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La ética y la práctica profesional.

Enviado por   •  3 de Diciembre de 2017  •  2.311 Palabras (10 Páginas)  •  438 Visitas

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lugar de coronación cuando orgullosos nos sugieren: tienes derecho a una “lanita extra”, tus horas de estudio te costaron.

La ética en la formación profesional se queda en el mismo plano que el de la educación que se requiere para ser padres, es decir, en el supuesto de que no es sino hasta que se está en la situación que se aprenderá cómo afrontarla.

Más allá del código de ética

En mi formación profesional, la programación de cursos o lecciones sobre el ejercicio ético fue limitada en tiempo pero satisfactoria respecto a la marca que dejó en mí. Para los psicólogos, particularmente para aquellos que nos hemos dedicado a la investigación, el código de ética es relevante en la medida que debemos respetar la confidencialidad de los participantes, así como su derecho a estar informados sobre la investigación al momento de participar.

Recuerdo especialmente a mi profesora de diseños experimentales de investigación. Con ella tuve un buen acercamiento no sólo al protocolo de la experimentación, sino a los lineamientos éticos que se deben seguir en el proceso. Recuerdo que las enseñanzas eran para mí revelaciones profesionales en las que poco había reflexionado. Entonces comprendí que no resultaba muy práctico dar por hecho que los estudiantes ya contábamos con un código de ética integrado.

Supongo que mucho de la ética en la formación profesional se queda en el mismo plano que el de la educación que se requiere para ser padres, es decir, en el supuesto de que no es sino hasta que se está en la situación que se aprenderá cómo afrontarla. No me queda duda que enfrentar las primeras situaciones vinculadas con lo ético son enormes fuentes de aprendizaje, pero llegar ahí preparados sería, desde mi punto de vista, mucho más ventajoso.

También me parece indudable que los códigos de ética cumplen un papel destacado en la formación de los profesionistas, en tanto que ayudan a determinar los lineamientos para actuar responsablemente; sin embargo, los códigos no parecen ser suficientes. Mi opinión es que debe prevalecer el desarrollo del juicio y el criterio para entender los fundamentos y las ventajas que representa el apego a tales reglas.

Con lo anterior, me gustaría proponer algunos aspectos que podrían tomarse en cuenta respecto a la ética de la formación profesional:

– Creo prioritario programar cursos, unidades o lecciones en los planes de estudio a nivel superior, en los momentos en los que se considere oportuno: al inicio porque convenga aplicar los principios a lo largo de la carrera o al final porque se tenga conciencia de lo que implica el ejercicio profesional. 


– Los profesionistas debemos conocer los códigos de ética de nuestro ramo, pero sobre todo interpretarlos y tener claridad de su significado en nuestra práctica. 


– Un curso, unidad, lección o código de ética probablemente no hará la diferencia en nuestra formación y ejercicio profesionales; sólo tendrá sentido si contamos con los fundamentos para aplicar lo aprendido. 


– El papel que juega un tutor en la formación ética de los individuos puede ser clave; algunas veces este rol lo asumen los padres, en otras los docentes, también pueden ser nuestros compañeros en el trabajo, o todos en conjunto. Demos entonces oportunidad a la tutoría para que sea la base de un trabajo formativo que requiere mucho tiempo y largas sesiones de aprendizaje. 


Del mismo modo que una persona adopta una religión por su fe y no por su capacidad para memorizar una oración, un profesionista tiene la posibilidad de realizar su trabajo convencido de que la ética en su práctica cotidiana acarreará beneficios para la sociedad y por lo tanto para sí mismo.

La función regulatoria de la práctica ética

En su libro Más ética, más desarrollo, Bernardo Kliksberg expone de forma muy interesante una relación que por su sencillez y lógica no debería sorprendernos y que sin embargo parece novedosa al no ser parte común en nuestro proceso formativo. Lo que plantea él es que en Latinoamérica tenemos un área de oportunidad en la medida que hagamos nuestro trabajo comprometidos con los principios de la comunidad, es decir, éticamente tendremos más posibilidades para alcanzar un desarrollo social pleno.

Lo extraño de la propuesta de Bernardo Kliksberg no es la propuesta misma sino nuestra incapacidad para ponerla en acción. A lo largo de los años he platicado con varios profesionistas y he observado sus prácticas. Generalmente, lo común es la búsqueda de beneficios personales, particularmente a través del dinero y el autoritarismo. El caso más triste que me haya encontrado hasta ahora: un joven economista de 23 años que a su corta edad lucía casi totalmente corrompido, con planes de hacer una carrera política que le dejara mucho poder. Vi en él una completa ceguera sobre lo importante que son los beneficios colectivos.

Mi opinión es que en algunos sentidos el México actual no es muy diferente al México de los tiempos de Don Porfirio. Como si las haciendas estuvieran en auge, la práctica de algunos profesionistas nos remite a aquellos días caracterizados por el egoísmo, el autoritarismo y la corrupción. Con esto quiero decir que todavía parecemos más interesados en enriquecernos y cuidar nuestro territorio que en trabajar para el bien común.

Volviendo un poco a lo planteado al inicio de estas líneas, cuando buscamos el apoyo de un profesional esperamos que sus servicios nos ayuden a resolver nuestros problemas, en ocasiones urgentes, en las que la salud o la estabilidad económica pueden estar de por medio. Al revertirse esta esperanza el asunto es tan grave como estar viviendo con el enemigo en casa. De ese tamaño es el compromiso que debemos tener los profesionistas para recuperar la confianza de la sociedad.

La ética en la formación profesional puede enfocarse en tal compromiso: el desarrollo de la comunidad en la que los profesionistas se desempeñen responsablemente; sin embargo, este proceso formativo no tiene que adoptarse ciegamente en el cumplimiento de una serie de reglas impuestas. Del mismo modo que una persona adopta una religión por su fe y no por su capacidad para memorizar una oración, un profesionista tiene la posibilidad de realizar su trabajo convencido de que la ética en su práctica cotidiana acarreará beneficios para la sociedad y por la tanto para sí mismo.

A modo de conclusiones

Pienso que una de las ventajas de ser adulto es la autonomía y la posibilidad de hacer lo que se crea correcto. Entonces, la toma de decisiones es el momento cumbre en el que se debe apreciar

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