Orgullo y Prejuicio.

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El romance, el patriarcado y los albores del capitalismo, se entrelazan en esta novela mediante la fina y elegante ironía que caracterizaba a la obra de Austen, donde el matrimonio, las diferencias entre clases sociales, el discurso de la domesticidad y la posición social de la mujer se asumen y se cuestionan al mismo tiempo.

Austen, de alguna manera impregna a Elizabeth que aunque es cierto que busca un marido, no busca un hombre que tenga sustento para mantener a su familia, sino que ve más allá de esto, la señorita Bennet busca una persona que la complemente y que no necesariamente tenga que estar siempre de acuerdo con ella, es decir que ella busca a alguien que no tenga las costumbres de la sociedad, y todas estas cualidades las encuentra en el señor Darcy.

A la protagonista se le da autonomía, es decir, se deja que piense y que tenga sus propios criterios, crea una inteligencia que le ayudará a solucionar los problemas de las situaciones en las que está metida.

En conclusión, es increíble que una obra que tenga tantos años, aún tenga similitud en ciertos puntos con la sociedad actual. Austen fue una mujer arriesgada al escribir ese tipo de obra, en esa época. En un plano donde los hombres debían ser los héroes y las damas las sumisas, Austen los transforma en lo que son, seres reales, con sus virtudes y defectos, con una sociedad interesada pero en donde el amor lo puede por sobre todas las apariencias.

Hay un estilo virtuoso a la hora de narrar, donde nos va sumergiendo en las frivolidades y pensamientos de personajes tan diferentes y atrayentes que no te dejan indiferente, paisajes atractivos y bien detallados que nos brinda una época de costumbre, emociones, amoríos y realidad.

Información tomada de: https://revistas.ucm.es/index.php/INFE/article/viewFile/41148/39360