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Ensayo sobre la libertad según San Agustin

Enviado por   •  27 de Febrero de 2018  •  2.780 Palabras (12 Páginas)  •  1.184 Visitas

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Una teoría así, llevaría implícito una moral exterior, que poco tendría que ver con la auténtica moral que tiene que ver siempre con el interior del ser humano, para en su momento tener una libre elección y actuación, lo que denotaría su libertad.

Todo esto llevo a Agustín a un viaje en el que resolvería sus enigmas, en el que iba incluido la libertad humana. Realizo una serie de pasos para lo mismo, pero el que nos interesa es el segundo: “San Agustín planteo un sentimiento en el que se debe responsabilizar de sus propias acciones o una fuerza de libre albedrio, como causa de actos malos o buenos.”[2]

CAMINO HACIA LA LIBERTAD Y EL LIBRE ALBEDRIO: DIOS COMO PRINCIPAL PROMOTOR DE LA MISMA.

Agustín entonces inicio una nueva filosofía, donde se desprendía de la influencia de los maniqueos e iniciaba su defensa a favor de la libertad humana en su obra llamada: De libero arbitrio.

En la que destaca y afirma que existe el libre albedrio al igual que la libertad humana, tanto al realizar el bien o realizar el mal. Agustín decía que: Dios era una base fundamental de la misma, dejándonos actuar a nuestra manera y gusto.

El filósofo insiste mucho en un aspecto positivo de la libertad, es decir, una libertad que nos entregue bienestar y mismos bienes que nos procurara Ia autentica felicidad a Ia que por naturaleza estamos frente a Ia cual no somos libres pues hagamos lo que hagamos, siempre y en todo momento estará presente nuestro deseo de ser felices.

Frente a las tesis maniqueas, San Agustín quiere dejar aclaradas las siguientes afirmaciones: Dios no es causante del mal pero tampoco lo padece, solo el libre albedrio es Ia causa del mal o del pecado y a Ia vez es capaz de dar cosas buenas por los bienes realizados. Por último y como consecuencia de lo anterior, rechaza Ia existencia de dos almas en el hombre.

Agustín empezó a plantear en su filosofía como el libre albedrio y la libertad humana es un bien, y que Dios, nos lo ha concedido con la opción de actuar de manera correcta o practicar el mal.

“Ama y haz lo que quieras” (Agustin, 395 D.C) Nos dice en esto que mientras amemos a Dios y por Dios a los hombres, y por Dios a las mismas ganas por la religión cristiana, podrás hacer lo que quieras; ya que el amor te mantendrá en el camino justo. Pero si lo vemos a la inversa: “Haz lo que quieras y no ames”, estarás faltando a la facultad que Dios nos estaría concediendo, estarás pecando por querer llevar una vida sin amor, lo que te llevara a no tener una libertad humana adecuada.

A veces alguien hace las cosas solo por hacerlas, sin pensar bien en el mal o el bien, en si lo realizamos amando a Dios o no, y esto es lo importante. Recuerda que amas lo que eres, vives o mueres en un corazón.

La realidad del mal o del pecado Ie IIeva a san Agustín a Ia defensa de Ia libertad humana. Si se admite el pecado, necesariamente hay que aceptar Ia voluntad libre del ser humano.

Ante todo esto la respuesta es y siempre será el amor: el amor por los objetos, por los seres, por Dios, especialmente por Dios. Esto es lo que nos da la libertad humana, sabiendo que no importa como actuemos, siempre tendremos esa ayuda divina que nos llevara por el camino de la libertad y el libre albedrio de forma adecuada.

Una vez desmontada la teoría maniquea sobre Ia libertad, Agustín plantea la finalidad autentica de la libertad. Si somos libres es para realizamos como personas, para ser felices. Junto a esto de la libertad, aparece inmediatamente amarrada a la de la felicidad, a la vez, a Dios y a su criatura humana. La verdadera libertad es aquella que nos conduce a la auténtica felicidad y nunca a un remedo de aquella.

CONCEPCION FINAL DE LA LIBERTAD.

El hombre libre es aquél que persigue su fin propio: volver a Dios. Un ejemplo típicamente agustiniano al respecto es el siguiente: “una piedra, cuando cae, busca su “lugar”, pero sin saberlo ni quererlo. El hombre ha de dirigirse hacia la felicidad, que es su “lugar”, su fin, consciente y voluntariamente”[3]

El fin del hombre no puede separarse de la verdad de su ser. Mediante el camino del autodescubrimiento, el espíritu encuentra descanso, la felicidad: “Ve ahí donde Él está, en el alma a quien gusta la verdad. Está en lo íntimo del corazón”[4]

Seguir el bien, y como consecuencia el bien nos llevara a tener una vida despejada de lo que sería el pecado.

La respuesta del todo la encontramos en la concepción final de Agustín, que nos dice “en esto consiste nuestra libertad, en someternos a esta verdad suprema, y esta libertad es nuestro mismo dios, que al final de todo nos librara de la muerte, o más bien dicho, del pecado.”[5]

El planteamiento agustiniano se contrapone a aquel que entiende la libertad como un valor incondicional; ser libre no consiste en poder elegir sin restricción alguna. Así pues, “la libertad no es un valor absoluto, sino relativo. Implica una doble referencia: no se trata tanto de ‘ser libres’ como de ‘estar liberados’ de los obstáculos que nos impidan alcanzar nuestro bien” (Agustin, Confesiones, 395 D.C.) por eso mismo existe una palabra clave que a lo largo de este tiempo a existido, algo que llamamos: limite. Es obvio y todos lo sabemos, el hombre nos es dios, y por ende los animales, la naturaleza y hasta el tiempo se imponen al hombre.

Mediante esto es importante aceptar nuestra propia libertad como se nos entrega y ejecutarla de la forma más correctamente posible.

El ser humano completa su creación aceptando como debe ser su propia libertad, dándole el “Si”, porque solo cuando se acepta la libertad en si, se puede llegar al verdadero don de la libertad.

Cuando Dios da el ser a su criatura, sea hombre o sea animal, para estar completo como ser en si debe aceptarse como es. En este razonamiento entre creador y criatura, el ser entiende de donde viene y a donde ira cuando su hora llegue.

De esta forma queda claro la forma de vida del hombre vuelve su vida referencial, viviendo y actuando para algo y alguien. Por eso mismo uno deja de ser dueño de sí mismo, hasta el momento en que acepten su propio ser y, propiamente de él, el amor que debe tener por su creador.

La libertad es también la capacidad de negar ese bien que le es propio al hombre para dirigir autónomamente sus pasos hacia otro lugar: en ese caso la libertad no es libertad para el bien. Si no, que esa libertad será dada por el orden de Dios.

Entiéndase bien:

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