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Reflexiones sobre el “Ser ó No Ser”

Enviado por   •  24 de Diciembre de 2018  •  1.759 Palabras (8 Páginas)  •  308 Visitas

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ofrece la experiencia.

Jorge Luis Borges lo relata muy crudamente, en su poesía Instantes:

Si volviera a vivir nuevamente mi vida ....

Lástima que tengo ochenta años,

y sé que me estoy muriendo…

Además, la vida de cada uno más que comenzar y terminar, se incorpora a la vida colectiva, y se interrumpe de ella.

He venido a mirarme la cara en todas las lágrimas del mundo.

y también a poner una gota de azogue, de llanto, una gota

siquiera de mi llanto. En la gran luna de este espejo sin límites,

donde me miren y se reconozcan los que vengan (León Felipe)

Esa incorporación, lejos de ser una desventaja, creo que es una ventaja. Hay mucho que otros han descubierto, experimentado, buscado o sufrido, que por algún medio recibimos; en sueños, o en el aire, no sé en qué vehículo, pero se nos regala.

Como decía Nietzsche:

Lo mejor de nosotros tal vez sea heredado de sensaciones de

tiempos anteriores a las que ahora apenas podemos llegar por

caminos inmediatos; el sol ya se está poniendo, pero el cielo de

nuestra vida calienta e ilumina aun gracias a él, aunque ya no

lo veamos.

¡Cómo no va a ser precioso recibir y legar tal herencia! Cuando algo ha llegado a su perfección, se dice que ha concluido. Cuando algo aún es potencia, y acaba, más bien se dice que se ha interrumpido. Aún había algo más que dar, que crear, que conocer, que ser.

Lo humano es esa interrupción. Y el modo humano de vivir implica también efectuar interrupciones en nuestros pensamientos, acciones y omisiones. Y eso nos enfrenta con el imperativo de decidir. Renunciar a algo o alguien. Como el pintor, que en algún momento. debe dejar de pincelar el óleo sobre la tela, para dejar que seque y la obra sea; o el médico dejar de examinar al enfermo para que nazca el diagnóstico y el tratamiento.

Por el contrario, evitar la interrupción, puede ser una forma encubierta de no decidir ni hacerse cargo.

Sabemos que el hombre está condicionado, entre otros, por el tiempo, la muerte y las fatigas de la vida. Dado todo lo anterior, el sentido de la vida humana no puede ser otro que ser capaces de ir más allá de todos los condicionamientos, no perdiendo nunca la

última de las libertades: la actitud a tomar frente a esos condicionamientos, el “ser o no ser” de Hamlet.

Somos seres hechos para la trascendencia. Lo que nos motiva e interpela es volcarnos en el trabajo, en el amor a otros, e incluso, en enfrentar amorosamente el dolor y el sufrimiento.

La persona lleva en sí misma la necesidad de explotar la dimensión espiritual. ¿Cómo? Utilizando todo lo que tiene para darle significado y valor a todo lo que vive. En la medida en que cada cosa que se hace y que de cada persona que se conoce se descubra un “por qué” o un “cómo” o un “para qué”, entonces, y sólo entonces, la vida ya no es meramente biológica, corporal, social y cognitiva. El espíritu se vale de todas esas dimensiones, sin agotarse en ninguna de ellas, para dejar traslucir su verdadera significación y contenido.

Kierkegaard utiliza la palabra “edificar”, toda persona puede, con amor, edificar con sus

palabras, gestos y actitudes cotidianas.

Invitar a edificar con las palabras equivaldría a decir

Que el verso sea como una llave

que abra mil puertas.

Una hoja cae; algo pasa volando.

Cuanto miren los ojos creado sea,

y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;

El adjetivo cuando no da vida, mata.

Por qué cantáis la rosa, ¡Oh Poetas!

Hacedla florecer en el poema;

Vicente Huidobro

Edificar consiste en construir partiendo de las bases, hacia la altura, tal como crece un roble. Edificar es ir elevando algo en la proporción inversa a sus cimientos, a la profundidad de lo que se levanta, como si fuera un iceberg. No importa tanto cuánto planifiquemos elevarnos, lo importante es dedicarnos a profundizar, porque no hay altura que se sostenga en el tiempo sin ahondar en sus raíces

La experiencia espiritual debe llevar al hombre simplemente al compromiso agradado. Sí, al compromiso agradado por la vida misma. Esto lo comprende quien al menos una vez en su vida ha amado, jugado o creado. ¿Por qué? Porque estar con el otro, con el juego y con el arte se viven “porque sí”, “porque me gustan”, “porque es lo que más quiero” y su justificación no se agota en razones.

Tanto en el juego, como en el amor y como en el arte, no importa que el trabajo o la actitud sean perfectas o sin errores. Edificamos siempre y cuando amemos, aunque con el amor conviva con la torpeza, la fragilidad, la ignorancia y todas nuestras otras

limitaciones, es así cuando finalmente podemos conocernos a fondo.

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