Apuntes sobre la expedición de Jacques Mahu.

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finalmente al Río de la Plata, tras ocho meses de viaje y privaciones. Se encontraron ahí con pequeños bichos rojos, semejantes a gusanos, que saltaban entre sus dedos como pulgas. Lo holandeses estimaron que los bichos podían haber sido arrojados al río por las ballenas.

Finalmente las cinco naves llegaron juntas al Estrecho de Magallanes. Avanzaron unas 3 ó 4 leguas, y el mal tiempo los obligó a anclar ante un pequeño islote donde vieron pingüinos.

(Confirmar luego) a la mitad del estrecho se encontraron con una bahía a la que llamaron primero Gran Bahía y luego Bahía de Cordes. Permanecieron ahí mayo, junio, julio y gran parte de agosto (4 meses). El mal tiempo y el hambre hicieron estragos entre la tripulación. Les repartían apenas 6 libras de pan cada ocho días. Estaban obligados a vagar por la costa en busca de pesca, hierbas o raíces con las que complementar su dieta. Trataron de cazar aves y algunos de los lobos marinos que escucharon aullar a lo lejos, pero fallaron, y se abstuvieron de internarse tierra adentro. Le temían a los indios. Se encontraron con algunos de ellos que los enfrentaron y les produjeron 3 muertes. Fue su primer contacto con lo habitantes originarios de América.

Muchos de lo tripulantes culparon a Simón de Cordes por la larga y miserable estadía en esa bahía, ya que este insistió en cargar leña y construir una chalupa (“La Postillón”) antes que privilegiar un viaje rápido aprovechando los buenos vientos que hubo hasta el 20 de abril.

La gente empezó a morir, incluyendo el capitán de Trouwe, Boekhout. En su reemplazo, Baltazar de Cordes asumió el mando de la embarcación. Al principio, cuando alguien moría se disparaban algunas cargas al aire. Pero luego los cadáveres eran arrojados al mar sin ninguna ceremonia, pues los marinos habían perdido la pena y el miedo a la muerte.

Zarparon el 28 de agosto, incluyendo la chalupa “La Postillón”. Al día siguiente se detuvieron. Simón de Cordes llamó a los capitanes de la nave —incluyendo a su hijo Simón y a su sobrino Baltazar— para jurar odio a España y a sus colonias americanas, de donde sacaban recursos para oprimir a Holanda. Estableció con los capitanes una orden de caballería que llamó “Orden del León No Encadenado”.

Su carácter belicoso quizá fuera inusual en un hombre de vocación comerciante (era uno de los armadores). La familia de Cordes comprendía principalmente a capitalistas armadores, que tenían un interés económico directo en la expedición que habían ayudado a financiar. De ahí que asumieran labores de mando para proteger su inversión.

Durante la travesía que siguió por el Estrecho, las naves se dispersaron. El Trouwe y la Fe (de de Weert), naves hermanas, se perdieron entre sí en medio de una tormenta. Ambas dispararon cañonazos para llamarse, pero acabaron perdidas igual. Sin embargo, los cañonazos guiaron a de Weert a una nueva flota holandesa que llegaba entonces al Pacífico: la flota de Oliver van Noort.

La Fe estaba en muy malas condiciones, así que pidieron algunas galletas a las naves de van Noort. Cazaron también algunos pingüinos, que luego salaron para aprovisionarse.

Simón de Cordes llega a 46º latitud y entra en contacto con los indios del archipiélago de los chonos, quienes lo reciben bien. Pero al continuar al norte, en la región de Lavapié tuvo contacto con los araucanos (quizá el primero de la expedición), y se enfrentó con estos en un combate que produjo 100 bajas a los araucanos, y que mató a 3 holandeses e impidió al resto aprovisionarse ahí como se había planeado.