VARIACIÓN SOBRE UN TEMA DE SAN JORGE Y EL DRAGON

...

En ese instante, cuando mordías mi oreja, dijiste un no sin convicción, el mismo adverbio obstinado y cruel pronunciado otras tardes opacadas por la brisa. Desde mi extremo viaje comprendí que empezabas a fortificar tu ciudad para no otorgarla a mis halcones, que el armisticio era fingido y ahora en ese momento tenía yo que hacer el último heroico esfuerzo para traerte a mi lado, vencer a tus invisibles y al parecer invencibles legiones, horadar los muros de tu fortaleza y acceder a la tierra que siempre prometiste sin cederla. Y tenía que ser así, sin parlamentos ni discursos, sin intercesores inútiles. Te volqué nuevamente sobre las turbias sábanas, torcí tus brazos, sorbí el sudor que colmaba tu pecho, intenté separar tus muslos con mis piernas para abrirle paso al ariete, humeante arma que sólo logró atisbar una cálida entrada cubierta de musgo y perfume, antes de que me apartaras con violencia.

Desde algún lugar del cuarto tu San Jorge volvía a reírse por lo bajo mientras el dragón se ovillaba en la cama, con la derrota a punto de brotarle por los ojos.

Desde ese tiempo donde el presente y el futuro han quedado abolidos, aún recuerdo que lloré de rabia y bocabajo advertí que empezabas a vestirte. Un perdóname surgió de tu boca desfigurada por el llanto, y que yo, en una visión fugaz, creí que era un pez, un patético animal con escamas doradas que abría y cerraba desmesuradamente la boca.

Desde el otro lado del puente, desde tu extremo, quizá me recuerdes; desde el mío también pienso en ti, seguro de que algún día, si no es que ya, encontrarás al formidable dragón que acabe aplastando a tu San Jorge.