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Un Plan Para Tres

Enviado por   •  3 de Enero de 2019  •  8.654 Palabras (35 Páginas)  •  364 Visitas

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Es indudable que la insatisfacción es el estado natural del ser humano. De hecho ella, al comenzar a notar los primeros síntomas de cansancio, los

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comentarios de las amigas, que relacionaban el físico de su pareja con una supuesta habilidad en la cama, todavía le halagaban. Sobre todo porque percibía que la envidiaban por tener ese amante con ese cuerpo y esto, a veces, suponía la única dosis de satisfacción en su realidad diaria. También a ella, tiempo atrás, le había parecido que sería muy emocionante despertarse cada día con alguien con un cuerpo como aquel. Pero eso ya había terminado. Estaba cansada. La rutina y el desinterés apresaban su existencia diaria, y percibía que no era justo, pues entendía que “si la naturaleza nos ha dotado de la capacidad para sentir emociones, deberá ser con el fin de que las utilicemos, y yo ya no las siento, y necesito sentirlas Si no, ¿cuál es la sustancia de la vida?”.

Él daba clases a diario en el gimnasio del que era propietario. Los primeros síntomas de agotamiento de la relación fueron surgiendo, más o menos, al final del primer año de convivencia. Según pasaban los días se habían ido extinguiendo los temas de qué hablar, y tampoco brotaban cosas nuevas y excitantes que compartir. De hecho ella había tenido la confirmación de la decadencia de la relación cuando observó que ni siquiera le molestaban ya los burdos coqueteos de él con algunas chicas en el gimnasio.

Siempre había pensado que su vida nunca sería la de aquellas parejas — por ejemplo, sus padres—, que, tras mucho tiempo de convivir, sólo continúan juntas por inercia; o la de aquellas otras que buscan hijos con el fin de tener algo que los siga uniendo y para poder hablar de algo común, sin tener que pensar en sus necesidades íntimas y en las carencias personales.

De hecho recordaba cómo al principio se interesaba por el trabajo de él, e incluso iba a ayudarle muchas veces al gimnasio. Pero se habían ido agotando las conversaciones sobre métodos para la musculación, esteroides, concursos de culturismo, o el último chiste estúpido sobre la señora gorda que quería perder kilos. Ahora, la mayor parte de las conversaciones solían girar en torno a los problemas económicos, pues el negocio apenas daba para pagar el crédito que él había pedido para instalarlo. Al parecer, el único futuro que se vislumbraba era el de diez años de restricciones y de pagos al banco que apenas les permitían subsistir.

¿En qué estaba derrochando su existencia? Aún era una mujer deseada, aunque hacía tiempo que eso había dejado de ser importante pues no tenía ningún efecto real sobre su vida diaria, al margen de algún piropo no siempre agradable. Las cosas así no tenían sentido.

Por eso estaban allí. Ella fue la que insistió. Así que, aplazando los pagos a algunos proveedores, habían acordado ir a la playa de vacaciones aquel año, por aquello de intentar salir de la rutina, y de paso ver si recuperaban sensaciones positivas como pareja. Pero el remedio había sido peor que la

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propia enfermedad; se hacían aún más evidentes los silencios y las carencias de emociones compartidas, porque había demasiado tiempo libre y nada con qué llenarlo. Cada cual, incluso, se exhibía en la playa de forma independiente. A ella le gustaba sentirse guapa y deseada, y a él también. Y era consciente de que ninguno de los dos percibía que fuese el objeto del deseo del otro, y lo que era peor, que quisieran serlo. En realidad lo único que quedaba entre ellos era la posesión.

¡Claro que había visto en la playa a aquel hombre que ahora estaba sentado a su lado! Estaba acostumbrada a que los hombres la miraran con insistencia, no era estúpida, sabía que era hermosa. Pero lo que desconocía era por qué ella se había fijado en aquel hombre en concreto, que decía llamarse David. ¿Qué había llamado su atención?

“¿Tal vez el hecho de que parecía la cara opuesta de Fran?” se preguntó.

Se volvió ligeramente hacia él y con una tenue sonrisa le respondió:

— Vacaciones. ¿Y tú?

A David no le pasó desapercibido el repentino tuteo, y le produjo una grata esperanza. Sabía perfectamente que un hombre jamás liga con una mujer si ella no quiere; que, en realidad, son ellas las que controlan ese tipo de relaciones, aunque después, demasiados estúpidos, presuman con sus amigotes de sus éxitos al respecto. Así que intuía que ese tuteo le abría posibilidades. Por otro lado, él jamás se sentía humillado porque fuese la mujer quien tomara la iniciativa.

— Trabajo –respondió.

Se produjo un pequeño silencio y esta vez fue ella quien lo rompió.

— ¿Qué haces? ¿A qué te dedicas? –preguntó de manera distraída.

Él volvió a dar un trago largo al Chivas; y después, con naturalidad, contestó:

— A robar.

Adela, de forma instintiva, detuvo en el aire la taza de té en el camino hacia sus labios. Con la sonrisa congelada se giró para ver los ojos del hombre que estaba a su lado. Supuso que le tomaba el pelo, pero no tuvo tiempo de averiguarlo porque entonces vio que Fran se acercaba hacia ellos, justo por detrás de David, y devolvió su atención al té.

— Hola cariño —dijo Fran tomándola por la cintura cuando llegó hasta ella, mientras miraba de soslayo a aquel hombre con el que parecía estar hablando— ¿Nos vamos?

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TRES

La pareja y David se vieron varias veces por el hotel y la playa durante los días siguientes. Solían saludarse cortésmente e intercambiar alguna frase sin trascendencia. Pero en un momento dado David les dijo que le gustaría hablarles de algo, y que deseaba hacerles una proposición. Lo dijo con una ligera sonrisa mirando a ambos. Ella la había aceptado inmediatamente; su pareja lo había hecho con desconfianza, pues ese tipo no terminaba de gustarle.

Por eso exactamente estaban ahora los tres en el salón de la suite que David tenía en el hotel. Fran y Adela sentados en ambos sillones, próximos entre sí. David

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