Introducción, traducción directa y notas de Carlos Montemayor
Enviado por Jillian • 18 de Diciembre de 2018 • 27.434 Palabras (110 Páginas) • 313 Visitas
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II
Safo fue la primera mujer que comprendió el arte poético y musical de su tiempo y, también, la primera en comprender su mundo. No empleó su arte para hablar como y de lo que los hombres hablaban; lo renovó, lo dulcificó, para decir lo que ellas creían. Al lado de los héroes combatientes y sagaces de Hornero; de los dioses que se burlan de Afrodita y a la que incluso hieren en combate;[17] al lado de la poesía civilizadora y religiosa de Hesíodo, útil para la producción y la vida de la comunidad; frente a los ideales de la polis o del comercio, Safo entroniza los valores individuales con que las mujeres refinadas de Lesbos se miden, aman, piensan. Elogia a la que sobresale como la luna entre las estrellas, a las vírgenes que tejen guirnaldas o que danzan bajo el altar de la Diosa o que cantan con voz más dulce. A la mujer que reclama la presencia de las Gracias, de las Musas, de Afrodita. A la que llora por Adonis y pide que todas desgarren sus vestiduras por él, puesto que es el Amante. A las más sabias, más tiernas, más ágiles. A aquellas cuya mayor dignidad es asemejarse no a un dios ni a un héroe, sino a una diosa.
Esto fue posible por una actividad secular de refinamiento en Lesbos, por elevarse sobre una reconocida grandeza femenina entre los eolios. Hornero mismo había destacado ya la belleza incomparable de las mujeres lesbias y su destreza en las labores de tejido,[18] arte en el que Helena representó el combate de Troya con gran realismo,[19] en el que Penélope cimentó su capacidad de espera y resistencia, al que Safo aludió en el enamoramiento de una niña[20] y Horacio en el de Neóbule,[21] y al que aun se entregaban algunas diosas, como Circe.[22] Esta laboriosa tradición de "tejidos" (guirnaldas rituales, collares de adorno, mascadas, vestidos, peinados, etc.) debió ser la contrapartida de un alto sentido social de lujo, que acaso entrañaba lo "gracioso" o "natural", si releemos la forma en que trató de persuadir a su hija Ciéis sobre qué tipo de adornos le convenía a una muchacha rubia o a una morena.[23] Por ello es comprensible el reproche al enamorarse de una mujer que no sabe vestirse o cubrirse los tobillos,[24] o celebrar que una muchacha se ponga una túnica blanquísima a cuya sola vista se desata el deseo.[25] Como entre los venecianos, el alto refinamiento del atavío se correspondió con el de las relaciones, la danza, la música y el canto. Sin este fundamento secular, difícilmente una mujer como ella habría considerado un grupo de valores (aunque para otra época pudieran tener un sentido distinto) tan naturalmente propios y, por ello, universales.
Más importante y dilatado en su obra es el mundo religioso que matiza las artes, el amor y la voluptuosidad: el reino de las Gracias, las Musas y Afrodita, en que el amor de la mujer hacia la hija, las diosas, el hombre o hacia sí misma, debe entenderse. En esto, la educación de la mujer reviste una gran importancia. Sabemos que hubo competidoras de Safo en escuelas semejantes y conocemos el nombre de otras poetisas, lo que habla de singulares condiciones culturales en el mundo femenino de Lesbos.
La naturaleza de esos centros educativos o thiasos es incierta. Algunos los consideran semejantes a las escuelas de los neosofistas, otros los empa-rentan con los centros iniciáticos de varios pueblos "primitivos" donde preparaban a las doncellas para su vida matrimonial; el thiasos sáfico sería su etapa desarrollada.[26] Tales opiniones quieren apoyarse en poemas como los Epitalamios, que son, a final de cuentas, la novena parte de su producción. Safo llamó a su escuela casa de las Musas,[27] aunque entre éstas ninguna fue patraña de la maternidad o del matrimonio. Por otro lado, el canto celebra las bodas, no la maternidad; al placer del amor de una pareja, no la procreación. El himeneo, fuera de los Epitalamios, suele ser trágico.[28] En ningún fragmento se hace referencia a que se deseen muchos y rollizos hijos; por el contrario, se celebra el placer de acercarse a la belleza, al pudor, a la virgen, el amor de una muchacha codiciable a la que Afrodita no hubiera olvidado distinguir. Esta idea,[29] además de remitirnos a la belleza física, lo hace a la actividad real del thianos: la poesía, la danza, la música. No basta, pues, con decir que sus antecedentes fueron centros iniciáticos "primitivos", puesto que ello es recalcar sus diferencias. Sólo podemos afirmar que se trataba de escuelas para vírgenes lesbias que se educaban en distintas artes, con un alto desarrollo emocional; que la participación de coros de música, canto y danza en festividades civiles y religiosas era tan elevada que fue necesario profesionalizar maestros y directores para coros de muchachos y muchachas de cierta condición social. Todo esto enmarca la escuela sáfica y la labor de Safo como educadora.
Ill
Es conveniente, al situar el amor como su tema poético, recordar la ruptura que significó el surgimiento de la lírica. Hasta Hornero, la poesía había sido escrita por dioses o por algunos hombres cuyo perfil se desdibujaba en un horizonte legendario, siempre unidos al culto de un dios o héroe. Pero todos cantaron el destino de los pueblos o de los dioses, los sucesos de guerra, las fundaciones de ciudades. Todo su entusiasmo lo pusieron al servicio de "lo otro". La poesía lírica, en cambio, empezó a cantar lo cotidiano; ya no un mundo de valores eternos, sino la vida mezquina, menesterosa, colmada de contradictorias pasiones y ternuras. Arquíloco, Hiponacte, Mimnermo, Alceo, constituyen los hitos de ese legado de la poesía eólica, en el que Safo es un momento primordial no sólo por el alto grado de consolidación que la vida íntima alcanzó en su obra, sino por haber sido también la vida de la mujer; no de lo femenino, sino del ser cotidiano, real.
No hizo poesía política, como Alceo, a pesar de haber padecido las mismas guerras civiles e incluso el destierro; su exilio sólo recuerda los cantos y las fiestas rituales, nunca la guerra.[30] Como Afrodita, que rapta a Paris de la contienda para llevarlo al lecho con Helena,[31] Safo permanece fiel a su orbe amoroso y no se atreve a rebasar su frontera. En vez de ejércitos, expresamente prefiere contemplar el rostro de Anactoria.[32] A contracorriente del juicio de reprobación moral y política que Helena merecía a los ojos de los griegos, demuestra con ella que lo más bello es lo que uno ama, pues la belleza y el amor se funden. Pero Helena ama a París, a un hombre: Safo a una muchacha, a Anactoria. Con lo cual no privilegia el amor femenino por el hombre o por la mujer; comprende a ambos, lo que es coherente con cierto orden de la mitología
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