Un zapato perdido (O cuando las miradas saben mirar) Pablo Gentili.

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La “selectividad” acerca de esta problemática para nuestra percepción es inclemente en donde vemos dos pies descalzos no son pies descalzos, son pies que no existen, ni existieron ni nunca existirán, pero donde vemos un pie descalzo es simplemente un niño que extravió su zapato. Uno es el pie de un niño el otro no es un pie de nadie. Así se genera la exclusión, estos niños solo pasan a ser datos y la exclusión se normaliza, desaparecido el problema, desaparecen ellos la total deshumanización de las personas.

El texto en su camino a la profundización acerca de la exclusión educativa nos lleva a conocer los tipos de exclusión presentados por el autor y fundamentados en el sociólogo francés Robert Castel (1997), que hace referencia a tres tipos de exclusión cualitativamente diferenciadas. Por un parte está la supresión completa de la comunidad mediante expulsión o exterminio (colonización española y portuguesa en América latina y también del holocausto nazi entre otros). Por otro lado está la exclusión como mecanismo de confinamiento o reclusión. Que es el destino antiguamente asignado a los enfermos de lepra y ahora a los niños delincuentes, os indigentes y los locos confinados en centros de reclusión. Y la tercera modalidad es la segregación incluyente le asigna un estatus especial a determinada clase de individuos.

Con relación a la tercera y actual mecanismo de exclusión más usado en nuestras regiones, dice Pablo Gentili: “Podríamos decir que, en nuestras sociedades fragmentadas, ésta es la forma “normal” de excluir. Y siendo “normal” es la forma transparente, invisible, de excluir”

Dicho esto se plantean las siguientes hipótesis ¿por qué se presenta la exclusión educativa en América Latina si los datos y las cifras demuestran que se ha venido combatiendo a base de democratización? Es esta la pregunta que se infiere en el desarrollo de su reflexión, para encontrarnos con que la democratización ha sido vista como la universalización del acceso a la educación que, además, no es el fruto de iniciativas estatales, sino el producto de los conflictos y la resistencia y la movilización social de los sectores populares.

Al nombrar la barbarie, la escuela realiza su pequeña, aunque fundamental, contribución política a la lucha contra la explotación, contra las condiciones históricas que hacen de las nuestras, sociedades marcadas por la desigualdad, la miseria de muchos y los privilegios de pocos. Aporta a la lucha contra estas condiciones y contribuye a crear otras.

Es en la escuela democrática donde se construye la pedagogía de la esperanza, antídoto limitado, aunque necesario contra la pedagogía de la exclusión que nos imponen desde arriba y que víctimas del desencanto o del realismo cínico, acabamos reproduciendo desde abajo.

Dicho esto la exclusión, que antes se presentaba de manera naturalizada en la puerta de las instituciones educativas, ha sido desplazada por las políticas neoliberales hacia escenarios más internos de la educación y del sujeto mismo: la exclusión ha dejado de ser una situación, para convertirse en una condición del individuo excluido.

Y para terminar cito un fragmento del texto de Gentilli que nos debe concientizar acerca de esta problemática social. “Aquella mañana, el sol tenía un brillo especial. Quizás lo fuera por la risa de Mateo que, ya despierto, me invitaba a revolearme con él, a morderlo, a besarlo, a cantar. Traté de imaginar qué tipo de escuela iba a tener la suerte (o la desgracia) de conocer. No lo sé… Espero que sea una que le permita distinguir la diferencia entre dos pies descalzos, entre un trivial descuido y una brutal negación. Sólo eso. Una escuela que lo ayude a reconocer la diferencia entre dos pies descalzos, y a sentir vergüenza al descubrir que, muchas veces, sólo somos capaces de percibir la existencia de aquel que supuestamente perdió el zapato”. (Gentili, 2011)