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LAS DINÁMICAS DEL CONFLICTO EN PRO DEL RESCATE DE LA TRADICIÓN ORAL

Enviado por   •  2 de Diciembre de 2020  •  Ensayo  •  2.496 Palabras (10 Páginas)  •  434 Visitas

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LAS DINÁMICAS DEL CONFLICTO EN PRO DEL RESCATE DE LA TRADICIÓN ORAL

“Se diría que en ese juego de mensajes secretos, de mensajes que están en la sangre, en las pasiones, en los sueños, la palabra es española, los silencios indígenas y los acentos, los énfasis, africanos. Pero toda declaración de este género es arbitraria, porque en cada canción respira un mestizaje, un modo de anudarse la cultura”.

William Ospina

A partir de los procesos de desmovilización de los grupos al margen de la ley, tanto paramilitares como guerrilleros, se ha tratado de rescatar todos los los testimonios y narraciones que estos conflictos históricos dejaron a su paso. Extensiones de recopilaciones se han realizado y publicado con respecto al tema y cada día hay más investigadores, sociólogos y filósofos frente al tema. Sin embargo, no se ha profundizado en el efecto del arraigo de la violencia en las nuevas generaciones y su cultura, específicamente en la música, siendo esta una de las manifestaciones en las que encontramos la narración. A partir del desarrollo de este ensayo, se tratará de dilucidar el papel que ha realizado la violencia en la cultura colombiana, a partir de la creación y composición musical.

En un primer momento, se expondrá cómo fue el génesis de la violencia en el plano musical, dando paso a la segunda parte en la que se realizará un breve recuento de los parámetros que tenía la composición musical colombiana desde la inmersión de la violencia en ella hasta la actualidad, mostrando a su vez los cambios en las composiciones y trayendo a colación algunas canciones insignias de cada época, y finalizando con la presentación de algunas de las nuevas propuestas que se han generado en el medio desde la creación del Centro de Memoria Histórica, la recopilación de narraciones del conflicto y el proceso de paz con las FARC.

Colombia es un país lleno de riquezas culturales, especialmente en el ámbito musical, que se ha caracterizado, al igual que la de nuestros países vecinos, al estar llena de elementos de la fauna, la flora y por supuesto, las tradiciones de cada pago. Esta tradición se remonta a los colonizadores, quienes trajeron de España ritmos musicales popularizados en Europa a través de los jilgueros y de la tradición oral; de allí trajeron a su vez la guitarra y la vihuela que, al día de hoy, siguen siendo dos instrumentos importantes en los ritmos andinos. Ahora bien, desde el comienzo del siglo XX, con la llegada de la radio al país, se empezó a popularizar los ritmos andinos a través de las ondas. Eso generó una oleada de compositores y de poetas que plasmaron nuestra cultura a través de sus letras. Sin embargo, desde la mitad del siglo se creó un fenómeno que tomaría fuerza con el pasar de los años: la canción popular[1] como medio de narración de un conflicto.

En palabras de Castro (2011) “las primeras referencias acerca de un conflicto nacional en expresiones musicales no académicas, aluden a la época bipartidista”. Ejemplo de ello son “Las Acacias”, “Ayer me echaron del pueblo” y el canto popular “La entrada a Orocué”, que hablan directamente de los actos cometidos por chulavitas, pájaros, contrachusmeros y cachiporros en las poblaciones campesinas del país. El génesis de la violencia nos remonta, según Roldán, al comienzo de la cultura:

“El pacto supone que los miembros de la comunidad se limitan en la satisfacción anárquica de sus pulsiones "en tanto que el individuo no conocía esta limitación". Tal paso decisivo hacia la Cultura desde el estado donde "la libertad individual fue máxima" hacia una "coacción instintiva a la que nadie puede escapar", impone unas restricciones que despiertan hostilidad de ese resto "no domeñado por la cultura". Tal insatisfacción imposible de desterrar de la Cultura es la Violencia creada por ella misma en el sofocamiento de las pulsiones que le dieron origen”. (Roldán, 1993, pág. 72).

Esto nos indica que nuestra sociedad, desde su re-creación[2], siempre fue propensa a vivir el fenómeno. Históricamente, encontramos enfermedades, desastres naturales y conflictos armados que nos han llevado al atraso tecnológico, al exterminio y, por supuesto, a los cambios culturales a los cuales una sociedad siempre está sometida. Un ejemplo musical de ello es el bambuco “La Guaneña”, que ha sido adoptado como un himno de guerra, cantado desde la Guerra de la Independencia hasta la Guerra Colombo-Peruana del 32. Sin embargo, y a partir del periodo histórico comprendido como La Violencia se generó de golpe un cambio en la cultura del país.

Entre 1946 y 1958, el país vivió una de sus peores épocas en los ámbitos sociales y políticos, propiamente. Sin embargo, esto generó a su vez una guerra civil de la que no hemos salido y por supuesto, el desarraigo de nuestra antigua cultura a partir del conflicto. Con todo el ambiente político y social en revuelta, la música andina empezó a tratar estos importantes temas con la habitual discreción característica del interior del país y que ha quedado inmortalizada en varias melodías de antaño.

Ya pasada esta época y con la llegada al poder de Alberto Lleras Camargo, se presentó una internacionalización del país nunca antes vista. El plan Alianza Para El Progreso, no sólo trajo consigo planes económicos sino también culturales; todo en un marco político para contrarrestar el andar del comunismo que se había instalado ya en Cuba. Con esto llegó al espacio musical los nuevos ritmos extranjeros como el rock en español y el twist, en el cual se empezó a generar un desarraigo cultural: nació una frustración por ser lo que somos. Ante esto, Fournier (1999) menciona que “la violencia genera transformaciones importantes en la conformación de características psicosociales en la población: se crea una frustración, estrés, corrupción, desilusión y desesperanza”. Este es el primer costo del conflicto.  A medida que esto sucedía, la música andina tomaba más campo en el rescate de la tradición oral y en la narración de los conflictos políticos que acontecían.

Por otra parte, la operación Marquetalia y la posterior fundación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional, permitió que los grandes artistas utilizaran sus oficios para manifestarse contra el status quo y la cruda realidad que se vivía. Inspirados en autores como Carlos Puebla, se creó no sólo movimientos literarios y políticos, sino se formaron compositores de gran renombre y vigencia. Aunque resulte contradictorio, de la mano de la internacionalización, llega la música protesta que estaba en boga en Estados Unidos (a partir de la paupérrima participación en la Guerra de Vietnam). Las voces de Bob Dylan y Joan Baez sirven de inspiración para Pablo Gallinazus, autor de “La mula revolucionaria” y “Una flor para mascar” y para el mismo Gonzalo Arango, quien compone “Llegaron los peluqueros”.

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