Una interesante y legendaria historia que abarca muchos puntos importantes de la historia clásica
Enviado por Christopher • 11 de Diciembre de 2018 • 2.772 Palabras (12 Páginas) • 443 Visitas
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Invadido por la confusión y apaciguado por la euforia, me pregunto –¿Dónde estoy? –. –En todas partes –responden. Mientras pensaba «¿De dónde proviene tan suave y dulce voz?» Cuando del frondoso árbol descendía una bella criatura de cabellera rubia, labios rojos y grandes, y una piel blanquecina como las nubes de esta pesadilla. -Mi nombre es Duriel, soy el arcángel protector de este santuario–. Estupefacto ante tal belleza, que con sus labios estremecía mi boca, sus penetrantes ojos de zafiro penetraban mi ser, logrando ver lo más oscuro de mi corazón. –¿Acaso ni la muerte ha alcanzado este lugar? –pregunte. –Nadie necesita alcanzar un escalón que ya ha sido pisado, la experiencia dicta el equilibrio de este mundo –dijo–. Pero la inquietud no sosegaba su hambre de entendimiento, la desesperación comenzaba a aparecer poco a poco. –De la experiencia me aferro, pero respuesta esta no me entrega. –respondí–. –¿Que buscas impío misionero? –decía con su dulce voz. –Tú sabrás. –desinteresado manifesté–. Hubo un pequeño silencio donde el único sonido era el graznido de dos palomas blancas posadas en el árbol, observando fijamente mis ojos. –Te encuentras en el equilibrio, ni alto, ni bajo, donde los sentimientos juegan y la disposición ahuyenta la profunda amargura–. A lo que escalo velozmente el árbol sin dejar rastro de su estancia.
«Caminos de obstáculos, ¿seré yo el chivo expiatorio de la creación infernal? ¡El mundo se pone en mi contra! El odio no permite utilizarse a merced de tal arma, se esconde en mi corazón ¿O será que este ya ha salido? No hay terremoto tan impetuoso que sacuda mi apariencia con repentina furia, que disipa entre las ventiscas del ocaso que no supieron expresar honestidad en mi nacimiento. El rebaño de ovejas soy, misterioso ¿cuál de aquellas seré? ¿Acaso la negra tendría opción de apaciguar en sus débiles fauces mi alma? ¿Acaso el color define el destino que el oráculo impulsivo propone? Pero agradecimiento del pensamiento fugaz hay que tener, al menos sé, que soy una oveja.»
El aire pesa ante mis hombros, la lejanía distingue oscuridad, en el centro me encuentro, el sol se ostenta rojizo mientras mi cuerpo cubre los rayos y a lo lejos oscuridad. Vivo me siento, no como antes, mis ojos invocan dolor, aclaran sufrimiento, en lo que con furia al piso caigo, mordiendo la débil tierra que mi nariz, escucharía las puertas del infierno. Nuevamente, me recubrían las manos del tártaro y los susurros demoniacos. Para mi desconcierto, el inframundo ante mis pies. Con mis ojos bien cerrados, presiento una inquietud, la melodía profunda y temerosa del inframundo me mantenía inmóvil y expectante a un final infinito. Para mi suerte, una horda de cuerpos sin cabeza marchaba al son del trombón, siguiendo un rastro de sangre que desembocaba en la voz del dolo, “Samael”, encargado de la tortura infernal. Gritos que se intensificaban a cada paso, las temblorosas piernas de os desalmados que dejaban de existir cuando de frente a Samael presenciaban, dejando el amurallado salón con un suave y elegante baile de sangre y tripas en la pared. Al presenciar tan Intenso evento, corrí confundido y alborotado, al juzgar repulsión de mi cuerpo acostumbrado. A punto de echar vuelo estoy, cuando 12 majestuosas alas, 2 negros ojos y una apariencia descuartizada y quemada se muestra ante mis ojos. –¿De qué corres hermano mío? –Seria y tranquilamente me dirigió la palabra. –¡huyo de tu ser y practicas caóticas! –exclame. –No huyas de lo que eres, no corras de lo que te alcanza, porque escapas al mismo lugar, y corres quieto–. Atemorizado, desorbitado, desconocido y perturbado, emprendo vuelo hacia donde la mirada me guiase, por entre sangre, cenizas y paranoia, entre nubes que observan de forma particular y que tocan con una helada sensación vacía, me obligan a descender junto al lago de los suburbios, donde sentado me encuentro, desamparado y expectante a las almas atrapadas bajo el agua.
Fijamente observo los movimientos de su pasar, cuando de repente soy distraído por lo que parecía el inicio de una lluvia desamparada. Pero mi reflejo gritó lo contrario, una lagrima había emprendido viaje desde mis negros ojos, hacia el mundo exterior. Atónito, buscaba una explicación coherente para tal suceso, a lo que me daba cuenta que mis sentimientos estaban cada vez más descubiertos. ¿Podía ser esto posible? El odio iba desapareciendo paulatinamente de mi cuerpo, escapa con la misma magnitud que los cuerpos indefensos del Cerbero, con la misma velocidad con la que Pegaso luchó por su libertad y con unas ganas descontroladas de desalojar un cuerpo que por milenios ha sido su hogar. Tal suceso era inexplicable y peligroso, cualquier ser que a su esencia traicionase, será castigado a toda una eternidad de sufrimiento y oscuridad en las más profundas grietas del infierno. Mi destino pendía de un hilo, y mi existencia cada vez se hacía más borrosa y lejana, llegando al punto de dudar mi pertenencia a este lugar.
Con una gran duda sobre mi espalda, y un largo camino bajo mis pies, emprendo vuelo entre los cálidos volcanes y las caóticas luchas por comida de las alimañas infernales. La ventisca ardiente contra mi frente cubre poco a poco mis ojos con escombros, llegando al punto de nublar mi vista totalmente. Cuando el clima se tranquilizaba, logre ver unas ruinas a lo lejos, un lugar seco, desalmado, que parecía no haberse pisado por más de una eternidad. Grandes rocas destruidas, afiladas, formaban una cueva cuyo contenido era incierto. Con Asombro y duda, decido adentrarme en este lúgubre lugar. Un olor similar al del azufre y unas luces blanquecinas lejanas me dan la bienvenida, sigo avanzando, sigo y sigo. Todo parece tranquilo hasta que las luces se apagan, el olor deja de existir, y la sensación claustrofóbica de la cueva desaparece junto con sus murallas. De repente, sin previo aviso, brota un alma blanca y limpia como su corazón, cuyo rastro de oro alejaba cualquier huella de odio que alguna vez en estos pasadizos hubo. Con mirada imperante y tranquila, observa mi pecho como si mi corazón al descubierto estuviese, mis latidos comienzan a crecer, cada segundo que pasaba, más fuerza este tomaba ¡Mi tórax iba a explotar! Luz encandilante torna mis ojos color negro, en un blanco celestial asombroso, mi piel que a pedazos cae, reluce ante el brillo como si unidos estuviesen, entes comienzan a rondar a mi alrededor, a lo que mis esqueléticas y ardientes alas se convierten, poco a poco, pluma a pluma. Un dolor intenso en mis piernas, anunciaba una metamorfosis próxima, mis garras ingresaban nuevamente a mi piel, provocando un ferviente grito que viaja desde mi estómago hacia mi boca con una fuerza inimaginable, y con un esfuerzo apasionado sale
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