La naturaleza humana como fundamento de la ética

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Lo propio del ser humano: su racionalidad.

La persona humana para realizarse debe actuar conforme a su naturaleza, tiene una parte que comparte con los vegetales y animales, a la cual la llamamos animal. Por otra parte ejerce dos actividades exclusivas, que lo destacan entre el resto de los vivientes: piensa, a través de su inteligencia y elige libremente, a través de su voluntad. A estas actividades las llamamos racionalidad.

Cuando el ser humano se comporta de forma racional es maduro. El hombre, como lo comentan Zagal y Galindo (2007): “Alcanza el equilibrio entre sentimientos, emociones, instintos e inteligencia. El ser humano puede abusar de su naturaleza y comportarse irracionalmente causando un desequilibrio. La resaca después de una noche de copas es una manifestación fisiológica de que se ha roto un orden natural. Bienvenido a la cruda realidad. En cambio, las hormigas no abusan de su naturaleza: no pueden causar un desequilibrio natural en su comunidad o su organismo, pues sus instintos las dirigen rectamente”.

Y continúan diciendo: “El hombre a través de la razón domina la naturaleza. Es lento pero fabrica vehículos más veloces que el sonido; carece de pelaje pero utiliza vestidos; le faltan garras pero forja espadas. La racionalidad nos coloca por encima del resto del mundo natural. No son ni sus facultades sexuales, ni sus potencias locomotoras, ni su fortaleza física, lo que lo ubica en la cumbre de los vivientes. Si el ser humano hubiera apostado a su animalidad, hace tiempo que se hubiera extinguido. Requiere de su racionalidad para sobrevivir. Las facultades animales del ser humano son medios que sirven a nuestra racionalidad. Éste es el orden natural”.

El cuerpo humano

El cuerpo humano además de cumplir funciones orgánicas como el cuerpo de los animales, cumple funciones no orgánicas, mencionadas por Yepes y Aranguren (2003): “trabajar, pensar, querer, hablar…Existe una gran unidad entre el cuerpo y la inteligencia. En el cuerpo la biología está al servicio de las funciones intelectivas. Hay una correspondencia entre la inteligencia y la morfología del cuerpo. Esto se advierte en primer lugar en que es un cuerpo no especializado, sino que está abierto a una indeterminada cantidad de posibilidades: no tiene un lugar donde vivir, sino que puede ocupar todo el globo; se viste, y construye casas; utiliza las manos para adaptar el mundo humanizándolo; su cara es expresiva y se le llama rostro; sonríe; anda erguido y por eso puede ocupar los brazos en otras actividades; es corporalmente comunicativo; puede hablar, usar o fabricar instrumentos, mirar de frente al mundo, hacer gestos simbólicos, etc. Si no tuviéramos un cuerpo adecuado para realizar funciones intelectuales, éstas se quedarían atenazadas, no pudiéndose expresar en el mundo que habitamos”.

Conclusión

Se percibe a la ética como: “un peso, como un fardo, una terrible piedra que debemos cargar los seres humanos. Como una ética de la negación: no pienses, no veas, no hagas. No, no y no. Como una ética de esclavos y no de personas libres” (Zagal & Galindo, 2007). Sin embargo, la ética fundamentada en la naturaleza humana es una poderosa herramienta que ayuda al ser humano a alcanzar la felicidad para la que está hecho.

Bibliografía

Yepes Stork, R., & Aranguren Echeverría, J. (2003). Fundamentos de Antropología. Un ideal de la excelencia humana. Barañáin (Navarra) - España: EUNSA.

Zagal, H., & Galindo, J. (2007). Ética para adolescentes posmodernos. México: Publicaciones Cruz O.S.A.

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