Las miserias del porceso penal

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El autor muestra que mediante el derecho penal y en especial la pena ha sido la forma que hemos encontrado de darle un remedio al pasado. Sin embargo, se debate en manos de quien se debe poner la balanza de la justicia, si en las del juez que debe sancionar una conducta con una pena que puede ser justa o no, o en manos del legislador que buscaba prevenir a los ciudadanos de las consecuencias de desobedecer la ley. Para evitar errores surge una multiplicación de los tipos penales para que se pueda aplicar el que más se asemeja a la situación en concreto por lo que el juez debe ser un jurista, pero su mayor peligro es olvidar al hombre en ese presente que representa su pasado y futuro. Y es allí donde el juez debe decidir basado en la historia si el imputado es inocente o culpable, aunque puede tener la situación donde no sabe que escoger donde debería aplicar la ley que habla de la absolución por insuficiencia de pruebas, donde el imputado no se le declara culpable pero tampoco inocente, simplemente se dice que el juez no tuvo la lumbrera necesaria para decir certeramente sin que esto conlleve a que el proceso termine porque aun así el imputado continua siendo imputado por toda la vida. Sin embargo, se llega a un callejón sin salida donde se tiene la opción de mentir y declarar la culpabilidad de alguien cuando no estamos convencidos o declarar que la justicia fue impotente en ese caso. Pero ¿qué pasa cuando se declara la inocencia del imputado? ¿queda sometido a un daño irreparable del que no se sabe si la contraparte lo causo intencionalmente o solo fue un error? Se debe tener en cuenta que toda absolución, excluida la absolución por insuficiencia de pruebas, implica un error judicial, pero para ello el proceso ofrece otros recursos o filtros.

Cuando el proceso termina con absolución el proceso también termina, pero cuando termina con condena el proceso no queda cerrado porque se puede ordenar su revisión, reapertura, solo que se traslada a una penitenciaria el cual es un lugar lleno de enfermos que muchas veces tienen un diagnóstico equivocado, pero nadie se percata de ello.

Se dice que la pena no solo es para ayudar al culpable sino también para que los demás ciudadanos vean las consecuencias y no se vean tentados a delinquir, en pocas palabras la función represiva y la función preventiva donde la primera no debería servir para ayudar a la segunda. Y aunque la pena deba ser un castigo para el imputado que la sociedad pedía, esta debe ayudarlo también reintegrarlo cuando termine su castigo. Y su castigo termina con una liberación física, pero puede que no una espiritual, aunque cuando la persona sale a la libertad el mismo Estado que quiso corregirlo y la sociedad en general son los primeros en darles la espalda porque quedan marcados de por vida y por ello ese castigo queda prolongado hasta el final. Y peor aún para los que tienen que cumplir una pena de privativa por el resto de su vida, no tienen la mínima esperanza de una nueva oportunidad.

Concluyendo se ha querido usar el derecho penal, en la mayoría de los casos, por los hombres para alcanzar una paz donde los que alteran el orden social deben ser separados de los que quieren una paz, pero esto los ha llevado a un grado de incivilidad y su mayor perjuicio se ve en el proceso penal porque la responsabilidad de la civilidad radica en la sociedad y más allá de la justicia de los hombres está la caridad, el respeto, el amor, el cual solamente une.