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Enfermería, Bioética y profesión, Pinacchio

Enviado por   •  11 de Julio de 2018  •  2.453 Palabras (10 Páginas)  •  247 Visitas

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Basta con pensarlo un momento para comprobar que todo el tiempo estamos elaborando juicios, y que gran parte de ellos son precisamente juicios morales. Cuando decimos, por ejemplo, “esta explicación es muy complicada” estamos estableciendo un juicio en el cual unimos la particularidad de una explicación (la que ahora están leyendo) a un rasgo que la excede, pero en la cual podemos subsumirla: la de resultarnos complicada. Pero, como resulta claro, ni esta explicación es tan sólo complicada (puede que sea larga también) ni lo único complicado que hay es esta explicación (una relación familiar también misma puede serlo). Por tanto, podemos decir que en todo juicio hay algo que hace el sujeto, algo que genera el propio sujeto en el acto mismo de juzgar, o sea, que no viene dado: se trata un enlace entre particular y universal, ni más ni menos. Pues lo que se afirma no es algo idéntico a sí mismo como cuando decimos “el círculo es un circulo” sino que resulta de una operación subjetiva que pone en relación dos cuestiones, en principio, diferenciables.

En otras palabras, cuando elaboramos este tipo de juicios estamos estableciendo una relación, estamos produciendo (o reproduciendo) una cierta relación entre universales y particulares. Por tomar un ejemplo, si decimos “todos los taxistas son xenófobos” o “todos los plomeros son estafadores”. Ahí, como queda claro, no estamos simplemente haciendo una descripción (del tipo “la pared es blanca”) sino que estamos estableciendo una valuación moral.

Antes decíamos que si nosotros no ponemos en cuestión el universal sino que simplemente lo aplicamos a un determinado caso, lo que elaboramos es un juicio moral. Si vemos que determinado padre (“fulanito”, como no podía ser de otro modo) trata a su hijo de un modo que no se ajusta a lo que consideramos que debe hacer un buen padre pensaremos, lógicamente, que “fulanito no es un buen padre” o que “fulanito es un mal padre”. En términos más filosóficos: pensaremos que ese particular (“fulanito”) por sus actos no debe ser subsumido en el universal (“buen padre”) o, visto por el otro lado, que el concepto buen padre no se le debe aplicar a fulanito.

Pero la reflexión ética trataría de vincularse desde otro lugar con este mismo asunto. No se enfocaría en analizar la aplicabilidad o no del universal sino que trataría, sobretodo, de indagar en el sentido mismo del universal. Se preguntaría, siguiendo el ejemplo, qué es ser un buen padre.

En cierto sentido podemos decir que si en el juicio moral lo que se pone en cuestión es lo particular, en la reflexión ética, en cambio, lo que se pone en cuestión es el universal y su relación con lo particular. Como veremos, este tipo de reflexión ética habilita, a su vez, un terreno filosófico complejo e importante. Y son muchas las preguntas que se abren.

- LEGITIMIDAD Y LEGALIDAD

¿Cómo se originan estos universales (normas, costumbres, etc.) que nos permiten juzgar a las acciones propias y de los demás como correctas o incorrectas? ¿De dónde vienen? ¿Quién los inventó? ¿Cómo llegaron y cómo se quedaron en nosotros? ¿Cuál es su sentido, su fundamento? ¿Para qué sirven? ¿Es posible poner en cuestión la validez de dichas normas, costumbres, etc. socialmente establecidas? Además, ¿cómo podemos saber si una pauta que debe organizar nuestras acciones está socialmente establecida o no?... Empecemos por esta última cuestión y luego recorramos, aunque sea brevemente, un poco estas difíciles cuestiones.

El mecanismo más habitual mediante el cual se regulan las acciones estableciendo pautas para diferenciar lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer es, sin dudas, la costumbre. Los diferentes pueblos, de generación en generación, van trasmitiendo prácticas y discursos y, a a través de esto, también pautas que orientan las prácticas. No obstante, en sociedades modernas como las nuestras, en las cuales los grupos humanos y los individuos que coexisten en un mismo territorio son tantos y tan disimiles entre sí, resulta ser el Derecho o la Ley aquello que nos enmarca de manera más decisiva. Ya no se trataría de saber qué es lo bueno o lo justo o lo correcto (cada cual podría sostener cosas diferentes al respecto) sino, sobre todo, de saber qué es lo legal. Por lo tanto, conociendo y respetando la legislación vigente podemos tener referencias comunes para conducirnos en la vida moderna. Por supuesto, esto vale tanto para la vida pública en general de los ciudadanos como para las prácticas profesionales puntuales (practicas tales como la de enfermería, claro) ya que también en ellas hay normativas vigentes que encuadran, regulan y habilitan la práctica.

En suma, la ley es una instancia universal, que nos precede, y que permite regular las complejas, y muchas veces complicadas, interacciones entre las múltiples particularidades (costumbres, creencias, valores, etc.) que componen nuestra heterogénea sociedad.

No obstante, no podemos perder de vista que las leyes no son algo estático, es decir, que no están establecidas de una vez y para siempre. Las leyes, de hecho, van variando su alcance, su contenido, etc. Prácticas que eran consideradas legales dejan de serlo (como fumar en cualquier parte) y otras que eran consideradas ilegales pasan a serlo (por ejemplo, que contraigan matrimonio personas de un mismo sexo). La ley es una dimensión vital de nuestra existencia, en los dos sentidos: no sólo porque, hasta cierto punto, hace posible la vida sino porque, a su modo, también “está viva”. Y aquí, obviamente, la política tiene un lugar fundamental: los cambios en las leyes suelen estar motorizados por hombres y mujeres que consideran que las leyes establecidas no son del todo legítimas, justas, deseables pero que prefieren trabajar “por adentro” del marco legal, ya no desconociendo o boicoteando la Ley existente sino transformándola.

Al respecto, debemos llamar la atención sobre un punto importante: aunque las leyes puntuales vayan cambiando a lo largo del tiempo, lo que no cambia es el significado de lo que lo legal implica para los individuos y las sociedades, pues siempre lo que se juega en la Ley es la sanción de un universal que viene a organizar, abrir y cerrar al mismo tiempo, un campo de acciones posibles. No es Dios, ni tampoco es el corazón o el sentimiento de cada uno sino un encuadre jurídico, legal, respaldado en la autoridad estatal, que van canalizando los representantes democráticamente electos.

De todos modos, como sabemos, no faltan quienes se oponen a la Ley vigente por considerarla injusta. Y ahora no nos referimos a todos aquellos que violan la Ley pues estos, muchas veces,

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