Planteamientos Ortega y Gasset
Enviado por Diana PA • 3 de Enero de 2018 • Monografía • 4.288 Palabras (18 Páginas) • 503 Visitas
ORTEGA Y GASSET
El tema de nuestro tiempo. Capítulo X: La doctrina del punto de vista. Revista de Occidente, Madrid.
Contraponer la cultura a la vida y reclamar para ésta la plenitud de sus derechos frente a aquélla no es hacer profesión de fe anticultural. Si se interpreta así lo dicho anteriormente, se practica una perfecta tergiversación. Quedan intactos los valores de cultura; únicamente se niega su exclusivismo. Durante siglos se viene hablando exclusivamente de la necesidad que la vida tiene de la cultura. Sin desvirtuar lo más mínimo esta necesidad, se sostiene aquí que la cultura no necesita menos de la vida. Ambos poderes, el inmanente de lo biológico y el trascendente de la cultura, quedan de esta suerte cara a cara, con iguales títulos, sin supeditación del uno al otro. Este trato leal de ambos permite plantear de una manera clara el problema de sus relaciones y preparar una síntesis más franca y sólida. Por consiguiente, lo dicho hasta aquí es sólo preparación para esa síntesis en que culturalismo y vitalismo, al fundirse, desaparecen.
Idea principal: Vida y cultura, dos caras de la misma moneda.
Estructura: Contraponer vida y cultura para dar más importancia a una de ellas sobre la otra es una tergiversación.
Durante siglos se ha dado más importancia a la cultura que a la vida.
Sin embargo, la cultura no necesita menos de la vida que viceversa.
Solamente desde este planteamiento se puede llegar a una síntesis entre culturalismo y vitalismo.
Recuérdese el comienzo de este estudio. La tradición moderna nos ofrece dos maneras opuesta de hacer frente a la antinomia entre vida y cultura. Una de ellas, el racionalismo, para salvar la cultura niega todo sentido a la vida. La otra, el relativismo ensaya la operación inversa: desvanece el valor objetivo de la cultura para dejar paso a la vida. Ambas soluciones, que a las generaciones anteriores parecían suficiente, no encuentran eco en nuestra sensibilidad. Una y otra viven a costa de cegueras complementarias. Como nuestro tiempo no padece esas obnubilaciones, como se ve con toda claridad el sentido de ambas potencias litigantes, ni se aviene a aceptar que la verdad, que la justicia, que la belleza no existen, ni a olvidarse de que para existir necesitan el soporte de la vitalidad.
Idea principal: El racionalismo y el relativismo son las corrientes filosóficas que encarnan la oposición entre cultura y vida.
Estructura: El racionalismo da más importancia a la cultura, mientras que el relativismo hace lo contrario.
Ambas posturas, que hasta ahora parecían suficientes, hoy día son vistas como erróneas porque la cultura (la verdad, la justicia, la belleza, etc) existe; pero para ello es necesaria la vida.
Aclaremos este punto concretándonos a la porción mejor definible de la cultura: el conocimiento. El conocimiento es la adquisición de verdades, y en las verdades se nos manifiesta el universo trascendente (transubjetivo) de la realidad. Las verdades son eternas, únicas e invariables. ¿Cómo es posible su insaculación dentro del sujeto? La respuesta del racionalismo es taxativa: sólo es posible el conocimiento si la realidad puede penetrar en él sin la menor deformación. El sujeto tiene, pues, que ser un medio transparente, sin peculiaridad o color alguno, ayer igual a hoy y a mañana por tanto, ultravital y extrahistórico. Vida es peculiaridad, desarrollo; en una palabra: historia. La respuesta del relativismo no es menos taxativa. El conocimiento es imposible; no hay una realidad transcendente, porque todo sujeto real es un recinto peculiarmente modelado. Al entrar en él la realidad se deformaría y esta deformación individual sería lo que cada ser tomase por la pretendida realidad.
Idea principal: Las razones del racionalismo y del relativismo.
Estructura: Como una de las manifestaciones más importantes de la cultura es el conocimiento, los argumentos se van a centrar en él.
Argumento del racionalismo: Existe una realidad transcendente (fuera del sujeto), cuyo conocimiento da origen a una verdad eterna, única e invariable; dicha verdad solamente puede ser percibida por un sujeto pasivo que se limite a reflejar la realidad tal cual es, como si se tratara de un espejo. Dicho sujeto no estaría influenciado por la cultura a la hora de percibir la realidad.
Argumento del relativismo: La verdad (el conocimiento) es imposible, no hay una realidad trascendente (fuera, más allá del sujeto), porque el sujeto al percibir la realidad la deforma y esa deformación es lo que para cada cual es la realidad.
Es interesante advertir cómo en estos últimos tiempos, sin común acuerdo ni premeditación, psicología, biología y teoría del conocimiento, al revisar los hechos de que ambas actitudes partían, han tenido que rectificarlos, coincidiendo en una nueva manera de plantear la cuestión. El sujeto, ni es un medio transparente, un “yo puro” idéntico e invariable, ni su recepción de la realidad produce en ésta deformaciones. Los hechos imponen una tercera opinión, síntesis ejemplar de ambas. Cuando se interpone un cedazo o retícula en una corriente, deja pasar unas cosas y detiene otras; se dirá que las selecciona, pero no que las deforma. Ésta es la función del sujeto, del ser viviente ante la realidad cósmica que le circunda. Ni se deja traspasar sin más ni más por ella, como acontecería al imaginario ente racional creado por las definiciones racionalistas, ni finge él una realidad ilusoria. Su función es claramente selectiva. De la infinidad de los elementos que integran la realidad, el individuo, aparato receptor, deja pasar un cierto número de ellos, cuya forma y contenido coinciden con las mallas de su retícula sensible. Las demás cosas (fenómenos, hechos, verdades) quedan fuera, ignoradas, no percibidas. Un ejemplo elemental y puramente fisiológico se encuentra en la visión y la audición. El aparato ocular y el auditivo de la especie humana reciben ondas vibratorias desde cierta velocidad mínima hasta cierta velocidad máxima. Los colores y sonidos que quedan más allá o más acá de ambos límites le son desconocidos. Por tanto, su estructura vital influye en la recepción de la realidad; pero esto no quiere decir que su influencia o intervención traiga consigo una deformación. Todo un amplio repertorio de colores y sonidos reales, perfectamente reales, llega a su interior y sabe de ellos. Como con los colores y sonidos acontece con las verdades. La estructura psíquica de cada individuo viene a ser un órgano preceptor, dotado de una forma determinada que permite la comprensión de ciertas verdades y está condenado a inexorable ceguera para otras. Asimismo, cada pueblo y cada época tienen su alma típica, es decir, una retícula con mallas de amplitud y perfil definidos que le prestan rigurosa afinidad con ciertas verdades e incorregible ineptitud para llegar a ciertas otras. Esto significa que todas las épocas y todos los pueblos han gozado su congrua porción de verdad, y no tiene sentido que pueblo ni época algunos pretendan oponerse a los demás, como si a ellos solos les hubiese cabido en el reparto la verdad entera. Todos tienen su puesto determinado en la serie histórica; ninguno puede aspirar a salirse de ella, porque esto equivaldría a convertirse en un ente abstracto, con íntegra renuncia a la existencia.
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