques tan graves desde hace mucho tiempo, pero era mejor no tentar a la suerte.
Ysrael sabía lo importante que era para Alexander seguir los pasos de su padre y entrar al ejército. Él siempre hablaba de proteger al país enlistándose; de salir al exterior, fuera de los muros protectores, y luchar allá. Ysrael jamás entendió por qué alguien querría volver al lugar que causó todos sus ataques de ansiedad en primer lugar, pero sabía que con Alexander cualquier pregunta demasiado íntima no sería contestada. Suspiró y se sentó junto a su amigo, quien estaba tratando de recuperar la compostura.
-¿Qué tan grave fue?- Preguntó Ysrael mirando a algún punto en la pared.
-Escuché armas disparando.
Ysrael volvió a suspirar, más fuerte esta vez. Alexander no había vuelto a “escuchar” cosas desde su último ataque grave hace un par de años. Se levantó de la cama con un negro sentimiento revoloteándole en el pecho y caminó hacia la puerta. Cuando estaba en el umbral de esta, volteó a ver a su amigo y le expresó todo su miedo con una sola mirada. Luego de eso, se retiró.
Alexander respiró hondo una vez más, sabiendo lo que su amigo estaba pensando. Miles de posibles escenas cruzaron por su mente. Alexander teniendo un ataque en medio de un entrenamiento, sus superiores descubriendo que él era un discapacitado mental, que había mentido en su expediente médico; él siendo arrestado o expulsado del ejército, o llevado a un asilo para enfermos mentales, toda clase de presagios entre el éxito y el fracaso. Sabía en qué se estaba metiendo cuando falsificó su expediente, pero tenía tantos deseos de ser como su padre que realmente no le importaron las consecuencias que podía traerle. Se dijo que debía parar de pensar tanto las cosas y concentrarse en el ahora. Se apegó a ese pensamiento y continuó lo que había dejado.
Miró el reloj. Los números resplandecientes le indicaban que eran las 6:39 de la mañana. Habían pasado quince minutos desde que salió del baño a las 6:24. Era un tiempo muy corto, pero él sentía que habían pasado horas desde su ducha mañanera. Caminó de un lado al otro en su habitación, buscando todo lo que necesitaba y colocándolo en una mochila pequeña, era lo último que debía empacar. Cuando acabó, coloco la mochila pequeña junto al equipaje donde estaba su ropa y todo lo demás. Miró con un poco de nostalgia su habitación, sabiendo no la vería en un tiempo. Quizás nunca volvería a oir al suelo de madera crujir bajo sus pies o se recostaría en su cama de nuevo, quizas nunca volvería a ver a su madre. Decidió dejar esa línea de pensamiento hasta ahí, no quería sufrir otro ataque de ansiedad.
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