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Los procesos de las comunidades en situación de desplazamiento EL DERECHO A LO IMAGINARIO

Enviado por   •  24 de Octubre de 2018  •  1.701 Palabras (7 Páginas)  •  389 Visitas

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Los límites de lo Imposible

Aunque hoy en día la función histórica de lo imaginario, de la utopía, aparezca como indiscutible en tanto violenta los límites del orden existente, no podemos olvidar que en virtud del éxito de “nuestra utopía” y la amplitud de su contenido no podemos ubicar al Proceso de comunidades negras en el sinónimo de la prospección de lo imposible, sueño o quimera irrealizable, proyecto desmesurado que, aún cuando pueda ser teóricamente positivo, resulta siempre irrealizable. Desde este punto de vista, todo proyecto, por bien pensado y diseñado que sea, aparece condenado por ilusorio y racionalmente improbable. “Ser un utópico” no es necesariamente un elogio. La consideración de la “inutilidad del sueño utópico” parece asociada al buen pensar y al sentido común de la gente razonable.

Pero, no hay que dejarse impresionar por la critica del “buen sentido común” que, en general no es más que el resultado del sistema de valores imperante y de la ideología dominante en un momento determinado. El problema es saber qué se entiende por “imposible”. ¿Se trata de un imposible absoluto o de un imposible relativo?. Los contextos históricos cambian y las leyes y principios que parecían inmutables aceptan hoy lo que ayer se rechazaba en forma tajante. ¿Cuántos lugares comunes o ideas que forman parte natural de la mentalidad del hombre contemporáneo fueron considerados un “sueño utópico” la primera vez que fueron formulados? Basta pensar en el origen de la mayoría de las leyes sociales, desde la jornada de ocho horas hasta el derecho de vacaciones pagadas, pasando por el seguro de salud y la indemnización por despido, para darse cuenta del proceso que ha convertido lo “imposible relativo” en “real indiscutido”. La gran mayoría de las utopías han sido precursoras de su tiempo. En sus textos “ilusorios”, según la mentalidad reinante, se ha hablado por primera vez de la medicina preventiva, de la asistencia social, de una educación equilibrada, de horarios de trabajo reducidos y de un ocio constructivo. Llamar utópica por lo irrealizable toda idea que supera la realidad presente es condenarse a vivir en “la esclerosis y la rutina”, ha escrito Cioran.

En un grupo humano, en este caso nuestra región pacífica nariñense, donde no exista un posible imaginario que abra posibilidades, nos encontramos un presente estancado, estéril; nos encontramos una situación en la que queda inhibida no sólo la realización individual, sino también la realización cultural de posibilidades humanas que no pueden llegar a su cumplimiento.

Para aquellos que no tienen sueños, que no tienen utopía, el presente es inevitablemente constrictivo; y, análogamente, las comunidades que no tienen utopía, permanecen prisioneras del presente, y retroceden rápidamente al pasado, porque el presente sólo puede estar plenamente vivo en la tensión entre el pasado y el futuro, la fecundidad de la utopía consiste en esto: en su capacidad de abrir posibilidades. No es posible imaginar a los seres humanos sin la imagen del futuro, porque los deseos, los sueños y las esperanzas, los programas y los objetivos son los móviles de nuestras acciones. El individuo que cesa de buscar lo nuevo y lo potencial en nombre del realismo ya ha perdido el contacto con el presente, porque el presente está siempre condicionado por el futuro, “el tiempo presente ya lleva en su seno el futuro”.

Este utopismo, este posible imaginario, debe distinguirse, eso sí, del simple “futurismo” que practican los autores de ciencia ficción y más de un político promesero; para ellos el porvenir no es más que una extrapolación de los aspectos más llamativos del presente, tales como la revolución de las comunicaciones, el crecimiento de la población mundial, la escasez de materias primas, las grandes transformaciones tecnológicas o las posibles catástrofes ecológicas.

La utopía supone más bien una fe racional en una realidad no existente pero potencial. Al mismo tiempo supone una demostración de que si bien lo real no se resuelve en lo inmediato, es posible explorar las posibilidades concretas de transformarlo. Esta es la fascinación de lo imposible, parte positiva del ser humano que da la dimensión de su voluntad innovadora, de su CREATIVIDAD y de la esperanza que lo impulsa a actuar.

Por eso planear nuestra acción social para este año, y planificar la vida de las comunidades hacia el futuro es comenzar a hacer entendible que esa utopía, esa realidad que soñamos nos permite hacer la historia de la esperanza, siempre posible aunque a veces decepcionante, pero marcada por una expectativa firme y llena de esa voluntad creativa que requiere.

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