DESDE LOS ORÍGENES DE LA VILLA HASTA EL DUCADO DE LOS BORJA
Enviado por Jerry • 30 de Diciembre de 2018 • 4.671 Palabras (19 Páginas) • 311 Visitas
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Además, la villa cuenta con una serie de privilegios, como el privilegio Real otorgado por Jaime I en Játiva en 1253, que permite el comercio con centros urbanos destacados tales como Valencia, Játiva, Alzira o Denia. En tiempos de Pedro el grande, la ciudad ya está dotada de verdaderos órganos de justicia, contando con los jurados y la curia local, así como del representante real. Estos cargos son testimonio de la primera formación de un consejo o gobierno local, establecidos ya en 1261. Por último, cabe destacar el reinado de Jaime II, con quien se construye el primer recinto amurallado potente, ofreciendo a la Villa de Gandía una mayor entidad urbana.
EL DUCADO DE GANDÍA: DE APANAGE A SEÑORÍO NOBILIARIO
LA CONFIGURACIÓN DEL SEÑORIO DE GANDÍA COMO UN APANAGE.
Debemos recalcar que la Villa de Gandía es considerada como patrimonio fielmente ligado a la monarquía durante los siglos XIV y XV, y por tanto, sobre ella se tiene total derecho de dominación. Destacable es el ligazón[4] o la vinculación que tiene con la monarquía, al igual como la creciente necesidad de poseer una regulación que permita, por tanto, que forme parte de un sustento económico que es fundamental para el monarca. Además, se baraja la posibilidad de ofrecerse a parientes próximos, medios de acuerdo así a su dignidad, sin tener que apelar al engrandecimiento de la nobleza o la segmentación del territorio. La exigencia de mantener la potestad sobre el patrimonio regio es cada vez más indispensable, sobre todo si tenemos en cuenta que en estos tiempos contamos con una nobleza afanosa de conseguir poder, poniendo en riesgo la totalidad de los territorios reales.
Asimismo, con el objetivo de frenar a dicha nobleza, los monarcas desde el siglo XII se ven en la obligación de apercibir todos aquellos recursos, tanto humanos como materiales que les puedan proporcionar los territorios que ellos dominan. Además, se pretende favorecer a los hijos no primogénitos, evitando que estos queden privados de aquellas haciendas necesarias para vivir. En Francia, estas asignaciones reciben el nombre de apanages, y no son sino dotaciones entregadas con el objetivo de asegurar su manutención.
Así pues, vemos en esta época una noción de linaje: encontramos una ineludible labor del propio monarca de regular sus dominios, y por otra parte, de dotar a hijos no primogénitos de territorios, de tal forma que nadie quede desprovisto de fortunas patrimoniales. Por ello, surgen los llamados apanages, simples dotaciones territoriales a hijos menores. Posesiones que vuelven a la corona en caso de que dicho territorio quede sin heredero directo. Por lo tanto, consiste en la concesión de feudos a personajes secundarios, excluidos de la línea directa, ensalzando su honor, pero manteniendo, asimismo, ese territorio dentro de los dominios de la corona. Esta estrategia de convertir señoríos en apanages va a ser algo frecuente precisamente en la corona de Aragón, y sobre todo en la etapa de Jaime II. Posesiones en manos de la nobleza son transformadas en apanages, dominados por infantes, como es el caso de Ampurias, Prada o Ribagorza. No obstante, en el propio Reino valenciano también hay presencia de estos, tales como Segorbe, Villahermosa y la propia Gandía.
GANDIA, DE SEÑORÍO A DUCADO: LA RAMA DE LA CASA DE Barcelona o Aragón.
Una de las figuras clave de este siglo XIV es Jaime II. Debido a las prácticas de tipo familiar y nobiliario llevadas a cabo por el monarca, el Señorío de la Villa de Gandía, acaba convirtiéndose en un apanage de los Reyes de Aragón. El reinado de Jaime II se basa en lo que algunos autores han denominado como “reacción monárquica”, cuya finalidad es la de conceder a príncipes de sangre real, territorios que antiguamente pertenecían a la baja nobleza. De este modo, se produce una anexión de regiones, que se consiguen por la vía judicial, o por otro lado, mediante enlaces matrimoniales. Como habíamos comentado anteriormente, este es el caso de territorios como Ampurias, Prades y Ribagorza, estableciéndose los apanages bajo derecho de reversión. Así pues, se pretende integrar antiguos feudos señoriales para ser cedidos a nuevos herederos de la casa real.
El caso gandiense es distinto a los anteriores, por el simple hecho de que se trata de un territorio recuperado tras la conquista, en el cual no tiene un peso significativo la baja nobleza. Esta circunstancia da la posibilidad al rey de poder realizar dichas concesiones de forma menos forzosa. El infante Pedro de Aragón, posteriormente a ser investido como Conde de Ribagorza y apercibir diversos feudos en el territorio valenciano, también obtiene en el año 1323 el señorío sobre el Castillo de Bairén, la Villa de Gandía, al igual como la zona de El Real y las alquerías de Beniopa y Benipexcar. En el texto de concesión, se muestra de forma evidente que aquellos territorios donados han sido insuficientes además de insignificantes. Por lo tanto, con el obsequio del señorío de Gandía, se intenta paliar esta situación, entendiéndose pues que ya por aquellos años se trata de un feudo relevante y del cual se pueden obtener generosas rentas. Asimismo, dicha concesión presenta de forma literal el carácter retroactivo del señorío, pudiéndose considerar, por tanto, Gandía como apanage de la corona Aragonesa a partir del 1323.
En 1358, coincidiendo con la boda de Alfonso de Aragón con Violant de Arenós, el infante Pedro de Ribagorza entra en religión. Alfonso hereda tanto el feudo gandiense como las demás posesiones, esto sí, perpetuándose el mismo carácter reversivo a la corona. Alfonso de Aragón es un personaje clave para el señorío de Gandía, aunque sería una equivocación limitar su importancia al ámbito regional sin tenerse en cuenta la influencia que tiene tanto para la Corona de Aragón como para la Corona castellana, al igual como las relaciones existentes entre ambas. Fruto de su presencia en la monarquía castellana y de su posicionamiento en la guerra civil castellana entre Pedro el Cruel y Enrique de Trastámara, ocurre un hecho destacable: pierde el marquesado de Villena en 1394, del cual él era poseedor. En cambio, Martin I, conocido como “el Humano”, en compensación por la perdida de dicho feudo, asciende el grado de señorío de Gandía a Ducado en 1399, designando a Alfonso[5] como el primer Duque de Gandía. Pese a todo, conserva ese carácter reversivo, siendo por lo tanto, aún considerado como un apanage y formando parte del patrimonio real.
Un hecho destacable para la corona castellana y que marca de forma evidente la aragonesa es precisamente el Compromiso de Caspe. Con este pacto,
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