“Tenochtitlán: entre la leyenda blanca y la leyenda negra”.
Enviado por John0099 • 16 de Marzo de 2018 • 1.870 Palabras (8 Páginas) • 392 Visitas
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En un artículo de Allen Cordero “La astucia poética de José León Sánchez (A propósito de Tenochtitlán)”[5] se menciona que la novela de este autor se inscribe en una corriente de reivindicación de lo indígena latinoamericano, por colocarnos en medio de la última batalla de los aztecas, y que ...por más reservas que tengamos sobre los propios aztecas, al constatar que posiblemente ellos cavaron su propia tumba, al mismo tiempo, nos hace elegir entre uno y otro bando en el conflicto a muerte por la defensa de la tierra y la cultura asentada en ella. (p. 109). Es aquí donde radica uno de los puntos que más me captó la atención de esta novela, ya que precisamente el autor indudablemente nos coloca en esa posición, al presentarnos figuras de gran relevancia como Matla, primera en mando de la Casa de las Guerreras, de identificarnos, en mi caso, con el bando azteca, ensalzando la valentía y orgullo de ese pueblo, poniendo en voz de los propios españoles palabras de asombro: Diálogo entre Ixtlixóchitl y Cortés. -Pasar hambre es la primera lección que un guerrero de Tenochtitlan aprende desde que ingresa en la escuela de guerreros... Hambre, sueño, sed cansancio...- ¡Soldados del Sol...! –exclamó Cortés con admiración. –Sí señor capitán, guerreros del Sol... (350, 51).
De la toda la información antes citada es posible llegar a varias conclusiones con respecto a la novela Tenochtitlán. En primera instancia es innegable, por tanto que el mismo autor lo declara, que esta narración pretende dar la versión de la leyenda negra muchas veces ignorada. Los españoles son presentados como seres amorales, que en su búsqueda insaciable de oro, pasan por encima de miles de vidas. Si pensamos que en este caso, los seres racionales, provenientes de una civilización más moderna y “avanzada” eran los españoles, no se puede ver de la misma forma los actos realizados por los aztecas, ya que su cultura, sus creencias, no los hacía brutales y salvajes, ya que para ellos sus acciones se hallaban respaldadas por las mismas. Es decir, no es válido, a mi parecer, el punto de vista que propone la conquista de Cortés como aquella, en la que se pretendía dominar a una civilización de seres sin alma, bárbaros y convertirlos a la fe cristiana. La misma novela muestra la contradicción entre el discurso de los conquistadores y su comportamiento, haciendo verlos a ellos como los salvajes. Si bien la conducta indígena abarca actos que ante nuestros ojos pueden ser considerados brutales, era su paradigma y sus costumbres, como lo hace entre ver el autor, y su guerra era en defensa propia de sus vidas. Los españoles cometieron actos sangrientos sólo por su afán de riqueza: ... Les habían contado, les habían enseñado que era tierra del oro, que los señores dormían sobre bultos de oro. Bajaron por el río con sus caballos, con su Virgen María (...) Y en su santísimo nombre les quemaron la lengua hasta la garganta a los regionales que no pudieron recitar el Ave María y el Padre Nuestro. Jugaron el juego de la pluma con sus espadas, lanzaban un niño pequeño al aire y hacían apuestas a ver cuántas veces lo podían cortar antes de que cayera a la tierra, con el filo de sus espadas (p. 320). En el último capítulo cuando ya han apresado a Cuanhtémoc se aprecia de manera clara esa hambre por el oro que tenía Cortés: -Llevadle a rastras, encerradle con cadenas. ¡Que nos diga dónde está el oro o morirá! (...) -¿Os ha dicho donde escondió el oro y las otras joyas? –preguntó Cortés expectante. (...) –Continuad con la tortura hasta que toda la carne le arda. El, como señor de México, sabe dónde está el oro escondido... (p. 408, 410).
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TENOCHTITLÁN
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