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ENTRE FILÓSOFOS Y PERROS: INTENTO O BREVE ESTUDIO SOBRE LA ÉTICA CÍNICA.

Enviado por   •  16 de Mayo de 2018  •  2.843 Palabras (12 Páginas)  •  374 Visitas

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“Solía hacer todas las cosas en público, tanto las de Ceres cuanto las de Venus, valiéndose de estos argumentos: «Si el comer no es absurdo alguno, tampoco lo será comer en el foro. Es así que el comer no es absurdo; luego ni lo es en el foro». Ejecutando a menudo con las manos operaciones torpes a vista de las gentes, decía: «¡Ojala que restregándome el vientre dejase de tener hambre!»”[23].

Mendigaba para sustentarse, aunque se contentaba con poco: “Pidiendo asistencia a uno (pues en los principios la pobreza le obligó a pedir), le dijo: «Si has dado ya a otro, dame también a mí; y si a nadie has dado, comienza por mí»”[24] sin ningún problema, como un animal sin vergüenza: “Estando en una cena, hubo algunos que le echaron los huesos como a un perro, y él, acercándose a los tales, se les meó encima como hacen los perros”[25].

Una segunda característica de esta “ética pedagógica” predicada por Diógenes es la adiaphoría. Indiferencia ante los vicios y comportamientos cívicos: “Solía entrar en el teatro topándose con los que salían. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, contestó: es lo mismo que trato de hacer a lo largo de toda mi vida”[26]. El interés de este comportamiento es precisamente el desinterés que presenta por las cosas cotidianamente valoradas “Al amor del dinero lo llamaba «la metrópoli de todos los males»”[27]. Para los cínicos la tragedia está “bajo un ángulo distorsionado, bajo una óptica ajena al espíritu heroico y cívico que animaba el gran arte ateniense”[28].

Por otra parte, dicho distanciamiento tiene impregnado un carácter político, el abatir dichos pilares, ya que suscitan al despertar de la colectividad frente a sus leyes y por ende a sus gobernantes. Un ejemplo conocidísimo de este comportamiento es la postura tomada por Diógenes frente a Alejandro Magno: “Cuando tomaba sol en su tonel se plantó Alejandro ante él y le dijo: Pídeme lo que quieras. Y él contestó: >”[29]. “Esta es quizá la anécdota más conocida referida a un filósofo de la Antigüedad clásica, y no sin razón. Demuestra de un solo golpe lo que la Antigüedad entiende bajo el concepto de sabiduría filosófica: no tanto un saber teórico cuanto, más bien, un espíritu insobornable, soberano”[30]. Otro ejemplo de este comportamiento es casualmente con el mismo Alejandro: “Habiendo Alejandro venido repentinamente a su presencia y díjole: « ¿No me temes?», le preguntó si era bueno o malo; diciendo aquél que bueno, respondió Diógenes: « ¿Pues al bueno quién le teme?»”[31]. De la misma manera, tal distanciamiento está presente también en la concepción del hombre común con respecto a su comportamiento y relación con los dioses: “Habiendo una vez visto que una cierta mujer se postraba ante los dioses indecentemente, queriéndola corregir, le dijo: «¿No te avergüenzas, ¡oh mujer!, de estar tan indecente teniendo detrás a Dios que lo llena todo?»”[32]. Así como también “Se conmovía «de que se ofreciesen sacrificios a los dioses por la salud, y en los sacrificios mismos hubiese banquetes, que le son contrarios».”[33].

El uso de la parresía –libertad de palabra- tiene sus raíces en la comedia antigua, cuyo fin principal era educativo. Los cínicos, según Marco Aurelio, son los sucesores de esta metodología o “técnica pedagógica” cuyo fin es presentar temas graves de manera satírica o cómica[34]. Para García Gual, dicho elemento caracterizó por entero al cinismo, ya que en Diógenes esta toma un perfil tajante; pues frente a la ironía socrática, el cínico encuentra un método sencillo para denunciar los falsos ídolos:

“Habiendo Platón definido al hombre animal de dos pies sin plumas, y agradádose de esta definición, tomó Diógenes un gallo, quitóle las plumas y lo echó en la escuela de Platón, diciendo: «Éste es el hombre de Platón». Y así se añadió a la definición, con uñas anchas.” [35].

De la misma manera, el cínico encuentra una forma de derrumbar los fundamentos de una sociedad entumecida por modelos que la misma ensalza y emula, según el cínico estos arquetipos constituyen los vicios de la pólis: “habiéndolo uno llevado a su magnífica y adornada casa y prohibido escupiese en ella, arrancando una buena reuma se la escupió en la cara diciendo que «no había hallado lugar más inmundo»”[36]. Es así, como Diógenes propone una nueva valoración (conjuntamente con la adiaphoría) subvirtiendo las normas tradicionales. Es el lema que, de acuerdo con el consejo dado por el oráculo de Delfos, cumple el filósofo: parachráttein tò nósima >. La anaídeia y la adiaphoría son complementos intrínsecos de esta inventiva. Debido a que la libertad de palabra tiene soporte en la desvergüenza e indiferencia “frente a lo que no afecta a la virtud”[37]. Diógenes “Clamando una ocasión y diciendo: «hombres, hombres», como concurriesen varios, los ahuyentó con el báculo diciendo: «Hombres he llamado, no heces»”[38].

Así mismo, dicha libertad de palabra otorgaba al cínico la herramienta ideal y una manera particular de educar a los ciudadanos y así emprender la búsqueda de la felicidad a partir de la virtud; mostrando el camino correcto hacia la misma “A otro que decía que el vivir es malo, le dijo: «No el vivir, sino el vivir mal»”[39]. Por otra parte, y como explica Carlos García Gual, el objetivo es la “conquista de la libertad” con la honestidad de la palabra, un fin que permite dominarse a sí mismo.

“Viniendo una vez a él Alejandro y diciéndole: «Yo soy Alejandro, aquel gran rey», le respondió: «Y yo Diógenes el can». Preguntado qué hacía para que lo llamasen can, respondió: «Halago a los que dan, ladro a los que no dan, y a los malos los muerdo»”[40].

Por su parte, Onfray considera que dicha libertad de palabra puede ser tomada como una farmacopea, una medicina, ya que los cínicos utilizaban las mismas para liberar a los hombres de sus males y sobre todo de la torpeza de sí mismos “Los demás perros -afirmaba- muerden a sus enemigos, mientras yo muerdo a mis amigos con la intención de salvarlos”[41]

Otro elemento de la ética cínica es la áskesis (disciplina moral) cuyo valor es el ejercicio y práctica del cuerpo y alma a través del pónos (trabajo, esfuerzo):

“Decía que la ejercitación es en dos maneras: una del alma y otra del cuerpo. Que en esta ejercitación del cuerpo se conciben frecuentes imaginaciones que dan fácil soltura para acciones valerosas, por lo cual es imperfecta la una sin la otra, no obstante que el buen hábito y la fortaleza se agregan al alma o al cuerpo a quienes pertenecen”[42].

Un ejemplo permisible

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