Especialidad CONSTRUCCIÓN DE HABILIDADES DEL PENSAMIENTO
Enviado por Ledesma • 19 de Septiembre de 2017 • 1.137 Palabras (5 Páginas) • 707 Visitas
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Entonces se nos exige formar ciudadanos competentes, ciudadanos del mundo y para el mundo (Morín, 2004). Esto nos demanda esa movilización de saberes, que claro es acorde a los requerimientos de la sociedad actual, a la posmodernidad. Pero aquí, en este marco educativo surgen las más profundas dudas, problemáticas, e incluso controversias.
Cómo exigir un aprendizaje mínimo en los alumnos, si la horizontalidad del conocimiento dicta que todos sabemos algo y eso es lo destacado; cómo proponer actividades interesantes si la utilidad en el contexto dictamina eso; cómo proponer una escala en la práctica de valores si la tolerancia y diversidad diseminan eso; como evaluar un aprendizaje si todos aprenden a su ritmo y calidad; como predicar con un ejemplo si los ejemplos son ambiguos; cómo mantener una “disciplina” escolar si esta es subjetiva; cómo aprender un conocimiento científico si es reduccionista, cómo, cómo, cómo.
Así pues los grandes estudiosos del tema, los pedagogos, los “ilustrados”, nos bombardean con excelsos discursos que nos hacen volar a una zona donde “se puede y es fácil”, sólo hay que producir conflictos cognitivos, actividades interesantes, prácticas desafiantes. Pero nos enmarcarían a los docentes en una esfera casi de perfección, donde el dominio experto de las relaciones escolares sería el pan de todos los días. Y quién es experto en estos tiempos, quién domina a placer los contenidos, quién produce atmósferas de conocimiento insuperables; y que no se contradice con ese postulado de que el saber es inacabado y relativo.
Evidentemente la escuela tenía que transformarse, adaptarse a la actualidad, pues ya parecía un mundo extraño al de nuestra realidad. Tenía que abrir sus puertas a la familia, cambiar el rol del profesor, mediar las relaciones educativas, inmiscuirse en las necesidades de las personas, atender las carencias de un contexto, explotar las capacidades de los individuos y vivir en una sociedad.
Aun así considero que esa burbuja no se debió dejar explotar de un momento a otro, sino que más bien pudo ponérsele una especie de válvula de escape donde se liberara la presión, donde se permitiera impregnarse poco a poco de la “realidad social” y al mismo tiempo deshacerse de esas costumbres y prácticas que no dejaban progresar a la educación.
Sin embargo, creo hoy pasamos por un momento donde todo está permitido (por la explosión de la burbuja), todo es válido, todo es tolerable, todo es producto de la individualidad y autenticidad de las personas. Y difiero totalmente con esa postura, pues la escuela debiera ser firme para dar seguridad, estable para controlar el caos, disciplinaria para regular conductas, y hasta autoritaria para regresar al orden. Y claro también libre, auténtica, suficiente y reveladora. No sé si la educación actual debiera tener dos caras (que sería mi propio ideal), una donde la recia tradición impone y otra donde la socarrona sonrisa de la complejidad propone.
Quisiera construir esa amalgama perfecta entre tradición y complejidad, pero también sé que es incompatible; quiero poder contestar a preguntas como la de mi alumno, pero aún no puedo; quiero diseñar situaciones didácticas complejas, pero no he podido; quiero explicar para qué sirven los séptimos, pero ni yo me lo creo; quisiera aplicar la complejidad, pero no concuerdo.
No sé si esta postura de un docente sea la adecuada o no, pero el intento por complejizarse está, y sólo pido que el tiempo entregue respuestas a este conflicto que a muchos agobia.
E. Morin (2004): El Método, Tomo 6. La Ética, Paris, Seuil, col. Points, p. 224.
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