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LA GLOBALIZACIÓN Y EL ESCAPE MÁS GRANDE

Enviado por   •  27 de Mayo de 2018  •  1.871 Palabras (8 Páginas)  •  314 Visitas

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Brothers, de modo que si le fijamos un precio no estaremos comparando cosas iguales y subestimaremos los precios en el país pobre respecto del país rico.

No quiero dar la impresión de que las comparaciones internacionales son imposibles, o que siempre están sujetas a márgenes de error muy grandes. CITA

En 1949 mi mentor en la Universidad de Cambridge, Richard Stone, preguntó: “¿Por qué queremos comparar a los Estados Unidos, digamos, con la India o China? ¿Qué posible interés existe en ello? Todo mundo sabe que un país es muy rico en términos económicos y otro muy pobre; ¿acaso importa que el factor sea 30 o 50 o lo que sea?” Tanto China como la India están mucho mejor ahora que en 1949, y los medios de comunicación, para no mencionar el pentágono y el Departamento de Estado, están interesados permanentemente en saber si la economía china ha rebasado o no a la estadunidense.

Nos hemos acostumbrado a un mundo de crecimiento económico y de reducción en las diferencias entre países, al menos si vivimos en el mundo rico y si nacimos después de 1945. Los estándares de vida altos son normales y esperamos confiadamente más crecimiento económico. Las diferencias en ingresos y en salud entre países se han reducido; viajar es ahora más rápido, más barato y más fácil, y la información está disponible en todas partes y de manera instantánea.

Las tasas de crecimiento en los países pobres no han sido más bajas que las de los países ricos, y en ocasiones han sido más altas, pero mientras algunos países han crecido rápidamente y están en el camino para alcanzar a los ricos, otros se han retrasado más y más. La diversidad de la experiencia de crecimiento han sido capaces de aprovechar las oportunidades para cerrar la brecha con respecto a los países ricos.

CRECIMIENTO, SALUD Y EXPLOSIÓN DEMOGRÁFICA

La explosión demográfica causó alarma general en los años sesenta entre el público general, al menos en los países ricos y también entre los políticos, los académicos, las fundaciones y las organizaciones internacionales. Gran parte de la preocupación era humanitaria; muchos países pobres ya parecían tener dificultades para alimentar a sus ciudadanos, por lo que añadir otros millones seguramente empeoraría aún más las cosas. Era como si una familia pobre habiendo batallado y encontrado justo lo suficiente para un alimento magro, encontrara a la puerta de la casa a una docena de familiares hambrientos. El hambre masiva acechaba. Quienes visitaban la India se horrorizaban en particular por la obvia para ellos, sobrepoblación y se quedaban anonadados ante la expectativa de que esa masa se le agregara cientos de millones de seres más.

La seguridad nacional también era una preocupación. Sin duda, la creciente pobreza suministraría un terreno fértil para los comunistas, como ya había sucedido en China, y los Estados Unidos y sus aliados necesitaban hacer lo que pudieran para impedir el efecto dominó. Seguramente otros motivos menos atractivos también contribuyeron a ello. Las preocupaciones acerca de la “calidad” de la población habían sido un foco de atención del movimiento eugenésico desde hacía tiempo.

¿Por qué se debía pensar de manera tan universal que más personas significaba personas más pobres? Puede parecer obvio que si los alimentos del mundo y otros bienes se comparten entre más personas habrá menos para cada quién. Los economistas gustan de llamar esto la falacia de cantidad: la noción de que existe una “cantidad” de “cosas” fija, de suerte que el empobrecimiento que proviene de añadir números es simplemente una cuestión de aritmética, precisamente como en el caso de la familia pobre que tiene visitantes inesperados para la cena. Por supuesto, incluso esta analogía se invalida si los visitantes inesperados traen alimentos consigo, de modo que la cena comunitaria bien puede ser mejor que la cena originalmente prevista.

También es necesario reconocer que los niños africanos y asiáticos que estaban causando la explosión demográfica eran, en la gran mayoría de los casos, niños cuyos padres los querían traer al mundo.

Finalmente, necesitamos preguntarnos si deberíamos preocuparnos por la desigualdad mundial, y si es así, por qué. Dentro de un país, la desigualdad nos dice algo acerca de la justicia: si todos los ciudadanos de un país quiénes, les guste o no, tienen que pagar impuestos y obedecer las leyes y las políticas del país, están obteniendo recompensas razonables en concordancia con sus obligaciones. El filósofo Ronald Dworkin ha escrito: “Una comunidad política que ejerce dominio sobre sus ciudadanos, y demanda de ellos lealtad y obediencia a sus leyes, debe tomar una actitud imparcial, objetiva hacia todos ellos”. Cierto, distintas personas adoptan puntos de vista diferentes acerca de lo que la justicia requiere de la distribución del ingreso, y sobre si la elevada y creciente desigualdad de los Estados Unidos es en sí misma injusta, pero ésta es una parte clave de las discusiones nacionales sobre la desigualdad del ingreso, sobre si se debe hacer algo acerca de ello, y, en caso positivo, qué es lo que se debe hacer.

La situación internacional es diferente. No existe un gobierno mundial al cual la gente deba lealtad o que tenga la capacidad de afrontar las desigualdades internacionales que, podría argumentarse, son injustas. La medición de la desigualdad internacional no es parte del apoyo estadístico a la política internacional en la misma forma en lo es para la política nacional. De hecho, no existen estadísticas oficiales sobre la desigualdad de ingreso global entre individuos, y quizá este tema es uno de los que tendría que dejarse a la curiosidad de los académicos en específico. Hay mucho de verdad en esto, pero también hay contraargumentos.

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