Informe el 12 planeta

...

Al principio de este documento he señalado que existe un gran diferencia entre Zecharia Sitchin y los demás escritores que han popularizado esta idea. Esta diferencia se nos presenta de manera evidente al leer sus trabajos. La documentación y el esfuerzo que demuestra este trabajo, refleja los 30 años que el autor ha invertido investigando antes de empezar a publicar. El libro presenta una gran cantidad de mapas, fotografiás, así como referencias a textos antiguos, que vienen bien referenciados, junto con una extensa bibliografía al final del tomo. Toda mención cualquier texto mítico o tablilla, así como toda afirmación viene bien referenciada, de manera que nada es susceptible de ser inventado, y toda especulación es señalada como tal.

Presenta también una verosimilitud apasionante y expresa de forma racional y ordenada las pruebas que corroboran las hipótesis de Sitchin de tal manera que resulta evidente que las críticas que ha recibido de parte de la comunidad científica evidencian que ni siquiera, aquellos que lo critican se han molestado a leer con atención sus libros, y que, en vez de eso, lo han arrojado con desprecio directamente al cubo de “seudocientíficos” y “ufólogos”. Sin embargo, algunas de las especulaciones del autor referentes a la naturaleza y origen del sistema solar, han sido confirmadas por la ciencia desde la primera edición del libro. Los astrónomos siguen buscando el llamado “Planeta X”, un supuesto cuerpo celeste más allá de Plutón que explicaría las irregularidades de las órbitas de los planetas más alejados de nuestro sistema. Este hecho le otorgó gran popularidad al autor de este libro, como es lógico. Además, los últimos descubrimientos en referencia al ADN en 2001, revelaron que “algo ocurrió” en nuestra evolución, obteniendo de manera repentina 223 genes que no tienen predecesor alguno en el árbol evolutivo genómico, y que de hecho, ni siquiera aparecen en toda la fase de evolución de los vertebrados. Estos genes, curiosamente, implican a importantes funciones fisiológicas y cerebrales peculiares de los seres humanos, y cuya presencia los científicos solo pudieron explicar mediante una “probable trasferencia horizontal desde las bacterias bastante reciente” (Nature nº 409).

Si la obra de este autor choca frontalmente con la ciencia oficial, es por la interpretación más literal de lo que la historia ha llamado “mitología”, que en muchos casos, tal y como demuestra el autor, con una adecuada interpretación puede explicar de una manera completamente diferente muchos acontecimientos del pasado que ahora no entendemos, y que de esta otra forma, toman un sentido diferente y inevitablemente coherente.

Lo que este libro plantea, en el fondo, va más allá de si existe otro planeta más en el Sistema Solar, o de si el hombre ha sufrido una intervención extraterrestre. Nos recuerda que hemos leído e interpretado la historia en un sentido, y hemos olvidado muchos factores a los que restamos importancia.

Hace un par de años mi profesora de filosofía me explicaba el cambio de pensamiento mítico a pensamiento racional. Esto me pareció básicamente una manera de decir que durante mucho tiempo, el hombre no buscaba respuestas, las inventaba. Esa clase me generó muchas dudas y reflexiones, ya que no entendía que siendo nosotros los mismos “animales” ahora que hace 3000 años, tuviéramos un comportamiento y una manera de entender el mundo y de pensar tan diferentes.

Podía entender que en un estado de conocimiento primitivo, pudiéramos considerar a algo como el Sol un ser sobrenatural. Pero de ahí a “inventar” panteones de centenares de dioses, describir sus vidas, sus trifulcas y conflictos, y sus comportamientos, en muchos casos carentes de toda moral, y además considerar aquello completamente cierto de manera literal, me parecía algo surrealista.

¿Porqué hace 3000 años íbamos a llenar páginas y páginas de literatura -algo que no se podía hacer con tanta facilidad como ahora- hablando sobre fenómenos y personajes fantasiosos? ¿Porqué los antiguos Egipcios iban a llenar sus muros de figuras y referencias a sus Dioses, e iban a construir templos de gran complejidad y monumentos a figuras que carecían de referente real? ¿Porque las antiguas culturas dedicaban tantos esfuerzos de todo tipo a algo que ahora nosotros consideramos “fábulas”?. ¿Realmente para ellos eran fábulas?, ¿Realmente esa ingente cantidad de deidades eran alegorías y metáforas a fenómenos naturales, o meras maneras de justificar el poder de algunos y no tenían ni habían tenido jamás ningún referente físico?

Este libro, más allá de de plantear unas teorías más o menos verosímiles, o más o menos refutables, permite hacer una reflexión sobre la lectura que estamos haciendo sobre los hechos históricos y la mitología, y nos abre la mente y el pensamiento a otras posibilidades que la ciencia oficial ha tachado de buen principio de ciencia ficción. Pero pensándolo bien no resulta tan descabellado, ya que de haber ocurrido realmente un contacto extraterrestre en el contexto social, cultural y tecnológico de la antigüedad, ¿de que otra forma podría haber llegado a nosotros, sino en forma de lo que nosotros llamamos mitología? Una mitología que, por otra parte, acabó originando religiones monoteístas que han determinado de manera evidente el desarrollo histórico de la humanidad. El impacto parece importante...¿Verdad?