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Lecturas Metafísicas de Descartes.

Enviado por   •  24 de Diciembre de 2017  •  10.100 Palabras (41 Páginas)  •  384 Visitas

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Comentario

El objetivo concreto de Descartes en este último pasaje no ha sido demostrar la existencia de Dios, este problema será examinado más tarde en la Tercera Meditación. Lo que ha pretendido es, más bien, afianzar la posición a la que se ha visto conducido por aplicar rigurosamente la regla de evidencia al conjunto de sus antiguas opiniones. Desde esta posición se observa que el pensamiento es falible, por lo que se refiere a establecer conocimientos seguros, y da igual que supongamos que hemos sido creados por Dios o no: a) si admitimos que sí existe, también hemos de aceptar que no nos ha creado infalibles, y b) si lo negamos, entonces la probabilidad de que vivamos en un permanente engaño puede ser incluso mayor.

La Hipótesis del genio maligno

Descartes introduce ahora la Hipótesis del Genio maligno (§ 10). Con ella, se culmina el trayecto de la duda metódica y ésta adquiere el grado máximo de radicalidad. Según esta hipótesis tal vez hemos sido creados por un Dios que nos obliga a engañarnos sistemáticamente, que ha dispuesto nuestra naturaleza de tal modo que creemos estar en la verdad cuando realmente estamos en el error, incluso en el caso de que la mente se ocupe de nociones y principio matemáticos.

Descartes usa este supuesto porque detecta en su pensamiento una fuerte inclinación a readmitir como ciertas las antiguas opiniones; la figura del Genio maligno representa la posibilidad de que seamos vícti- mas de un permanente engaño provocado por una especie de Dios mentiroso o engañador; Descartes prefiere recurrir a la expresión “Genio” pues no quiere que se confunda con el Dios cristiano, del cual se predica siempre la bondad. Lo esencial es que debe ser recordada cada vez que la razón esté tentada de volver a aceptar alguna de sus antiguas creencias, pues la finalidad de esta hipótesis, recordémoslo, es ver si es posible encontrar algo que sea absolutamente verdadero: si encontramos una verdad que llegue a superar este supuesto, su calidad como verdad será extraordinaria.

Por último, el uso de esta hipótesis es posible porque la tarea de las Meditaciones no exige tomar decisiones prácticas de ningún tipo. Es conveniente recordar que Descartes nunca propone que aplique-

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mos el escepticismo radical que él mismo ha formulado a los asuntos prácticos –aquellos en lo que hemos de actuar- pues una máxima de ese estilo es totalmente impracticable en la vida cotidiana, la cual exige constantemente tener que decidir sin tiempo a comprobar la plena corrección de nuestras decisio- nes.

Meditación segunda. De la naturaleza del espíritu humano; y que es más fácil de co- nocer que el cuerpo

1. Resumen de la Primera Meditación (§§ 1-2)

En primer lugar Descartes expone un breve balance de la meditación anterior. La Primera Meditación condujo a una situación parecida a la de un naufragio; sin embargo, hay que esforzarse en mantener firme la resolución inicial: rechazar como falso todo lo que sea meramente probable o dudoso para encontrar la certeza aunque sólo sea con relación a una cosa.

En segundo lugar, hace un recuento de las creencias que han sucumbido a la acción de la duda metó-

dica; podemos distinguir dos grupos:

- el primero está formado por las creencias que se refieren a la realidad externa que se manifiesta a través de la percepción sensorial actual y de la memoria;

- el segundo está compuesto por las nociones básicas de las matemáticas: cuerpo, figura, extensión, mo -

vimiento, lugar.

2. Descubrimiento de la primera verdad: cogito, sum (§ 3)

Descartes no considera necesario suponer que la causa de sus antiguas opiniones proceda de la acción de un agente exterior -“un Dios, o algún otro poder”-, porque todas pueden ser obra de su imaginación. Pero el trayecto de la duda ha llegado ya a su fin, pues en el mismo momento en que se admite que uno mismo puede haberse inventado la existencia del mundo o de los cuerpos también tiene que admitir que él mismo existe, si pienso algo es porque soy. Lo mismo sucede si se admite la hipótesis del Genio maligno: suponer que somos víctimas de un engaño también exige admitir nuestra existencia.

En definitiva, hay un enunciado que escapa a la acción de la duda, una proposición que es necesaria - mente verdadera; en esa proposición se expresa que si alguien cree que piensa o que existe, entonces tiene necesariamente una creencia verdadera.

3. La esencia del yo. El dualismo cartesiano

3.1 Revisión de las antiguas opiniones para averiguar cuál es la esencia del yo (§ 4)

La primera verdad descubierta por Descartes es sólo la constatación de su propia existencia –Descartes sabe que es-, falta descubrir su esencia -aún no sabe qué es. Para averiguarlo, propone el siguiente método: reexaminar lo que creía ser y contrastarlo con el modelo de evidencia del cogito para desbro - zar la mente de modo que sólo queden en ella las creencias seguras.

En este examen rechaza, en primer lugar, la definición tradicional, una respuesta aprendida en la Es- cuela, según la cual el hombre es un “animal racional”, ya que sólo podría llevarle a un laberinto de dudas sobre el significado de “racional” y “animal”.

En segundo lugar, enumera las creencias que él mismo ha podido establecer a partir de una reflexión espontánea, es decir, las opiniones que no es necesario aprender en ninguna escuela: la primera es la que le asigna un cuerpo formado por un rostro, unas manos, etc.; la segunda, la que le atribuye diversas facultades o habilidades como andar o sentir; Descartes cree que estas acciones deben referirse a un alma, pero admite que su noción original acerca de qué pueda ser esta alma procedía de la imaginación, que la representa como un viento, un fuego o un éter.

¿Qué es un cuerpo? Su antigua opinión sobre la esencia de lo físico parece bastante segura: los cuerpos están delimitados por una figura y ocupan un lugar; son percibidos por los órganos sensoriales; son mó- viles, pero su movimiento es consecuencia de la acción de un agente externo; les está vetada la capaci - dad de sentir y pensar.

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