¿Qué significa guerra de divisas? Habitualmente el mercado global trabajaba con una sola moneda para transacciones comerciales y los países solían acumular reservas en esa moneda

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en el costo del dinero no es el único hilo que se mueve en una devaluación, pues ésta implica además impulsar el nivel de precios, las tasas de interés y por consiguiente se afecta el bienestar de un pueblo.

En la primera reunión del Foro Económico Mundial en 2011, los líderes ahí presentes coincidieron en que el planeta ya había superado la crisis; pese a ello, admitieron que se enfrenta un terrible encarecimiento de las materias primas y la posibilidad de guerras comerciales y monetarias que recrudecerían aún más el panorama de desequilibrios sociales (pobreza y marginación). En este escenario nuestra nación se ha mantenido al margen. Desde noviembre del año pasado descartó entrar a la manipulación del tipo de cambio; en su momento el Secretario de Hacienda comentó que México no estaría dispuesto a sacrificar la estabilidad financiera y de precios de los últimos 10 años con tal de acelerar las exportaciones.

Cabe señalar que aun así, en 2010 nuestro país terminó con un récord exportador y con un crecimiento del cinco por ciento. Además Hacienda señala que el peso mexicano aún muestra una depreciación alcista en términos reales. En los primeros meses de 2011 la moneda azteca ha registrado una importante apreciación que la llevó hasta niveles máximos de más de dos años y a diferencia de lo que ocurre en otros sitios, nuestras autoridades se han abstenido de limitar los flujos de capital que la han fortalecido.

LOS EJEMPLOS DE MÉXICO

Toda guerra trae consecuencias positivas y negativas. Cuando se sostiene una moneda devaluada de forma artificial, se podrá generar un mayor impulso en el comercio exterior; no obstante también se inhibe el nivel de vida de la población frente al resto del mundo. El salario, el poder de compra, los altos precios de los productos importados y el crédito impactan negativamente en la economía real.

México es un ejemplo de las dos caras de esta situación. En el sexenio de Salinas de Gortari la política cambiaria era mantener el peso en un rango de entre tres y 3.5 unidades por dólar a través de bandas de flotación; al momento que el tipo de cambio se acercaba a los 3.5 pesos, el gobierno intervenía para bajar la cotización. De alguna manera esto permitió la entrada de productos extranjeros a bajo precio y sembró la idea de que el poder adquisitivo de los mexicanos era favorable.

Pero en 1994 la industria nacional mostró los estragos de esa apertura económica y la administración de Ernesto Zedillo tuvo que depreciar el peso. Primero se amplió la banda de flotación en un 15 por ciento y después se dio una devaluación situada en 20 por ciento, lo cual desembocó en un problema mayor pues se dispararon las tasas de interés, la inflación y se empobreció aún más a la clase trabajadora y a las empresas.

El caso mexicano demuestra que utilizar como estrategia al tipo de cambio genera efectos colaterales. Por lo que salvo esas intervenciones, cuando hay especulación como en 2008 y 2009, la apuesta debe ser dejar las divisas a la libre oferta y demanda y situarse al margen de la guerra.