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En Torno Al Concepto de Descolonización.

Enviado por   •  27 de Marzo de 2018  •  14.319 Palabras (58 Páginas)  •  386 Visitas

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Y es que Eduardo Restrepo y Axel Rojas se fundamentan en Grosfoguel quien, precisamente, dirime la discusión semántica entre colonialismo y colonialidad, estableciendo, además, entre colonialidad y modernidad una coexistencia constitutiva hasta el punto de afirmar que ellas son dos instancias de una misma realidad o las dos caras de una misma moneda, en efecto, afirma Grosfoguel (2006) “La colonialidad no es equivalente al colonialismo. No se deriva de la modernidad ni antecede a ella. La colonialidad y la modernidad constituyen dos lados de una misma moneda” (Grosfoguel, 2006, 27, citado por Restrepo y Rojas, 2010, p. 17).

En el caso de América Latina la decolonialidad se entiende como proceso de liberación del estado de postración y vasallaje a que ha sido sometido este inmenso territorio del mundo desde el momento en que sus países fueron anexados a España como sus colonias y que continúa aún después de haberse “independizado” administrativamente de la nación ibérica. Y claro, un primer paso en el proceso de dicha liberación lo constituye la toma de conciencia de cómo Latinoamérica entró a la historia universal con el rótulo de Nuevo Mundo en calidad de extensión del Viejo Mundo, un territorio periférico dependiente del centro del mundo el que inclusive le da la razón de ser de su existencia en cuanto a ser nombrada o a concederle una identificación, lo cual se explica enseguida.

¿Qué es eso de América Latina, Latinoamérica o Hispanoamérica?

Una de las obras ya clásicas sobre una reflexión crítica de la realidad latinoamericana es, sin duda, la del uruguayo Eduardo Galeano (1987) Las venas abiertas de América Latina, publicada inicialmente en 1971 y que desde entonces se han reimprimido numerosas ediciones, cuyo nombre ya sitúa al lector frente a una especie de operación visceral o de taxidermia de la realidad latinoamericana, toda vez que decir “Las venas abiertas de América Latina” implica mostrar la desangración de América Latina como pueblo, en que presenta dos caras de una realidad política: por un lado la explotación continua de América Latina y, por otro, la actitud de rebeldía también permanente. Esta dualidad reflexiva es lo que se verá a continuación.

Eduardo Galeano comienza afirmando que la llegada de los europeos a territorio americano, significó la rotulación de estos pueblos con la etiqueta de “perdedores” frente a los conquistadores y poderosos etiquetados como ganadores, y fue con dicho calificativo que América Latina ingresó al escenario de la historia universal, incidiendo en ello de manera determinante la división del trabajo a nivel internacional, según afirma Galeano (1987):

La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta. Pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones (…) la región sigue trabajando de sirvienta. (p. 1)

La condición de perdedora le llega a América Latina desde el arribo de los españoles, fue ahí cuando ella perdió su identidad, no tenía nombre, cuando Colón tocó tierra americana creyó haber llegado a Asia por detrás, y otros navegantes antes que Colón, como los noruegos, no supieron que habían descubierto tierras nuevas: “América no sólo carecía de nombre. Los noruegos no sabían que la habían descubierto hacía largo tiempo, y el propio Colón murió, después de sus viajes, todavía convencido de que había llegado al Asia por la espalda” (Galeano, 1987, p. 15).

Apenas descubierta, o “invadida” por los europeos, América fue presentada al mundo como la sin nombre, sólo 15 años después fue llamada como quisieron nombrarla las naciones mayores. América era señorita cuando las potencias mundiales intentaron darle nombre, y ni siquiera fue reconocida como continente sino como una isla, es decir, tenía una cotización menor respecto de los 3 continentes reconocidos: Europa, Asia y África, y le asignan el nombre de América por Américo Vespucio, para que no desentone con los nombres de los tres continentes, según reza en un documento publicado por la Academia de Saint Dié en 1507, tal como es registrado por Germán Marquinez Argote (1984a):

Nuestro mundo, el Nuevo Mundo, tiene nombres propios: indias occidentales, América, Latinoamérica. Como a niños, recientemente nacidos o descubiertos, se nos impone un nombre y se oficializa en acta para darnos existencia pública ante el Viejo Mundo. En efecto, la Academia de Saint Dié publica en 1507, a los quince años del descubrimiento, la famosa obrita “Cosmographiae Introductio” en la que se levanta acta de los siguientes puntos:

a. que el mundo, es decir, el domicilio cósmico del hombre se venía concibiendo tradicionalmente como formado por sólo tres partes: Europa, Asia y África;

b. que recientes exploraciones han revelado la existencia de una cuarta parte;

c. que como fue Américo Vespucio quien la concibió, parece justo llamarla tierra de Américo o mejor América, para que consuene con los nombres de las otras partes; y, por último,

d. se declara que esa cuarta parte es isla, a diferencia de las otras partes que son continentes. (pp. 63-64)

O sea que, desde su entrada al escenario mundial, América fue objeto de una discriminación atroz: considerada incivilizada, sin historia, sin personalidad, lo cual determinó su dependencia directa de las potencias de Europa. Es que, con base en el documento antes citado, el continente americano, la cuarta porción de la tierra, fue tenido como “isla” y como perteneciente al continente europeo, al “centro” poderoso de entonces, de ahí que en realidad América nació “aislada” para el mundo, era un territorio marginal, como al respecto afirma Marquinez Argote (1984a):

Europa, pues, nos otorga un nombre mediante el cual quedamos incorporados a las partes-continentales del Viejo Mundo, en calidad de cuarta parte-isla. El Nuevo Mundo nace ‘aislado’, por fuera de la historia y de la cultura. En consecuencia, los pueblos colonizadores tratarán, a lo largo de un proceso de asimilación, de informar a imagen y semejanza suya al llamado Nuevo Mundo. (p. 63)

Pasó el tiempo y la porción norte de América creció, por acción europea, como nación pujante hasta consolidarse en la nueva potencia mundial, relegando a Centro y Suramérica, la llamada América Latina, a

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