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Derecho romano. Emperadores romanos

Enviado por   •  25 de Junio de 2018  •  968 Palabras (4 Páginas)  •  448 Visitas

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Fue elevado al principado tras el asesinato de Claudio y gobernó Roma entre el año 54 y el 68. Los primeros cinco años del principado de Nerón fueron conocidos como ejemplos de buena administración, suscitando incluso la emisión de una serie de monedas conmemorando el quinquennium Neronis.

La política interior fue delegada en ayudantes varios que se encargaron de suprimir a sangre y fuego las conspiraciones reales o imaginarias de su reinado, aunque parece que las decisiones importantes eran probablemente dejadas en las manos más capaces de su madre Agripina la Menor, de su tutor Lucio Anneo Séneca, y del praefectus praetorianus Sexto Afranio Burro.

6. CAYO JULIO CESAR AUGUSTO

En latín Gaius Iulius Caesar Augustus Germanicus, (31 de agosto de 12, Anzio - 24 de enero de 41, Roma); Emperador romano, conocido también como Cayo César o Calígula. Su mandato transcurre entre el 37 y el 41.

Considerado uno de los mayores tiranos de la historia debido a sus constantes y extremas atrocidades

Qué suerte he tenido de nacer, para estrechar la mano de un amigo y poder asistir como testigo al milagro de cada amanecer.

Qué suerte he tenido de nacer, para tener la opción de la balanza, sopesar la derrota y la esperanza con la gloria y el miedo de caer.

Qué suerte he tenido de nacer, para entender que el honesto y el perverso son dueños por igual del universo aunque tengan distinto parecer.

Qué suerte he tenido de nacer, para callar cuando habla el que más sabe, aprender a escuchar, ésa es la clave, si se tiene intenciones de saber.

Qué suerte he tenido de nacer, y lo digo sin falsos triunfalismos, la victoria total, la de uno mismo, se concreta en el ser y en el no ser.

Qué suerte he tenido de nacer, para cantarle a la gente y a la rosa y al perro y al amor y a cualquier cosa que pueda el sentimiento recoger.

Qué suerte he tenido de nacer, para tener acceso a la fortuna de ser río en lugar de ser laguna, de ser lluvia en lugar de ver llover.

Qué suerte he tenido de nacer, para comer a conciencia la manzana, sin el miedo ancestral a la sotana ni a la venganza final de Lucifer.

Pero sé, bien que sé... que algún día también me moriré. Si ahora vivo contento con mi suerte, sabe Dios qué pensaré cuando mi muerte, cuál será en la agonía mi balance, no lo sé, nunca estuve en ese trance.

Pero sé, bien que sé... que en mi viaje final escucharé el ambiguo tañir delas campanas saludando mi adiós, y otra mañana y otra voz, como yo, con otro acento, cantará a los cuatro vientos...

Qué suerte he tenido de nacer.

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